jueves, 29 de junio de 2023

Crónicas de la amistad: Alacant (48)

El día de hoy, 29 de junio, brindaba una nueva oportunidad para disfrutar del sentimiento amistoso que compartimos. Esta vez nos acogía un escenario inédito: «Gran Alacant». En cierto modo podía parecer una propuesta heterodoxa e inhabitualmente promiscua —eso sí, solo desde la perspectiva geográfica—, pues se trata de un territorio donde confluyen los términos municipales de Alacant, Elx y Santa Pola. Desde otro punto de vista, también podría considerarse un guiño nostálgico al casi olvidado «Triángulo Alacant-Elx-Santa Pola», el proyecto que pergeñó el Club de Inversores de la Provincia de Alicante en los años 90 que, posteriormente, recibió el apoyo de la Generalitat Valenciana a través del poco exitoso Plan de Acción Territorial de los Entornos Metropolitanos de Alicante y Elche. En fin, proyectos mastodónticos e interesados que a veces cuajan y otras no, por mor de las vicisitudes que acompañan a la alternancia política en las instituciones de gobierno, como es el caso, aunque también los hay que nada tienen que ver con ello. En todo caso, desisto de incursionar en el análisis de unos y otros. 

Al margen de estas consideraciones, lo cierto y verdad es que en las últimas semanas Sofo y yo habíamos ido preparando el encuentro y realizando diversas gestiones para materializarlo. Tras ponderar las alternativas, acordamos finalmente negociar la comanda en un restaurante radicado en la aludida macrourbanización, que acoge a aproximadamente 11 000 personas (un tercio de la población de Santa Pola), distribuidas en esta demarcación septentrional del término municipal, que limita por el oeste con la carretera N-332 (hoy CV-92) y el Clot de Galvany, por el norte con Arenales del Sol, y por el este y sur con el cabo y la sierra de Santa Pola. Ciertamente, constituye un auténtico «distrito» municipal, que experimentó su boom en la primera década del siglo, expandiéndose aceleradamente y convirtiéndose en una zona residencial, que es destino vacacional preferente para muchos ciudadanos del norte de Europa, singularmente británicos, irlandeses y escandinavos. Las razones de su popularidad hay que buscarlas en la proximidad del aeropuerto, de las ciudades de Alicante y Elche y, cómo no, de las playas de Los Arenales y «El Carabassí». Además de los edificios residenciales, este territorio acoge amplios equipamientos y dotaciones: colegio público, centro médico, biblioteca, correos, polideportivo... Naturalmente, abundan las áreas comerciales con tiendas, zonas de ocio, bares y restaurantes, destacando entre ellas la existente a la entrada al complejo desde la carretera de Santa Pola, donde se ubica «El Olivo», justamente el establecimiento donde nuestro amigo Sofo encargó el menú para hoy. Se trata de un restaurante inaugurado en 2008, que ofrece platos característicos de la cocina mediterránea con algunos toques creativos, que componen una carta integrada fundamentalmente por arroces, carnes a la brasa y pescado de Santa Pola, que se disfruta en unas instalaciones acogedoras y funcionales.

El ágape que nos habían preparado incluía una profusión de entradas: pan con tomate, alioli y aove; cóctel de ensaladilla; calamares a la andaluza; gulas estrelladas y ensalada de brotes tiernos y capellán. Como plato principal se ofrecían diversas variedades de arroz: a banda, negro, con costillitas y verdura, o meloso de manitas de cerdo deshuesadas con garbanzos. Alternativamente, carne o pescado. De postre, dispensaban un surtido de repostería casera, acompañado de café e infusiones. Todo ello bien regado con cerveza y vino de la casa (Sendos verdejos Melior de Matarromera y Mantel Blanco de Álvarez y Díez, ambos de Rueda). La mayoría nos hemos decantado por el arroz meloso de manitas; otros han optado por los canelones de pollo con fuagrás y alguno ha preferido degustar un cuarto trasero de pollo con guarnición. Todo ello excelentemente servido en una mesa que nos han preparado en la terraza, donde Lola y sus compañeros nos han dispensado un trato afable y eficiente.

