Ella
lo ha dicho muchas veces: nació deprisa y corriendo porque el cordón umbilical
se le había enrollado y le faltaba la respiración. Una parálisis cerebral la
dejó sobre ruedas. Espero y deseo que no para siempre. Cualquiera que
estuviéramos en su piel renegaríamos a cualquier hora del día; sin embargo,
estoy por oírle el primer taco.
A
Laura Soler Azorín la alumbró su madre casi en el momento en que este país
recuperaba las libertades públicas y los derechos fundamentales, una
premonición. Un tiempo irrepetible en el que muchísimos descubrimos –aunque nos
habían enseñado lo contrario– que el camino no estaba trazado, que podíamos construirlo
e improvisarlo mientras recorríamos la distancia que mediaba entre donde estábamos
y nuestro imaginado destino, que unas veces nos parecía corta y otras se
alargaba casi hasta el infinito. Así se puede imaginar también su vida, fiel a aquella
máxima de “caminar con tiento, avanzar con riesgo”. O, dicho de otro modo, “cuidar
de lo que se tiene, apostar por lo imposible”.
Laura
nació el año que precede a una década excepcional en la que vivió su
infancia. Un decenio que no solo vio emerger una nueva moda y cortes de pelo diferentes, también alumbró los videojuegos y los
videoclips, los cartoons y los
primeros grandes ídolos juveniles. Unos años que nos ofrecieron inventos
revolucionarios, como los
videocassettes y los CDs, que están casi extinguidos. Una década en la que
conocimos a Depeche Mode, Bruce
Springsteen, Duran Duran, Cyndi Lauper, Madonna, Michael Jackson, Chicago, Van
Halen, Scorpions, Michael Jackson, Chicago, Bryan Adams, The Police… Tela, ¿eh?
Y, por si faltaba algo, Profesión
Peligro (The Fall Guy), Los Dukes de
Hazzard, Comisario Lobo (The Misadventures
of Sheriff Lobo), Dinastía, Los Pitufos, Los Super Amigos, Superman I
y II, Regreso al futuro o Los Gremlins. ¿Alguien da más? Unos años
en los que se fraguó el Estado de las Autonomías, el enésimo intento
para acoplar la España invertebrada, sempiternamente enzarzada en la diatriba de
las viscerales e interesadas disputas identitarias y territoriales, tan
estériles como inútiles.
Laura
es la creación asombrosa de una mujer inimitable: Concha. Una maestra
inconmensurable y una madre excepcional. He dicho mil veces y repetiré otras tantas
que todas las madres son las mejores. No obstante, algunas tienen un plus de
excelencia. Concha es una de ellas. Y Laura ha tenido la suerte de encontrársela.
Tampoco es cualquier cosa el padre que le ha tocado en suerte, Emilio. Un
personaje casi –insisto en lo de casi– de fábula, al que prometo dedicar otro
post. Un fulano con una cabeza privilegiada, una cultura envidiable y un saber hacer
y estar increíbles. Ágil, inteligente, pragmático, florentino, trabajador,
decente…, culé. Y muchas otras cosas que, de momento, omitiré. Laura es la
acertadísima síntesis –diría que la mejor– de las virtudes maternas y paternas.
Un ser cercano, sencillo, cariñoso, tierno, vulnerable... Y al mismo tiempo una
persona arriesgada, retadora, exigente, luchadora,
valiente y esforzada.
Es alguien
que no deja de asombrarte. Cuando la miras por primera vez, aparece ante tus
ojos la imagen de una mujer desvalida y expuesta; aparentemente impotente para
bregar con posibilidades de éxito en el mundo competitivo, insensible e
insolidario que habitamos. Sin embargo, basta compartir unos minutos con ella
para comprobar una vez más que la vista engaña, porque descubres de inmediato que
estás ante una persona que en nada responde a presunción tan gratuita, fruto de
una inicial y equivocada percepción, que mueve casi indefectiblemente a la
compasión y a la lástima. A poco que la conozcas sabes que esas son dos de las
primeras palabras que hace años que desterró de su vocabulario. Porque su vida es
justamente lo contrario, básicamente: resolución y alegría. La exprime cada día
mientras reivindica incansablemente sus derechos y los de los demás, a la vez
que vocea a los cuatro vientos la suerte que tiene de vivir y de hacerlo en las
condiciones y circunstancias que lo hace. Y no solamente se siente orgullosa de
ello, sino que reitera, en cuantas ocasiones se tercia, que se considera
privilegiada porque tiene acceso a oportunidades y disfrutes que otros muchos conciudadanos
no logran alcanzar.
Una persona que trabaja incansablemente hasta donde su maltrecho cuerpo se lo permite… y un poquito más. Luchadora infatigable, es capaz de emprender y sacar adelante exitosamente cualquier proyecto, propio o ajeno, nacional o internacional. Por muchas dificultades que presente o por grandes que sean sus propias limitaciones. Estamos ante una mujer que se ha atrevido a viajar a Egipto, Marruecos o Argentina (su paraíso perdido), a hacer un Erasmus en Francia, a pasar sus vacaciones en la Alpujarra granadina o a viajar a otras ciudades para seguir a sus admirados ídolos (Ismael Serrano, Tontxu, los Indras…). ¿Somos capaces de imaginar semejantes “desatinos”? Pues son los que protagoniza asiduamente un ser que se siente libre, sin cortapisas, capaz de embelesarse con los conciertos y con los musicales –que adora–, o de enamorarse casi tan perdidamente como los protagonistas de sus idolatradas telenovelas y ser correspondida, faltaría más.
Laura es amiga inquebrantable de sus amigos y de todos los de casa, que son legión. Atenta con todo el mundo, tiene unas habilidades sociales inconmensurables. Siempre con su discurso empático, utilizando la palabra adecuada para cada momento, enviando el ‘guasap’ o haciendo la llamada oportuna… Alguien que está permanentemente pendiente de los otros que, según ella, le dan la buena vida, cuando creo que es justamente al contrario. O tal vez sea lo mismo.
Laura es una persona que se ‘sale’, un ser excepcional, un individuo que hace a la especie más grande de lo que es. Ha tenido tiempo para licenciarse en Filología Hispánica, para representar a su Facultad en la Junta de Gobierno de la Universidad de Alicante y para presidir su Asociación Pro-Discapacitados. Ha sido concejala del grupo socialista en el Ayuntamiento de Alicante, cursa una segunda licenciatura en Traducción e Interpretación, es doctoranda, ha escrito varios libros… En fin, menos mal que nació deprisa y corriendo porque si lo hace en condiciones normales no sé qué hubiese logrado esta criatura, que hoy celebra su trigésimo quinto aniversario. ¿Puedo desearle algo mejor que la felicidad? Pues eso…que muchísima felicidad, querida Laura.
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