Desde
hace un par de años vengo observando que algunas paredes y muros se decoran de
modo diferente. Ya no son solamente los ‘grafiteros’ los dueños de los
paramentos, tapias, puertas, ventanas, vallas, canales de desagüe y de cuanta superficie
‘pintable’ existe en la ciudad. Lo que ahora sucede es un fenómeno novedoso,
diferente y más amable, que no llena las paredes de rúbricas, pintadas o
pinturas, dependiendo de la tipología del ‘artista plástico’ que actúa. Parece que lo que
pretenden los nuevos “artistas” es habitar los muros desnudos y desangelados,
escribiendo en ellos versos o frases hermosas, propias o ajenas, conocidas y
desconocidas. Quienes promueven esa iniciativa firman sus obras con la
sugerente rúbrica Acción Poética Alicante.
Por
lo que he podido saber, la propuesta no surgió en nuestra ciudad. Tiene su
origen en una especie de movimiento sociocultural que eclosionó en 1996, en Monterrey (Méjico), donde lo alumbró el poeta Armando
Alanís Pulido dándole el nombre genérico de Acción Poética,
que adopta apellidos concretos tomándolos de los nombres de las ciudades donde
se implanta. Su idea matriz proponía que se llenasen los muros descarnados y los
espacios desangelados de aquella ciudad con ‘micropoesías’, rotulando en ellos
frases y versos propios o extraños pero, en todo caso, bellos. Y no hacerlo de
cualquier manera sino de acuerdo con unas mínimas consignas que, básicamente, se
resumen en: brevedad (alrededor de ocho palabras por intervención), escritura con
letras de imprenta (mayúsculas negras sobre fondo blanco), contar con la
autorización de los dueños de los espacios y evitar usar las paredes de propietarios
desconocidos, no aceptar dinero (solo donaciones de pintura y/o pinceles) y
escribir en los primeros muros frases del fundador del movimiento, a modo
de homenaje por haberlo creado. Estas normas varian ligeramente en cada ciudad
donde se implanta para adaptarse a su idiosincrasia.
Rótulo de Acción Poética. |
En
pocos años, las redes sociales difundieron esta corriente a otras muchas ciudades
de Méjico y a otros países iberoamericanos. Actualmente está ampliamente extendida
por Perú, Argentina, Paraguay, Bolivia, Nicaragua, Guatemala y Venezuela, como
lo está en las calles de ciudades españolas como Madrid, Barcelona Sevilla,
Alicante o Murcia. La ciudadanía ha saludado positivamente su eclosión.
Parece que son muchos más los que prefieren leer frases hermosas, escritas sobre
los viejos muros adecentados, que contemplar los grafitis superpuestos a desconchones y pintadas previas, con más abigarramiento que otros aparentes significados. Porque,
además, los nuevos vates que rotulan el espacio urbano no solo cuidan la belleza
de sus textos, sino que favorecen la accesibilidad para que su mensaje llegue
al mayor número posible de ciudadanos. Y para ello eligen lugares bien visibles,
y hasta llegan a redactar los mensajes en Braille.
A
mí, particularmente, me gusta ir paseando por las calles y encontrarme cara a
cara, de vez en cuando, letreros impactantes que me sorprenden con mensajes
como: Algunas cosas tienen que ser creídas para ser vistas, o Vísteme
de amor que estoy desnuda. O este más trascendente que encontramos junto a la Gran Vía, a la altura del cruce con la calle Tubería: Si nada nos salva de la muerte, al menos que el
amor nos salve de esta vida. Porque me resultan mucho más sugerentes que las
decenas de miles de rúbricas (tags),
letras pompa (bubble letters), vomitados
(throw ups), letras bloque (block letters) o el estilo basura (dirty) que cubren impúdica
y adocenadamente cualquier superficie que miremos en pueblos y ciudades. No
dudo que este incontinente torrente expresivo tendrá un profundo significado para
sus autores y para otros iniciados en el incomprendido fenómeno del ‘grafiteo’,
pero confieso que su sesudo mensaje escapa a mis cortas entendederas. Seguramente
por ello, porque mi sesgada formación me ha hecho más versado en los códigos
lingüísticos que en los artísticos, prefiero leer opiniones y mensajes del
tipo: Algún día llenaré la ciudad de poesía para que sonrías a cada paso que
des, o ese otro más sutil que sugiere: cállame y bésame, en tu caso son
sinónimos. Incluso me gustan otros más naif, como el que te sorprende en la
pared que hay junto al Convento de las monjas de la Sangre, que revela aquello
de: En el verano, caminaban por la arena y se ponían calcetines para formar
una playa dentro de los zapatos. Se llenaban el pelo de mariposas. Comían
manzanas y caramelos al mismo tiempo para formar en su boca un circo de fruta
confitada.
Nada
tengo que objetar a las meritorias obras de los numerosos grafiteros
alicantinos, autores de characters
(personajes), model pastel (estilo 3D) e incluso wild style (estilo salvaje), que me gustan y que admiro. Sí que pongo
muchos reparos a las de otros que se autodenominan tales, y no lo son. No
obstante, puestos a elegir, prefiero las pintadas de Acción Poética, que saludo con admiración y esperanza.
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