En plena sobremesa, mientras se desarrollaban los prolegómenos del remate del encuentro, esa habitual síntesis canora que lo abraza y subsume, probablemente como consecuencia del intenso disfrute amistoso, mi mente se ha desconectado de la realidad y se ha adentrado en latitudes de predominio emocional. En pocos segundos, he rememorado que, semanas atrás, Miquel Echarri firmaba un reportaje en el diario El País que titulaba Economía de la amistad: por qué los hombres tienen cada vez menos amigos, en el que alertaba de que importantes medios, como la CNN o Vox (no confundir con el Vox de Abascal), están empezando a cartografiar un extraño fenómeno que han bautizado provisionalmente como la «recesión de la amistad», o lo que es lo mismo, su preocupante declive en tanto que institución y concepto. Aluden al hecho de que el número de relaciones de afecto y simpatía, informales e intensas, parece estar menguando sin remedio entre los hombres norteamericanos, afectando especialmente a los más jóvenes. Ese síndrome de la «amistad menguante» se habría agudizado a consecuencia del cambio de hábitos y estilos de vida que trajo la pandemia: De modo que ya son más del 20% los estadounidenses que, según declaran, no conservan ningún amigo íntimo. Y ya se sabe, cuando estornudan al otro lado del Atlántico…

Sin embargo, otras voces autorizadas matizan que lo que al parecer está cambiando es la propia noción de «amistad íntima». Probablemente, en un mundo de relaciones múltiples, epidérmicas y poco significativas, vehiculadas mayoritariamente a través de las redes sociales, lo que sucede es que hemos elevado el estándar de lo que entendemos por amistad genuina. Consecuentemente, muchas relaciones sociales han dejado de estar a la altura de esa exigencia. Según dicen, es posible que se esté idealizando la amistad hasta el punto de exigirle más de lo que razonablemente puede darnos. No cabe duda de que el diagnóstico es complejo, pues son múltiples las variables en juego. Quizá, para empezar, habría que preguntar a qué se refiere exactamente ese 20% de hombres estadounidenses que se sienten huérfanos de amistades. ¿Aluden a su incapacidad para establecer conexiones sociales sólidas, o a las hermosas aspiraciones que algún día lograron materializar y se han disipado?

Algunos dicen que el ocaso de la amistad podría obedecer a la más elemental de las causas: los amigos demandan un tiempo del que ya no disponemos. Como he dicho en otras ocasiones, ciertos autores cuantifican ese intervalo asegurando que la amistad responde a la fórmula 11-3-6. Es decir, convertir a un conocido en un verdadero amigo exige completar un mínimo de 11 citas, de al menos 3 horas de duración, en un periodo de 6 meses. Estos perspicaces intentos de reducir la amistad a una simple fórmula recuerdan a la célebre regla de las 10 000 horas, popularizada por Malcolm Gladwell en la primera década del siglo actual, que no es sino el intervalo temporal que debe invertirse para conseguir la excelencia en cualquier actividad humana. Comparado con ese considerable esfuerzo, alcanzar la cifra óptima de al menos seis amigos cercanos exige una inversión mucho más modesta, de apenas 200 horas. Sin embargo, entiendo que el problema radica en que de la misma manera que las amistades se consolidan con relativa facilidad, para conservarse, demandan a posteriori una gran inversión de tiempo y esfuerzo. En este sentido, Joseph Juran sugirió que una buena estrategia para no dilapidar el capital social acumulado con tiempo, esfuerzo y dedicación consistiría en aplicar a la amistad el principio de Pareto. Según el economista franco-italiano, el 20% de las causas produce el 80% de los resultados en la mayoría de los procesos. Aplicado a la amistad, el 20% de nuestros amigos acabaría reportándonos el 80% de las interacciones sociales enriquecedoras y satisfactorias. De modo que, si no disponemos de tiempo para cultivar a conciencia todas nuestras relaciones, siempre nos quedará el recurso de identificar a una de cada cinco, las que verdaderamente marcan la diferencia, y centrarnos en ellas. Podríamos orillar el resto puesto que no aportan réditos significativos a la economía de la amistad. Sinceramente, la propuesta de Juran me parece un despropósito, e incluso hasta una cierta obscenidad. Del mismo modo, discrepo radicalmente de la traslación mecánica del principio, del concepto y de la filosofía de Wilfredo Pareto al ámbito de las relaciones amistosas.

