Domingo
18. Se impone la disciplina de leer la prensa en formato papel. Tras el septenario
de gloria ‘podemita’, llega el weekend
estelar de quienes todavía se consideran paladines de la socialdemocracia. Repaso
los periódicos que algunos llaman “de la reacción”, entre ellos El País, un medio que últimamente
detestan buena parte de sus históricos
lectores. Quo vadis País? ¿Tiene futuro la prensa escrita?
Tras
la primera ojeada, me detengo en la sección Economía
y negocios, que incluye una entrevista al presidente de Telefónica encabezada
por un titular que merece una reflexión: "La revolución digital necesita
un marco universal de valores", un rótulo que sintetiza acertadamente la
entrevista que le hace Jorge Rivera. El máximo responsable de una de las veinte
mayores empresas del país considera que “la disrupción tecnológica que estamos
viviendo –aunque
no nos enteremos, añado–, objetivamente, no tiene precedentes” porque multiplica por
cuatro el impacto que tuvo la revolución industrial en el PIB per cápita y porque
lo está cambiando todo, desde el orden económico y empresarial al social,
afectando radicalmente a la cultura, a la política o al deporte. Asegura que
vivimos una explosión de tecnología en torno al mundo de los datos. La vieja revolución
de Internet es lo de menos porque lo que se nos echa encima y nos arrambla
inevitablemente es el tsunami de la inteligencia artificial, de los sistemas
cognitivos que generan redes como Telefónica, que inducen por sí mismos un potencial
de información brutal. Son el nuevo rayo que no cesa porque ni descansan, ni
duermen, ni se cansan de generarla.
Emerge
un nuevo mundo que requiere de otros valores porque todo va a estar conectado a
Internet, generando y emitiendo información. Prácticamente ya no existen
restricciones ni para almacenar los datos ni para procesarlos. De modo que está
cerca el día en que conoceremos el IPC o podremos tomar el pulso social y
político a un determinado país en tiempo real. En opinión del máximo jerarca de
Telefónica, ello define una nueva dimensión que exige marcos legales específicos
que regulen la nueva realidad que genera un cambio tecnológico imparable. La
revolución de la inteligencia artificial que se nos viene encima demanda nuevos
debates sobre los límites que se le deben o se le quieren poner a la
robotización. La revolución digital necesita un marco de valores y de
regulaciones. Se impone una constitución digital que, por definición, debe ser
universal. Siempre que ha ocurrido una disrupción de este tipo, una revolución
de alcance trascendente, han emergido en algún lugar los valores que luego han
compartido los demás. Y Europa no debiera desperdiciar esta nueva oportunidad
aprovechando que históricamente ha sido crisol en el que se han forjado los
principales valores que sustentan el mundo occidental.
Por
otro lado, en el suplemento de Economía
del mismo diario, Joseph Reger, responsable tecnológico de Fujitsu para Europa, África, Oriente Medio e India, aborda algunas respuestas
a las grandes cuestiones que se plantean a la humanidad del siglo XXI, en una
conversación con un grupo de periodistas internacionales reunidos con motivo
del Fujitsu World Forum, en mayo
pasado, en Tokio. Asegura
que el conocimiento es cada vez menos importante y que debemos entrenar la
creatividad y vigilar que los políticos sepan de tecnología porque su presencia
en nuestras vidas va a crecer de forma exponencial. Considera que el futuro
puede sorprendernos a todos y recomienda abrir un debate social profundo sobre
qué esperamos de la inteligencia artificial. Porque se nos viene encima un
problema que no tiene fácil solución. Con el aprendizaje automático –machine learning–y la inteligencia artificial
nunca se sabe exactamente qué es lo que la máquina ha aprendido y en qué se
basa para tomar decisiones. Y ese problema es previo a los dilemas éticos.
Por tanto, en su opinión, debemos llegar a un acuerdo sobre lo que es
aceptable. Necesitamos unas reglas que no tenemos, y para eso es necesario un
debate y un acuerdo en el seno de la sociedad, que será distinto según qué
países.
Porque al final la automatización y la inteligencia artificial afectarán a todos
los sectores. Se ganará en eficiencia, pero a la vez se destruirá empleo. Si
miramos hacia atrás, comprobaremos que las revoluciones precedentes han
generado más trabajo y oportunidades que han destruido, pero nadie garantiza
que suceda lo mismo en el futuro. Hoy por hoy no tenemos respuesta sobre lo que
sucederá. Por tanto, no estaría mal debatir también acerca de qué se podría hacer si no existiese trabajo suficiente para los ciudadanos. Inclusive sobre como vertebrar una
sociedad sin trabajo.
Además,
los nuevos escenarios originan problemas colaterales. Por ejemplo, es una
evidencia que el sistema universitario reacciona muy lentamente a las
transformaciones. De hecho, en las universidades lo que prima es la
transmisión del conocimiento, se entrena escasamente a los estudiantes para que
desarrollen trabajos creativos. Sin embargo, en opinión de Reger, todo indica que
en el futuro los conocimientos serán mucho menos relevantes porque serán
infinitamente más accesibles; lo que importará esencialmente será la creatividad
para solucionar los problemas. Por otro lado, actualmente y en el pasado, la
democracia se limita prácticamente al ámbito de lo político. Sin embargo, en el futuro las decisiones
democráticas van a pivotar cada vez más sobre las tecnologías, sobre sus
consecuencias y sobre su influencia en la sociedad. Y por eso se necesita la
alfabetización tecnológica de la clase política. Y, naturalmente, también de la
ciudadanía.
En Europa, la mitad de las grandes compañías están embarcadas en proyectos de
transformación digital porque han comprendido que el proceso que vivimos es
diferente a todo lo anterior. Es mucho más disruptivo y puede destrozar cualquier
modelo de negocio. Joseph Reger se muestra optimista. Cree que la tecnología es
una fuerza nacida para hacer el bien, que proporcionará a las personas más
ayuda que cualquiera de los descubrimientos precedentes. Ahora bien, advierte
de que las cosas van a cambiar dramáticamente en el futuro y que hay que
prepararse para ello.
A la
vista de las perspectivas que ofrecen los señores Álvarez-Pallete y Reger, uno observa
perplejo las fotos que resumen el debate parlamentario de la última moción de
censura y los hitos congresuales del fin de semana. Ahonda su perplejidad
cuando repasa el contenido de las controversias que sostienen los legisladores, las resoluciones congresuales y el
organigrama de la nueva ejecutiva del PSOE. Mira alucinado los abrazos, abucheos y poses, revisa los discursos programáticos, relee el anecdotario, contempla la
escenografía y concluye preguntándose: ¿en qué mundo vive esta gente?
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