Hoy
como cada día los titulares de los periódicos nos asaltan con nuevas noticias.
Juan Guaidó asegura que en Venezuela no hay riesgo de guerra civil porque el noventa
por ciento de la población quiere cambio. Uber y Cabify dejan de prestar
servicio en Barcelona tras el decreto del Govern que establece la obligación de
precontratar los coches con 15 minutos de antelación. En Estados Unidos ya han muerto
ocho personas a consecuencia del vórtice polar (ola de frío glacial, para entendernos)
que azota a catorce de sus Estados. Un concejal de Mérida se da de baja en el PP
y se afilia a Vox, es decir, sigue militando en lo mismo. Pedro Sánchez no
puede votar a Pepu Hernández como ha prometido porque pertenece a la agrupación
de Pozuelo (una vez más, proverbial la capacidad del Sr. Presidente para documentarse
y actuar previsoramente). Esquerra Republicana de Cataluña pide a la fiscalía
que retire los cargos contra los llamados golpistas. Blablablá… Unos en la
enjundia y otros en la banalidad. Hay territorios donde apenas existe la
noticia porque el problema diario es lograr cagar con dignidad y seguridad, sí,
como suena, defecar entre paredes, bajo techo y con unas cañerías dignas.
En
este mundo aséptico, incoloro, inodoro y estúpido (al menos, a ratos) en que
vivimos, no es muy conocido que el 19 de noviembre se celebra el Día Mundial
del Retrete, una ocasión para recordar y reivindicar el derecho que todos
tenemos a defecar tranquilos y seguros. Estas cosas, que sarcásticamente yo
llamo “del querer”, no solo no interesan a nadie sino que horrorizan a la
mayoría, o al menos lo parece. Y es que, desgraciadamente, pocos sabemos que el
problema relacionado con el uso del baño puede llegar a ser letal. Tan es así
que la diarrea mata anualmente a 400.000 niños menores de cinco años y que más
del 60% de la población mundial, nada más y nada menos que 4500 millones de
personas, carece de posibilidad alguna de hacer sus necesidades en un
saneamiento seguro. Dicho de otro modo, lo que en nuestros hogares es una
cuestión que se reduce al estreñimiento y a las diarreas, para más de la mitad
del mundo es un problema que reviste caracteres de catástrofe.
El lema que eligió Naciones Unidas para conmemorar el último Día Mundial del Retrete
fue "Cuando la naturaleza llama, necesitamos un retrete". Con él se reivindicaba
el derecho a un saneamiento seguro, inserto en sistemas que funcionen en
armonía con los ecosistemas y no convirtiendo al Planeta en una alcantarilla a
cielo abierto. Ese día las Naciones Unidas recordaban que 1800 millones de
personas viven en riesgo de beber agua contaminada con heces y que casi 900 defecan
diariamente al aire libre. La cosa reviste características tales que, unos días
antes de la conmemoración, Bill Gates asombró al auditorio de un gran evento celebrado
en Pekín apareciendo en el escenario con un bote de caca. Los excrementos que
llevaba en su mano contenían células de rotavirus y huevos de lombrices
parasitarias. A rebufo de ese golpe de efecto, el fundador de Microsoft presentó
veinte diseños de nuevos inodoros. Uno de ellos un retrete que no necesita agua,
no está conectado al sistema de alcantarillado y transforma los desechos
humanos en fertilizantes. Durante los últimos siete años la Fundación de Bill
Gates ha invertido en este asunto más de doscientos millones de dólares.
Para no hacerme pesado, añadiré dos o tres anécdotas –o dramas–, según se mire. Hacer
sus necesidades o limpiarse cuando tienen la regla es para muchísimas niñas y mujeres una
cuestión de vida o muerte. Deben buscar lugares apartados o esperar a que
oscurezca para hacerlo, lo que aumenta el riesgo de que sufran agresiones
importantes. Por otro lado, en muchos países la menstruación significa para
millones de ellas el abandono de la escuela por la falta de productos
sanitarios y también por el estigma que supone en ciertas sociedades. La organización Water Aid, que elabora informes anuales sobre las
condiciones sanitarias de los colegios de diferentes países, asegura en el
último que ha publicado que más de 600 millones de estudiantes (doce veces la
población española) carecen de un baño decente en su colegio. Cuando tienen
necesidad de “aliviarse” corren a casa
en la hora del recreo, o lo hacen refugiándose entre los arbustos próximos a la
escuela.
La inexistencia de váteres en los hogares, que no estén segregados en los edificios públicos o su inadecuada construcción (puertas que no cierran y dejan a las mujeres a la vista de los hombres) son problemas que va más allá de la educación y generan una inseguridad a las mujeres que en muchas ocasiones acaba en su violación. En la India, por ejemplo, las violaciones a mujeres mientras buscan un lugar donde defecar es un problema nacional para el que se llevan años promoviendo soluciones.
La inexistencia de váteres en los hogares, que no estén segregados en los edificios públicos o su inadecuada construcción (puertas que no cierran y dejan a las mujeres a la vista de los hombres) son problemas que va más allá de la educación y generan una inseguridad a las mujeres que en muchas ocasiones acaba en su violación. En la India, por ejemplo, las violaciones a mujeres mientras buscan un lugar donde defecar es un problema nacional para el que se llevan años promoviendo soluciones.
Aunque no existe ninguna pomposa y universal declaración al respecto (yo al menos no la conozco), con móvil o sin él, con periódico o sin él, con sudoku o a palo seco, reivindico el derecho esencial de todo ser humano, más todavía si se trata de mujeres, a cagar segura y tranquilamente todos los días. Y este sí que es un derecho inalienable que debe garantizarse inaplazablemente a todas y a todos, urbi et orbi.