Naturalmente, existen aproximaciones menos triviales a las diferentes facetas de la amistad, que se resisten a aceptar el declive generalizado del afecto y de la conexión entre los seres humanos. Algunas defienden, por ejemplo, que las amistades son bienes escasos, que resultan valiosos y nos duele perderlos. Sin duda, sostener los sentimientos a lo largo del tiempo constituye un reto exigente. Ello explica que muchas amistades vayan quedando atrás cuando con el paso de los años, como decía Gil de Biedma, contrastamos que la vida va en serio, o sea, que es mucho más efímera de lo que parecía. Obviamente, añorar esas conexiones íntimas basadas en la afinidad, la complicidad y la pureza de las intenciones, sentir un cierto duelo por su pérdida, forma parte ineludible del proceso vital. Tal vez esa especie de carácter corpóreo de la amistad, como tradicionalmente se ha venido entendiendo, resulta poco compatible con los estilos de vida a los que nos hemos ido acostumbrando. Igual dentro de pocos años logran que acabemos conformándonos con el sucedáneo que representan los pocos que no se han quedado por el camino y también los que han conseguido atravesar el desierto de la virtualidad. Chi lo sa?

Lo que sí sabemos es que hoy hemos gozado de otra espléndida oportunidad para disfrutar en vivo y en directo del sentimiento amistoso, sin interferencias, ni intérpretes, ni intermediarios. Y que la hemos aprovechado plenamente. Nosotros desconocemos qué son la recesión y la mengua amistosas a las que aludía anteriormente. Al contrario, seguimos paladeando, como siempre, los abrazos de bienvenida, sentimos la alegría que nos produce la ansiada reincorporación al grupo de Antonio García, nos reímos con las chanzas y chascarrillos de los más ocurrentes y con las acertadas sentencias de los más silentes. Nos apasionamos cuando comentamos, debatimos y criticamos los pormenores de la situación política del país. Nos emocionamos recordando a quienes hoy no han concurrido, bien por las servidumbres que imponen la salud y las necesidades familiares (Luis), la distancia geográfica (Domingo) o el irreversible y pérfido ensimismamiento que embargó a algún otro (Elías). Y por si faltaba algo, como colofón, hemos gozado de un nuevo remate canoro, dirigido magistralmente, como siempre, por Antonio Antón. Esta vez el repertorio ha incluido piezas clásicas de su inagotable repertorio como Lola (Los Brincos), Que tinguem sort (Ll. Llach), Palabras para Julia (J.A. Goitisolo/P. Ibáñez), Hora negra, Rosas en el mar (L.E. Aute), Qué va a ser de ti (Serrat), María la portuguesa (C. Cano) y las populares Anem a fer herbetes y Una sípia en el galló.

En síntesis, desconozco la entidad y los pormenores del hipotético decrecimiento del flujo amistoso en la otra orilla del Atlántico, aunque aseguro que en esta pequeña parcela de la ribera occidental del Mediterráneo la pulsión amistosa conserva su vigor plenamente. Y si alguien tiene dudas al respecto que nos lo diga y le daremos cumplida respuesta. Por cierto, la próxima oportunidad para comprobarlo se nos ofrecerá en La Vila, cuando llegue septiembre. Allí nos ha convocado Tomás, y allá estaremos.

Buen verano, salud y progreso, amigos.




domingo, 18 de junio de 2023

No soy Juan del Álamo, aunque lo parezca



Con cierta frecuencia contrastamos que las cosas no son lo que aparentan. Mirando la fotografía de la cabecera pudiera parecer que corresponde a uno de mis libros. Al menos es lo que sugiere su faja, donde se insinúa, entre paréntesis, una suerte de seudónimo (Juan del Álamo), recurso de uso común en los regímenes totalitarios, en los que se enseñorea regularmente la censura. Sin embargo, aseguro que no soy Juan del Álamo, ni siquiera el tal Vicente Carrasco que se menciona, aunque pueda parecerlo. Si se hace una búsqueda simple en Google, se comprobará de inmediato que, hoy por hoy, el apelativo Juan del Álamo con mayor trascendencia corresponde al sobrenombre por el que se conoce en el mundo taurino al matador mirobrigense Jonathan Sánchez Peix, que comenzó su carrera apodándose Camperito siendo alumno de la Escuela Taurina de Salamanca. Pero ni este diestro es el autor del libro, ni tampoco la persona a la que me referiré.

