viernes, 3 de abril de 2015

Tertulias.

Hace un par de semanas me invitaron a participar en una tertulia que con el sugerente rótulo de “La aldaba” se celebra desde hace más de veinte años en Elche. Para la gente de hoy este título, además de sonar raro, probablemente no signifique nada. Sin embargo, a mí me evoca las tres acepciones que recoge la RAE y, especialmente, la última, que define la aldaba como una “barreta de metal o travesaño de madera con que se aseguran, después de cerrados, los postigos o puertas”. Esa es la definición que tengo grabada en mis entendederas desde que era niño. Más allá de la anécdota, fue una experiencia muy grata por el tema escogido, la memoria histórica; por el entorno, un paradigmático ‘hort’ del Camp d’Elx; y especialmente por las personas, anfitriones y gentes polifacéticas, educadas y amigas. Repetiré, si me invitan de nuevo.

CONFAPEA: Tertulia literaria dialógica
En los últimos tiempos he ido sabiendo de algunas tertulias que se celebran en Alicante y cercanías, que son de distinta índole, tienen diversas intenciones y agrupan colectivos sociológicamente dispares. Creía que esta saludable y vetusta costumbre ibérica estaba en vías de extinción, pero me equivocaba. No, definitivamente, sigue rediviva y para bien, al menos así lo pienso. No sé si esta recuperación de la tertulia viene potenciada por la reciente tendencia televisiva a organizar ‘pseudocamarillas’ o ‘pseudotertulias’ que unas veces abordan temas sociopolíticos y otras asuntos relacionados con el ‘famoseo’ y la farándula –en el peor sentido del término- o, por el contrario, si es algo que responde a nuestra larga tradición tertuliana. Pero esa es cuestión baladí, lo relevante es que se celebran tertulias que ponen sobre la mesa la capacidad que tenemos todas las personas para comunicarnos y generar acciones. Todos tenemos habilidades comunicativas que nos permiten relacionarnos y actuar en nuestro entorno. Y, además, disponemos de habilidades cooperativas que nos capacitan para interactuar con los demás y coordinar nuestras actuaciones a través del consenso.

Experimentalmente, sabemos que existen situaciones no mediatizadas por el poder o por la disponibilidad de las herramientas habituales de dominación, como el dinero, en las que se dan constantemente acciones comunicativas. En ellas, las personas intercambiamos, modificamos y creamos significados, poniéndonos de acuerdo sobre ellos mediante el diálogo. A través de él nos replanteamos los aprendizajes, haciéndolo de manera distinta a cómo lo hacemos en el contexto escolar porque prestamos menos atención a la adquisición de habilidades académicas que al aprendizaje de otras de carácter comunicativo y/o práctico. Aunque, paradójicamente, si enfocamos el concepto genéricamente, no nos será difícil concluir que las habilidades comunicativas engloban realmente a las prácticas y a las académicas. De hecho, cualquier aprendizaje puede realizarse de manera dialógica y comunicativa, tanto si se basa en habilidades académicas como prácticas. Así pues, desarrollar las habilidades comunicativas equivale a lograr la capacitación para participar más activamente, más crítica y más reflexivamente en la dinámica social. Se evita de ese modo la desigualdad y la exclusión de quiénes no somos capaces o no logramos procesar la hipertrofia informativa que avasalla nuestras vidas.

Desde que allá por los años 90 conocí los principios del aprendizaje dialógico de la mano de un colega, el profesor Flecha, tengo pleno convencimiento de que es una magnífica herramienta de transformación social porque permite desarrollar las capacidades que exige la practica de la ciudadanía participativa y transformadora. Ypienso que las tertulias, sean literarias, socioeconómicas o políticas, sean sobre afinidades, gustos o aficiones, permiten materializar el aprendizaje dialógico porque propician el diálogo igualitario, de modo que las aportaciones de quienes en ellas participan son consideradas en función de la validez de sus argumentos y no desde la óptica del criterio culturalmente hegemónico.  Además, incorporan la inteligencia cultural que reconoce el bagaje experiencial que tenemos todas las personas, que deriva de nuestra propia existencia y que nos capacita para participar en un diálogo igualitario a lo largo de toda la vida. El diálogo nos habilita para la transformación, permitiéndonos sentirnos seres activos, capaces de cambiar nuestro autoconcepto y de interactuar con los demás, superando las barreras que excluyen de la participación social.

El aprendizaje que se lleva a cabo mediante el diálogo crea sentido porque somos los participantes quienes decidimos qué queremos aprender y cómo queremos hacerlo. Otro valor que incorpora el aprendizaje dialógico es la solidaridad. Las tertulias, por definición, están abiertas a todas las personas, no existen obstáculos de ningún tipo: ni económicos, ni sociales, ni académicos para priorizar la participación de las personas. Finalmente, en ellas se da la igualdad de las diferencias: todas las personas son iguales y diferentes a la vez. Todas deben relacionarse recíprocamente en términos de igualdad, respetando las propias diferencias.

Es una lástima que la metodología tertuliana apenas haya permeabilizado los aprendizajes escolares. Solo algunos centros educativos públicos con graves dificultades han adoptado fórmulas organizativas, como las comunidades de aprendizaje, que practican el aprendizaje dialógico, obteniendo, por cierto, excelentes resultados educativos. Por su parte, los jesuitas catalanes han puesto en marcha este curso una propuesta, denominada Horizonte 2020, que está implantando en sus colegios de pago un modelo de enseñanza que elimina asignaturas, exámenes y horarios, y transforma las aulas en una especie de ágoras en las que hay sofás, gradas, mucha luz, colores y mesas dispuestas para trabajar en grupo, así como acceso a las nuevas tecnologías. Eso es lo que creen que necesitan los chavales para materializar proyectos colectivos y cooperativos, que aseguren los aprendizajes y eviten la exclusión. La verdad es que sería lamentable que fuesen también ellos quienes, dando otra vuelta de tuerca a su emprendida renovación pedagógica, añadiesen el aprendizaje dialógico a sus prácticas educativas. Pero, visto lo visto, cualquiera sabe.

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