domingo, 27 de enero de 2019

Veintisiete de enero

Se me ha ido enero, o casi. Veintisiete del mes. Ya hemos cobrado la pensión y no he logrado escribir una sola línea en el blog; tampoco demasiadas en otros cuadernos que vengo completando. Estoy de capa caída, sin atenuantes ni matices. Cada vez consigo menos exprimir el tiempo y  hacer las cosas que quiero, o que me parece que ansío. Hace meses que abandoné el acordeón. Apenas encuentro algunas horas que compartir con los amigos. Ni pinto, ni pesco. Frecuento el pueblo muchísimo menos de lo que lo hacía. Y qué decir del bricolaje y de los apaños domésticos. Y de las lecturas. No sé si además de hacerme viejo soy crecientemente torpe, o es que me entretienen demasiado las cosas que no valoro, pese a su relevancia. Por una u otra razón, percibo que el resultado final es el mismo. Me embarga de vez en cuando la sensación de que se me escabulle la existencia,  de que dilapido sus penúltimas oportunidades. Y ello me inquieta sobremanera. Incluso llega a agobiarme el incansable martilleo del reloj de los avisos del teléfono, correspondería decir, advirtiéndome del incontenible transcurso del tiempo. De la misma manera que seguramente les sucedió a muchísimos, el intervalo que tengo asignado amenaza con concluir inacabado a los ojos de mi subjetiva individualidad. Probablemente fue lo que hubo y es lo que hay, con la diferencia de que ahora soy yo el concernido. Me obstino en convencerme de que no cabe desesperar. Me digo a mi mismo que en último extremo mi biografía tal vez no merece ser contada porque es muy posible que carezca de interés para otros.

Sin embargo, yo la vivo en primera persona como siento que todos vivimos en un mundo inundado de ruido y de griterío. Comparto la rotunda afirmación que hoy rubrica la directora del diario El País, Soledad Gallego-Díaz, en el reverso de una página en blanco que envuelve la portada de su diario. En el anverso se lee: “Un espacio para comprender. También para pensar. ¿Y tú que piensas?” Desde que esta mujer se hizo cargo de la dirección, el periódico es otra cosa. Recuerda a lo que fue durante tantos años, o casi. Mujer tenía que ser. ¿Acaso existen otros seres capaces de lograr que lo posible se imponga sobre lo presuntamente inevitable? Yo creo que no. El ejemplo lo tenemos en la reflexión que incluye la página interior derecha del aludido y singular envoltorio, que comparto plenamente y que dice:

Hay quienes piensan que todo tiempo pasado fue mejor.
Y quienes creen que lo mejor está por venir.
Hay quienes saben que nunca. Y quienes dicen tal vez.
Quienes piensan que es justo y quienes jamás pensarán que lo es.
Hay quienes se ponen de acuerdo para estar en desacuerdo.
Hay quien se resigna y hay quien está dispuesto a hacer algo.
Hay quienes odian. Y quienes aman.
Hay quien aprende. Y hay quien enseña.
Hay quienes hablan. Y hay quienes hacen.
Los hay que ni locos.
Hay quienes piensan que todo está perdido.
Hay quienes ven razones para actuar.
Hay quienes miran para otro lado. Hay quienes se indignan.
Hay quien piensa que ya es suficiente.
Hay quienes piensan que esto es solo el comienzo.
Hay quienes se mojan, hay quienes se implican.
Hay quienes están dispuestos a escuchar.
Hay quien piensa que entre el blanco y el negro hay muchos grises.
Hay quienes piensan que no se trata solo del qué
sino también del porqué.
¿Y tú qué piensas?

Pienso muchas cosas más, pero con estas me basta provisionalmente. Me doy por satisfecho con que el año que ahora empieza inaugure un tiempo en el que consigamos recuperar el discurso de quienes creen que lo mejor está por venir, de quienes tienen más preguntas que certezas, de quienes son capaces de convivir en el desacuerdo. Me conformo con que se imponga la iniciativa y la decisión a la resignación, y el amor al desamor y al odio. Quisiera que el aprendizaje triunfase sobre la enseñanza, y el hacer sobre el especular. Me gustaría vivir un tiempo en el que se imponga la convicción de que nada está perdido, de que existen todavía razones para creer y actuar, un tiempo en el que podamos indignarnos y no mirar para otro lado, sensatamente, sin histrionismos efímeros. Me encantaría volver a revisitar aquel tiempo en el que muchos quisimos escuchar, implicarnos, considerar que estábamos en el comienzo de tantas y tantas cosas. El tiempo, el tiempo, el tiempo…

No hay comentarios:

Publicar un comentario