Hoy traigo al pequeño rincón que representa este blog a mi tocayo Vicente Carrasco Illescas (Cádiz, 1917-Valencia, 1990), al que conocí curioseando los catálogos de las librerías de lance, concretamente a través del libro de poesía que recoge la imagen, publicado en Caracas, en 1970, al que me referiré más adelante. Repaso su biografía de la mano de Javier Fernández Rincón, doctorando en Historia Contemporánea en la UNED y socio fundador de Cisma Editorial y del Centro de Estudios Históricos Fernando Mora. De acuerdo con la amplia reseña que incluye la revista La Comuna (https://www.revistalacomuna.com/cultura-y-memoria/vicente-carrasco-poesia-resistencia/), la trayectoria biográfica y poética de Vicente consta de dos etapas vital, geográfica y estéticamente bien diferenciadas, separadas por el fatídico año 1936.

Hasta ese momento su vida había transcurrido en Cádiz, repartiendo su tiempo entre las actividades poéticas (fruto de una temprana vocación literaria), su compromiso sociopolítico militando en la Asociación de Estudiantes Libres y el estudio de la carrera de Medicina. Concluida esta, dará clases de Anatomía en la Universidad y opositará a diferentes puestos, llegando a ser jefe de los Servicios Provinciales de Cardiología.

Su pasión por la poesía arranca tempranamente, publicando en la revista La Esfera (editada en Madrid por Prensa Gráfica), en el Diario de Cádiz y en el semanario Atlante. En marzo de 1928, da un recital en el Ateneo de su ciudad conjuntamente con Ventura Román Nieto. Empieza a obtener cierto reconocimiento en los ámbitos culturales, asiste a tertulias literarias y publica poemas en la revista Isla (Hojas de arte y letras), fundada por el poeta Pedro Pérez-Clotet, en 1932.

José Antonio Hernández Guerrero, catedrático de teoría de la literatura y literatura comparada de la Universidad de Cádiz y estudioso de la obra de Carrasco (Estructura simbólica de «El muro levantado» de Vicente Carrasco, en Archivo hispalense: Revista histórica, literaria y artística, ISSN 0210-4067, Tomo 63, Nº 192, 1980, págs. 273-292, entre otros trabajos) asegura que Pedro Pérez-Clotet dijo de él después de leer sus poemas que: «Aquí hay un gran poeta, pero le falta limar mucho». Trabajó minuciosamente su poesía hasta que Pérez-Clotet le publicó en la Colección Isla su primera obra en 1935, titulada Rectángulos, de influencias lorquianas, surrealistas y neopopulares, recibiendo muy buenas opiniones desde la crítica. Con el estallido de la guerra, Pérez-Clotet se adhirió a los golpistas, convirtiéndose en uno de los escritores afines al bando franquista, como el ultracatólico José María Pemán. En la primavera de 1936 publica su segundo poemario con el título Poemas impresionistas, editado en Cádiz por la editorial Surcos.

En julio de 1936, Vicente Carrasco disfrutaba de un viaje turístico por Europa que debía durar un par de meses. El golpe de Estado le sorprende en Basilea y decide volver a España a través de la frontera catalana. Se dirige a Valencia, pues Cádiz había caído en poder de los sublevados. La guerra no paraliza su talento. En 1938, publica Romances de la hora, en Ediciones de la Guerra. Su compromiso con la República hace que se responsabilice de los servicios sanitarios de la Guardia de Asalto. Militó en el Partido Republicano Radical Socialista hasta su disolución y estuvo afiliado a Izquierda Republicana (IR). Anteriormente militó en Acción Republicana hasta su integración en IR.

Finalmente, cuando en los últimos días de marzo de 1939 las tropas franquistas ocupan Valencia, intenta huir a Francia con intención de exiliarse a Colombia, sin conseguirlo. Lo reintenta a través de Gibraltar, fracasando nuevamente. Por último, decide regresar a Valencia desde donde pugna por embarcarse con destino a Francia, vía Argel. No lo consigue al ser detenido por la policía franquista. Se le envía a la Prisión Celular de Valencia (La Modelo), donde permanecerá recluido dos años y medio. Pese a todo, tuvo más suerte que su colega Peset Aleixandre porque eludió el pelotón de fusilamiento.

Obviamente, se le depuró y se le apartó de su puesto en la universidad y, al abandonar la prisión, sufrió un largo exilio interior en Valencia, ejerciendo su profesión en una clínica privada de medicina interna, que él mismo puso en marcha. Pese a todo, no abandonó la poesía, aunque la limitó al ámbito privado y mantuvo siempre firme su actitud disidente. Pese a todo, en 1952, su nombre aparece entre los autores recomendados en la Antología Consultada de la Joven Poesía Española (Distribuciones Mares, Valencia). También se publica su poema La voz misteriosa, del libro inédito Voces en la concordia, en la revista valenciana La Caña Gris, dirigida por José María Abad Tallada, en otoño de 1960.

