La
semana pasada tuve la oportunidad de visitar el Centro de Interpretación de los Refugios Antiaéreos, que el
Ayuntamiento de Alicante ha habilitado en los antiguos talleres municipales (la
que se denominó Casa de Máquinas). Un
documentado y amabilísimo guía nos lo mostró a un pequeño grupo de conocidos y
amigos, además del recuperado refugio de la plaza Séneca-Autobuses. Fue una
experiencia productiva y muy positiva. Por un lado, si se eluden los
inconvenientes derivados de acondicionar una dependencia deprisa y corriendo -como
parece que sucedió-, el Centro de Interpretación resulta una instalación razonablemente
digna. Tal vez el resultado final no tenga la calidad que fuera deseable, pero
bueno, cumple suficientemente su papel. Ahora bien, lo que fue una gratísima
sorpresa es hallar el refugio de la plaza en tan excelente estado de
conservación. Impecable, con sus sillares y grafitis originales y su cubierta
de hormigón de casi un metro de grosor, prácticamente desnudo de aditamentos artificiosos
que lo desvirtúen. Al contrario, se muestra tal cual fue: parco, descarnado, casi
en su versión original. De tal modo que la desnuda arquitectura se adereza con
una sobria ambientación musical, que incluye sonidos de sirenas e impactos de
proyectiles, permitiendo al visitante hacerse una idea aproximada de las sensaciones
y fobias que sintieron sus usuarios hace casi ochenta años.
Centro de Interpretación de los Refugios Antiaéreos |
La
visita nos motivó a todos reflexiones sobre la multitud de aristas y vertientes
de la Memoria Histórica, algunas de las cuales hemos compartido. Reme Izquierdo
me decía, por ejemplo, que el verano pasado visitó el Museo del Exilio, en La Junquera. Esa visita le hizo pensar que Alicante
merecía una instalación similar dada su condición de lugar emblemático del
final de la Guerra Civil, además de una referencia del exilio y de la represión
franquista. Incluso proponía algunas secciones que podría albergar. Un museo
que, por otra parte, nada tendría de novedoso puesto que ciudades de países con
larga tradición democrática y de otros con menor pedigrí (Londres, Manchester,
Edimburgo, Misrata, Cartagena, Karlovac, etc.) pueden ofrecernos ejemplos de instalaciones
de estas características, que obviamente deben interpretarse y adecuarse a las
posibilidades que tiene una ciudad como Alicante, particularmente en este
tiempo de penurias. Inmuebles no faltan, sin ir más lejos, el edificio que
acogía la antigua estación de autobuses podría ser uno de ellos. Como propone
la profesora Izquierdo, el hipotético museo podría incluir secciones como: vivir en guerra (vida cotidiana en la
ciudad y en la huerta, la cultura en tiempos bélicos, etc.); los bombardeos (tipología de los
artefactos, hospitales y atención a las víctimas, cronologías, relaciones de
víctimas…); los refugios, tipología y
distribución urbana; el final local de
una guerra global (evolución, armamento, uniformes, ayuda internacional,
etc.); la derrota (el puerto, el
exilio y las cárceles, el Campo de los Almendros y el Campo de Albatera); conflictos históricos versus conflictos actuales:
la permanente necesidad de construir la paz.
Aprecio
la propuesta de la profesora y la apoyo. Sin embargo, entiendo que el
significado y la importancia de Alicante para el conocimiento del final de la Guerra
merece algo más que un museo. Creo que debe acometerse, sin espera, una
estrategia que impulse acciones a nivel municipal y autonómico, consensuada y respaldada
por las universidades, las instituciones y asociaciones y, en suma, por el
conjunto de la sociedad civil que ponga en valor el potencial de referencia
histórica que tiene la ciudad. A tal efecto, me parece que el municipio debe
emprender actuaciones concretas para gestionar el patrimonio y el arte públicos
en relación con la memoria de la Segunda República, la Guerra Civil y el
franquismo. Esa tentativa de gestión del patrimonio podría vertebrarse en torno
a tres ejes: a) la recuperación de los refugios, monumentos, troneras, etc., derruidos
y/o abandonados durante el franquismo; b) la eliminación/sustitución de símbolos
y monumentos franquistas; y c) el homenaje y reconocimiento de la democracia al
periodo de referencia, incluyendo políticas de generación de una nueva
monumentalidad, así como la identificación y dinamización de “espacios de la Memoria”,
susceptibles de integrar futuros “recorridos de la Memoria”.
Por
otro lado, creo que no puede olvidarse ampliar la reflexión en torno a los
significados de la expresión “Memoria histórica”, abordando las connotaciones y
enfoques que se le han dado: a) la memoria como restitución de las víctimas a
sus descendientes; b) la memoria como patrimonio colectivo y derechos ciudadanos
sobre las víctimas; c) enfoques ciudadanos y perspectiva histórica de la
recuperación de la memoria; d) sociopolítica e historiografía sobre la memoria,
etc. Propongo que esta vertiente se
aborde a través de encuentros, jornadas, congresos, investigaciones, etc., cuyo
desarrollo y resultados deben compartirse con la ciudadanía y archivarse en el
escaparate imaginario de la cultura y el patrimonio local.
Además,
me parece imprescindible auspiciar y hacer funcionar, tanto a nivel local como
autonómico, estructuras de carácter político-administrativo semejantes a las
que existen en otras Comunidades Autónomas. Es inaplazable crear una
institución estable con proyección autonómica que produzca per se y colabore con otras entidades, asociaciones y grupos en
actos de homenaje, de reparación o conmemorativos; que ofrezca servicios pedagógicos
a profesores y estudiantes; que impulse y acoja un centro de información y
documentación sobre la Memoria, así como un banco audiovisual de testimonios;
que impulse la red de espacios de la Memoria de la Comunidad Valenciana; que
edite y publique investigaciones y textos de interés público y difunda
contenidos memoriales en los medios de comunicación.
Debería
diseñarse y poner en marcha a nivel local una estructura permanente, vinculada
a la Concejalía de Memoria Histórica, que impulse planes de actuación
específicos que incluyan estrategias municipales de gestión del patrimonio, la
conservación, mantenimiento y ampliación de los lugares e itinerarios de la Memoria,
la recuperación de casamatas, baterías, galerías, garitas, nidos, parapetos,
trincheras y demás arquitectura militar de la Guerra Civil, así como la
concreción del Museo de la Guerra.
Estas
propuestas apenas son un apunte de lo que se puede hacer al respecto. Naturalmente
todo ello precisa de mayor reflexión, exige un debate público y amplio, en el
que todas las partes aporten ideas y puntos de vista (especialmente quienes
vienen trabajando en la recuperación de la Memoria desde hace muchos años), así
como la voluntad por parte de los gobiernos local y autonómico de llevarlas
adelante con decisión. Estas actuaciones no admiten demora. Deben emprenderse
ya mismo porque será difícil que se dé una coyuntura más favorable.
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