Unos
meses atrás rememoré en este blog a mi amigo Manolo Gomis. Entre otras cosas
–todas ciertas- le decía que “en pocos momentos de mi vida he sentido tan
intensamente la profesión como en los años que trabajé con él. En esa época
tenía continuamente la sensación de que estábamos haciendo lo que debíamos,
cuando correspondía y de la manera que convenía que se hiciese. El nuestro era
un ejercicio profesional impregnado de sentido, de convicción y -¿por qué no decirlo?- de pasión por lo que
hacíamos. Pocas veces he disfrutado personal y profesionalmente tanto como lo
hice entonces. La tarea diaria fluía con naturalidad, sin retóricas,
artificiosidades o imposturas. Era habitual la coherencia entre lo que
pensábamos, lo que se sentíamos y lo que hacíamos. Los otros, nuestros alumnos
y sus familias, y muchos compañeros, lo percibían y lo vivían con idéntica
intensidad y simultaneidad. Aquella realidad no era flor excepcional, producto
de un día de trabajo inspirado, sino un eje conductor que vertebraba nuestro
ocupación docente a lo largo de las semanas, los meses y los cursos académicos.
Hay centenares de testigos que ratificarán lo que digo”. Pues mira por donde,
aquí tenemos una evidencia. Volvemos al año 1980-81, si no yerro.
Viaje fin de estudios 8º EGB (CP Ruperto Chapí, 1981) |
Insisto
en lo dicho en el primer párrafo. No sé si entonces les enseñamos a nuestros
muchachos pocas o muchas matemáticas o algo de física, no sé si aprendieron rudimentos
de geografía e historia y desconozco si llegaron a dominar la ortografía y la
sintaxis (por lo que leo, me parece que no lo suficiente), pero de lo que no
albergo duda alguna es de nos esforzamos en enseñarles a ser, a vivir y a
convivir y, por lo que parece, algo logramos que aprendiesen. Podrá aducirse
que se trata de un grupo pequeño, de apenas dieciocho personas (bienaventurados
los grupos pequeños, porque son los que logran ser tales), y que otra cosa sucedería
si estuviésemos, por ejemplo, ante un centenar. Tal vez la cosa cambiase en
ese caso, pero ello no es obstáculo para acreditar y celebrar que continúan
siendo un grupo auténtico. Solo hay que leer el torrente de ‘guasaps’ para
confirmarlo: comparten identidades, objetivos y valores. ¿se puede pedir más
después de tres décadas sin apenas interaccionar entre ellos?
Hace
dos o tres años, no puedo precisar más, algunos colegas de entonces tuvimos la oportunidad
de celebrar otro encuentro con la promoción de chavales que siguió a la que
menciono. Aquello fue una reunión fenomenal, en la que pudimos revivir y
reeditar los valores y las experiencias que nos aunaron y nos conformaron cual
somos. Por otro lado, no hace ni mes y medio que tuve otro cónclave con
cuarenta y tantos de mis compañeros de Magisterio. Gentes que empezamos a
estudiar el año 67 y que seguimos reuniéndonos para celebrar habernos
encontrado entonces y después, compartiendo retos, experiencias, provechos y decepciones
que han urdido y ahondado el caudal de afecto y reconocimiento que nos amalgama
con, en y por encima de nuestras
historias personales.
Sopesando
lo que mis alumnos y mis colegas me procuran, confieso que soy un privilegiado
por haberlos acompañado en un tiempo inolvidable y retador, en el que debimos hacer
y lograr muchas cosas. Y creo, sinceramente, que todos completamos bien nuestro
respectivo trabajo. Fueron años excepcionales, de excelentes cosechas. Después,
hemos vagado por otro tiempo que trajo propuestas que nos eran ajenas, unas
veces porque representaban la involución, sin más; otras, porque no iban más
allá del lucro y la mediocridad, cuando no de la frivolidad y la caspa. Un
tiempo en el que hemos combatido –con más intensidad y tesón que en la
Dictadura- para que nos dejasen trabajar por lo que siempre hemos creído. Un
tiempo en el que hemos peleado para no perder lo logrado. Un tiempo en el que
hemos vuelto a aprender que nada es definitivo, que todo es efímero, que
tenemos que seguir luchando por los ideales de la modernidad, por la escuela
pública, laica y de calidad. Y espero que, a no tardar, republicana.
Ahora
se abre un tiempo nuevo, que será diferente y espero que mejor, estoy seguro de que mis queridos Valeriano, Consuelo, José Manuel, Juani, Antonio, Coronado, Palmira, Eleuterio, Miguel, Rafa, Mari Ángeles, Pili, Fela, J.A. Villaescusa,
M. Carmen Picó, Juanma Cascales, Antonia Pagán y sus hijos (y alguno de sus nietos/as) tendrán mucho que decir en él. Y lo dirán como, cuando y donde corresponda.
Para eso les enseñamos y para eso aprendieron, que lo suyo les costó.
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