En 1970, gracias a la Editorial Island, de Caracas, reaparece el poeta consiguiendo sortear la censura franquista. Le editan los dos volúmenes del poemario El Muro Levantado, con el subtítulo Poema de la Resistencia Española, a través del que le conozco. Es justamente esta obra la que firma con el pseudónimo «Juan del Álamo». Se trata de un grito desgarrado que arraiga en una España negra y huraña, expresando el dolor del exilio interior y de la muerte de toda esperanza, que apenas atisba para tiempos nuevos y lejanos. Un libro, en palabras de su autor, «beligerante, testimonial, vivo y vivido, escrito sin una concesión contra el régimen de tiranía y muerte». Vicente Carrasco Illescas falleció en Valencia, el 25 de febrero de 1990, y reposa en un nicho del cementerio de la ciudad.

No conocí a mi tocayo, pero me hubiese gustado. Hoy por hoy, escasea la gente con buena reputación profesional e inequívocas convicciones. Sirva este pequeño homenaje, que remato con dos de sus poemas, para honrar su memoria. Aunque merece un esfuerzo institucional para rescatar su obra poética del olvido y de la desidia. Sé que no corren precisamente los mejores tiempos para ello, pues un matador de toros (de nuevo, la tauromaquia), de buena familia, se perfila como el nuevo conseller de Cultura de la Generalitat. Pero, ¿quién sabe? Lo advierte el viejo dicho: «Líbreme Dios de mis amigos, que de mis enemigos me ocupo yo».

¡A ESE!

Ese es un rojo. ¡Perseguidlo!
Ese es un rojo. ¡Aniquiladlo!
Ese es un rojo. ¡No lo olviden!
Pertenece a la horda. Es de la tribu
de los alzados infrahombres.
No tiene frente de nobleza.
No tiene manos, sino garras.
No tiene boca, sino pico.
No son huellas de pasos de pisadas.
Son sus palabras alaridos.
Tienen ojos redondos de alimaña
que miran… y destruyen cuanto miran.
¡Ese es un rojo! No es un hombre
¡Ese es un rojo! Que no haya
paz a su lado nunca, nunca.
Que se le cierren todas las puertas.
Que el cielo encima se le caiga.
Que le lluevan denuncias y denuncias.
Que el dedo lo señale y, descubierto,
comparezca en el centro de la plaza.
¡Ese es un rojo! No es un hombre.
Que por su hundida frente impura
los pensamientos se retuerzan.
Que por su roto pecho, el aire
como la nieve cristalice.
Que el corazón le estalle, tenso
de endurecida sangre coagulada.
Que se le llenen de agujeros
las fugitivas plantas en su huída.
Que cuando alcance la frontera
un paredón le cierre el paso.
Que el exterminio siga y siga,
hasta en los hijos de los hijos.
¡Ese es un rojo! ¿Un rojo? ¡Alto!
¡Ese es un rojo! ¿Un rojo? ¡Muerte!

 

EL PUEBLO SOBERANO

Pero los pueblos nunca mueren
aunque la muerte los taladre,
aunque su sangre corra a ríos,
aunque su voz quede enterrada.
Así, en la banda de los mares,
nació la resistencia, y tierra adentro
fue como un árbol silencioso,
como una espuma reprimida,
como un ejército de sombra
acampado en la noche, como un río
de furia, subterráneo, como un viento
sobresaltado sobre un mar de sangre.
Miles de troncos y de ramas
cubren la noche sumergida,
y un fuego oculto los recorre
mientras la aurora se despunta.


Retrato de V. Carrasco Illescas (R. Pérez Contel)


martes, 13 de junio de 2023

A propósito de lo inútil

Por uno de esas casualidades o paradojas que tiene la vida, en el insignificante intervalo de un par de días, se han marchado del complejo mundo que nos ha correspondido habitar dos personajes singulares y antinómicos. Dos italianos con relevante proyección internacional (es verdad que uno bastante más que el otro), dos muestras canónicas de sendas concepciones existenciales marcadamente contradictorias. Me refiero a Silvio Berlusconi y a Nuccio Ordine. El primero, un octogenario que se va pleno, tras consumir una trayectoria personal y política que ejemplifica como pocas la farsa de los modos de vida actuales. El otro, sexagenario y, como tal, corto de años, cuyo recorrido personal y legado intelectual le adscriben con pleno derecho a la vetusta e imperecedera corriente del pensamiento ilustrado, que debió cultivar algunos lustros más. Pero ya sabemos que en la vida la llegada y la partida son así: bastante imprevisibles.

