martes, 20 de junio de 2017

Disrupción digital

Domingo 18. Se impone la disciplina de leer la prensa en formato papel. Tras el septenario de gloria ‘podemita’, llega el weekend estelar de quienes todavía se consideran paladines de la socialdemocracia. Repaso los periódicos que algunos llaman “de la reacción”, entre ellos El País, un medio que últimamente detestan buena parte de sus históricos lectores. Quo vadis País? ¿Tiene futuro la prensa escrita?

Tras la primera ojeada, me detengo en la sección Economía y negocios, que incluye una entrevista al presidente de Telefónica encabezada por un titular que merece una reflexión: "La revolución digital necesita un marco universal de valores", un rótulo que sintetiza acertadamente la entrevista que le hace Jorge Rivera. El máximo responsable de una de las veinte mayores empresas del país considera que “la disrupción tecnológica que estamos viviendo –aunque no nos enteremos, añado–, objetivamente, no tiene precedentes” porque multiplica por cuatro el impacto que tuvo la revolución industrial en el PIB per cápita y porque lo está cambiando todo, desde el orden económico y empresarial al social, afectando radicalmente a la cultura, a la política o al deporte. Asegura que vivimos una explosión de tecnología en torno al mundo de los datos. La vieja revolución de Internet es lo de menos porque lo que se nos echa encima y nos arrambla inevitablemente es el tsunami de la inteligencia artificial, de los sistemas cognitivos que generan redes como Telefónica, que inducen por sí mismos un potencial de información brutal. Son el nuevo rayo que no cesa porque ni descansan, ni duermen, ni se cansan de generarla.

Emerge un nuevo mundo que requiere de otros valores porque todo va a estar conectado a Internet, generando y emitiendo información. Prácticamente ya no existen restricciones ni para almacenar los datos ni para procesarlos. De modo que está cerca el día en que conoceremos el IPC o podremos tomar el pulso social y político a un determinado país en tiempo real. En opinión del máximo jerarca de Telefónica, ello define una nueva dimensión que exige marcos legales específicos que regulen la nueva realidad que genera un cambio tecnológico imparable. La revolución de la inteligencia artificial que se nos viene encima demanda nuevos debates sobre los límites que se le deben o se le quieren poner a la robotización. La revolución digital necesita un marco de valores y de regulaciones. Se impone una constitución digital que, por definición, debe ser universal. Siempre que ha ocurrido una disrupción de este tipo, una revolución de alcance trascendente, han emergido en algún lugar los valores que luego han compartido los demás. Y Europa no debiera desperdiciar esta nueva oportunidad aprovechando que históricamente ha sido crisol en el que se han forjado los principales valores que sustentan el mundo occidental.

Por otro lado, en el suplemento de Economía del mismo diario, Joseph Reger, responsable tecnológico de Fujitsu para Europa, África, Oriente Medio e India, aborda algunas respuestas a las grandes cuestiones que se plantean a la humanidad del siglo XXI, en una conversación con un grupo de periodistas internacionales reunidos con motivo del Fujitsu World Forum, en mayo pasado, en Tokio. Asegura que el conocimiento es cada vez menos importante y que debemos entrenar la creatividad y vigilar que los políticos sepan de tecnología porque su presencia en nuestras vidas va a crecer de forma exponencial. Considera que el futuro puede sorprendernos a todos y recomienda abrir un debate social profundo sobre qué esperamos de la inteligencia artificial. Porque se nos viene encima un problema que no tiene fácil solución. Con el aprendizaje automático –machine learning–y la inteligencia artificial nunca se sabe exactamente qué es lo que la máquina ha aprendido y en qué se basa para tomar decisiones. Y ese problema es previo a los dilemas éticos. Por tanto, en su opinión, debemos llegar a un acuerdo sobre lo que es aceptable. Necesitamos unas reglas que no tenemos, y para eso es necesario un debate y un acuerdo en el seno de la sociedad, que será distinto según qué países.

Porque al final la automatización y la inteligencia artificial afectarán a todos los sectores. Se ganará en eficiencia, pero a la vez se destruirá empleo. Si miramos hacia atrás, comprobaremos que las revoluciones precedentes han generado más trabajo y oportunidades que han destruido, pero nadie garantiza que suceda lo mismo en el futuro. Hoy por hoy no tenemos respuesta sobre lo que sucederá. Por tanto, no estaría mal debatir también acerca de qué se podría hacer si no existiese trabajo suficiente para los ciudadanos. Inclusive sobre como vertebrar una sociedad sin trabajo.

Además, los nuevos escenarios originan problemas colaterales. Por ejemplo, es una evidencia que el sistema universitario reacciona muy lentamente a las transformaciones. De hecho, en las universidades lo que prima es la transmisión del conocimiento, se entrena escasamente a los estudiantes para que desarrollen trabajos creativos. Sin embargo, en opinión de Reger, todo indica que en el futuro los conocimientos serán mucho menos relevantes porque serán infinitamente más accesibles; lo que importará esencialmente será la creatividad para solucionar los problemas. Por otro lado, actualmente y en el pasado, la democracia se limita prácticamente al ámbito de lo político. Sin embargo, en el futuro las decisiones democráticas van a pivotar cada vez más sobre las tecnologías, sobre sus consecuencias y sobre su influencia en la sociedad. Y por eso se necesita la alfabetización tecnológica de la clase política. Y, naturalmente, también de la ciudadanía.

En Europa, la mitad de las grandes compañías están embarcadas en proyectos de transformación digital porque han comprendido que el proceso que vivimos es diferente a todo lo anterior. Es mucho más disruptivo y puede destrozar cualquier modelo de negocio. Joseph Reger se muestra optimista. Cree que la tecnología es una fuerza nacida para hacer el bien, que proporcionará a las personas más ayuda que cualquiera de los descubrimientos precedentes. Ahora bien, advierte de que las cosas van a cambiar dramáticamente en el futuro y que hay que prepararse para ello.

A la vista de las perspectivas que ofrecen los señores Álvarez-Pallete y Reger, uno observa perplejo las fotos que resumen el debate parlamentario de la última moción de censura y los hitos congresuales del fin de semana. Ahonda su perplejidad cuando repasa el contenido de las controversias que sostienen los legisladores, las resoluciones congresuales y el organigrama de la nueva ejecutiva del PSOE. Mira alucinado los abrazos, abucheos y poses, revisa los discursos programáticos, relee el anecdotario, contempla la escenografía y concluye preguntándose: ¿en qué mundo vive esta gente?

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