martes, 17 de marzo de 2020

Hoy por hoy

No sé si saldré vivo de esta, pero, de hacerlo, intuyo que la catástrofe que tan vertiginosamente se ha cernido en los últimos meses sobre la salud de la Humanidad me va a hacer reflexionar bastante de hecho ya lo está consiguiendo, pues entreveo que muy probablemente nos obligará a muchos a cambiar radicalmente de vida en poco tiempo. Me atrevo a vaticinar que un amplio muestrario de cosas diferirá de lo acostumbrado, incluso llegará más lejos de lo que algunos pudimos imaginar, esperemos que para bien. Por otro lado, por encima de las chanzas y ocurrencias que monopolizan las redes sociales, de las lecturas, los juegos y las conversaciones con los que intentamos entretenernos y sobrellevar este tiempo de inaudita clausura, estoy seguro que tales percepciones no son de mi exclusivo patrimonio. Sé que estos días muchas, muchísimas personas intuimos y discurrimos sobre las múltiples versiones de lo que sucedió, y también acerca de lo que está sucediendo o puede suceder, y hasta sobre la realidad de nuestras vidas, o sobre lo que recordamos de ellas porque, en cierta manera, aunque resulte paradójico, a todos nos guía la probabilidad y la incertidumbre de las propias percepciones.

Hoy todas las incógnitas están sobre la mesa, como hacía décadas que no sucedía en el primer mundo. Y al frente de todas ellas destacan dos: la angustia general frente a lo que acontece y el miedo a que la novísima enfermedad se nos lleve por delante. Inmediatamente detrás aparece la ansiedad que produce conjeturar sobre el paisaje que pasadas algunas semanas o meses aguarda a los supervivientes, entre quienes el instinto nos incluye. Escenarios casi olvidados, parientes del territorio de la perplejidad. Un contexto que ejemplifican los millones de miradas confluyentes en un estremecedor macrojuego de espejos, que se desarrolla frente a una descomunal platea y que se rige por dos certezas: la ignorancia y las dudas. Una especie de quimera que solo alcanza a proponer a la legión de forzosos espectadores las arenas movedizas que representan la realidad de hoy y los dilemas como contingencia para mañana. Problematizar la realidad, movilizar la energía dramática, desatar las emociones. No se puede negar que hay materia más que suficiente para conformar un buen guión, bien para una película o para una función teatral, e incluso para enhebrar el argumento de un nuevo relato que ahonde en las distopías, más verosímiles que nunca. En fin, amanecerá y veremos, dijo el ciego.

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