La muerte de Berlusconi cierra provisionalmente una etapa que abarca treinta años de la reciente vida pública italiana. Gran comunicador y figura carismática, más actor (alzas en los zapatos, bronceado eterno, aires de galán antiguo…) que político, quizá su principal éxito fue ganarse la confianza de millones de italianos, que en determinados momentos representaron la mayoría de la población. Su mensaje populista sintonizó con lo que se ha denominado el alma italiana profunda, logrando que millones de sus compatriotas se identificasen con él. Sus demagógicas propuestas propiciaron que el ciudadano medio (ese ser inexistente e indefinible) encontrase en Il Cavaliere capacidades, atributos y actitudes que sintió como propias, entre ellas: la desconfianza hacia la izquierda política, el Estado, las autoridades fiscales o el poder judicial. También el desparpajo, los escarceos sentimentales, el dinero… Como alternativa a la vaciedad ambiental de la Italia finisecular, Berlusconi supo «vender» la idea de que con él todo era posible: la inquietud permanente, la energía, la impaciencia con las reglas, la capacidad de emprender, la impunidad... Ese impreciso conglomerado alimentaba una especie de «sueño italiano», que influenció ampliamente a la sociedad y a la cultura de aquel país durante años, aunque finalmente devino falaz cuando llegaron las primeras grandes crisis del siglo actual, abonando la infelicidad y el desencanto de quienes ansiaron alcanzarlo y no lo lograron. Andrea Camilleri explicó magistralmente el fenómeno: «Los italianos se reconocen en él. Cuando ven a un tipo que es imputado tantas veces y no lo condenan nunca porque el delito prescribe o porque cambia la ley a su favor, la gente piensa: qué listo, qué grande, yo quiero ser como él».

Hartos de las viejas fórmulas y de los tímidos y distantes liderazgos que ofrecían la Democracia Cristiana (DC), el Partido Comunista (PCI) o el Partido Socialista (PSI), los italianos se dispusieron a presenciar el espectáculo que les proponía Berlusconi. Se acabaron los dirigentes timoratos y anémicos: el líder emergente es el protagonista absoluto y su partido (Forza Italia) constituye su expresión directa, gobernado como una empresa. Un show concebido para su mayor gloria, con el objetivo no confeso de multiplicar su fortuna y su poder, sirviéndose de la televisión y de los medios de comunicación en general para perpetrar todo tipo de excesos legales y morales. Y todo, desde la más absoluta impunidad. Por desgracia, lo que Berlusconi comenzó en Italia se ha ido extendiendo por Europa y aun más allá. Sus desvaríos han engrosado una factura cuyo importe deberán saldar varias generaciones de italianos. Y lo mismo sucederá en otros países europeos y del mundo. Porque no puede ni debe olvidarse que fue Berlusconi quien sembró la semilla populista en la política de nuestro tiempo. Sí, el arrojó a la arena política, y por ende al espacio público, el cinismo extremo, la vulgaridad, la zafiedad y la mentira, males para los que todavía no se ha encontrado remedio. Llegó al gobierno en 1994, convirtiéndose en una pieza fundamental de la política italiana, donde jamás fue vencido por la razón o la ley, como hubiese sido deseable, sino por el interés de la Unión Europea y el suyo propio.

Ha sido un actor de primera magnitud, que lo mismo se ha disfrazado de payaso que de hombre de Estado. Esa cualidad de farsante le ha ayudado a mantener en candelero el vigor de sus proyectos a lo largo de los años. En esa dilatada etapa, ha logrado doblegar sistemáticamente la política entendida como noble oficio ejercido por líderes decentes, que ofrecen propuestas creíbles y programas sensatos y esperanzadores. Por lo que escucho y leo, me parece que acabará con éxito sus incontables funciones de comediante porque será despedido con un funeral de Estado a la altura de las circunstancias, que a buen seguro presidirá la ultraderechista señora Meloni, presidenta del Gobierno y una de sus mejores alumnas. «Murió el actor, pero no la farsa», como bien ha dicho Pablo Ordaz en su columna de El País.

Casi a la par que Berlusconi se ha marchado Nuccio Ordine, nacido en Diamante (Calabria), sin duda el ensayista transalpino más conocido en el mundo, premiado y doctorado honoris causa en numerosos países (también de lengua española). Un especialista en el arte y la literatura del Renacimiento y muy singularmente en el pensamiento de Giordano Bruno. En los últimos años ha sido una personalidad relevante de la cultura internacional, a la altura de pensadores e intelectuales como Habermas, Steiner, Nussbaum, Vattimo, Sloterdijk y otros.

Limitándome a sus publicaciones en castellano, recordaré que entre 2008 y 2022 han visto la luz El umbral de la sombra, La utilidad de lo inútil: Manifiesto, Los retratos de Gabriel García Márquez, Clásicos para la vida. Una pequeña biblioteca ideal, Una escuela para la vida, Tres coronas para un rey. La empresa de Enrique III y sus misterios y Los hombres no son islas. Muestra sobrada de su fertilidad intelectual, inabordable en el estrecho margen que delimitan estas reflexiones. De cuantos conozco, confieso mi debilidad por La utilidad de lo inútil, considerado por el autor como una especie de manifiesto que concluye con un pensamiento definitivo, a propósito de un párrafo que toma prestado a Lessing en el que insiste en la necesidad de buscar la verdad, que dice:

«La valía del ser humano no reside en la verdad que uno posee o cree poseer, sino en el sincero esfuerzo que realiza para alcanzarla. Porque las fuerzas que incrementan su perfección solo se amplían mediante la búsqueda de la verdad, no mediante su posesión. La posesión aquieta, vuelve perezoso y soberbio. Si Dios tuviera encerrada en la mano derecha la verdad completa y en la mano izquierda nada más que el continuo impulso hacia ella, aun con la condición de equivocarse siempre y eternamente, y me dijera: ¡Elige!, yo me inclinaría con humildad hacia su izquierda, y diría Dame esto, Padre; la verdad, pura solo te corresponde a ti».

Apostilla Ordine, como conclusión de su obra, que:

«Estas palabras de Lessing, capaces de hacernos vibrar las cuerdas del corazón, de testimoniar hasta qué punto la pretendida inutilidad de los clásicos puede rebelarse, por el contrario, como un utilísimo instrumento para recordarnos (a nosotros y a las futuras generaciones, a todos los seres humanos abiertos a dejarse entusiasmar) que la posesión y el beneficio matan, mientras que la búsqueda, desligada de cualquier utilitarismo, puede hacer a la humanidad, más libre, más tolerante y más humana».

Por evidente, renuncio a argumentar la oposición esencial del utilitarismo subyacente a la vida y a la práctica política de Berlusconi y la ferviente reivindicación de la utilidad de lo inútil que hace Ordine. Pienso que el texto que reproduzco a continuación resume meridianamente la confrontación entre las miradas de un norteño milanés y un sureño calabrés. Es la última aportación que escribió en español Nuccio Ordine, recogida en el prólogo del libro La conversación infinita. Encuentros con la escritura y el pensamiento, del periodista Borja Hermoso. En él se dice que «Recopilar entrevistas publicadas en las páginas de un periódico significa sustraer del olvido pensamientos que no habrían podido evitar el destino de la obsolescencia, impuesto por el ritmo apremiante de la crónica y de la novedad. Pero significa también ratificar, a través de las palabras de los ilustres entrevistados, la importancia del arte y de la filosofía, de la literatura y de la música, de la arquitectura y de la investigación, de la ciencia y del cine, del teatro y de la pintura, para entendernos a nosotros mismos y entender el mundo en el que vivimos. Sin estos destellos de luz, como nos recordaba Italo Calvino en una bellísima página de Ciudades invisibles, sería para nosotros imposible distinguir aquello que, en el infierno de la vida cotidiana y de la historia, no es infierno, para hacerlo durar y darle espacio. El infierno de los vivos no es algo que será; hay uno, es aquel que existe ya aquí, el infierno que habitamos todos los días, que formamos estando juntos. Dos maneras hay de no sufrirlo. La primera es fácil para muchos: aceptar el infierno y volverse parte de él hasta el punto de no verlo más. La segunda es peligrosa y exige atención y aprendizaje continuos: buscar y saber reconocer quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacerlo durar y darle espacio». En eso radica la utilidad de lo inútil de que nos habla Ordine, y que yo también reivindico.