Supongo que a quienes mandan de verdad se les ríen
todos huesecillos del cuerpo contemplando el inefable fenómeno Podemos.
Me imagino a los auténticos mandamases solazándose y regodeándose en sus
paraísos fiscales y terrenales, mientras se hacen al unísono la misma -y
retórica- pregunta, ¿cómo hemos sido tan
torpes? Intuyo las conversaciones de los dueños del mundo -esos que ni tienen
cara ni se les conoce, pero que existen de verdad- lamentándose por no haber caído
antes en lo sencilla que era la solución y en lo cerca que la tenían. Toda la
vida alimentando a un ejército de mantenidos, rufianes, corruptos y demás especimenes.
Siglos gastando un fortunón para cebarlos y aquerenciarlos sin reparar en que
tenían a mano una receta muchísimo más simple, obra de un grupillo de animosos
profesores universitarios, que prometen fabricarles gratis un pan como unas hostias,
aunque ellos se empecinen en convencernos de todo lo contrario, asegurando que lo
que realmente elaboran son tortas. Décadas alimentando insidias, subterfugios,
estratagemas políticas y económicas, urdiendo financiaciones ilegales, latrocinios,
líos procesales, nepotismos y redes clientelares, comprando estirpes y linajes
enteros… Nada de ello era necesario. Lo tenían al lado y no lo veían. ¡Qué
dislate! Hasta parece mentira.
Puerta del Sol: "Marcha del cambio". Enero 2015. |
El pasado sábado Podemos exhibía su poderío
en Madrid. Trescientos autobuses fletados en toda España que aseguran que
pagaron con 4.600 € recolectados mediante crowdfunding, ¿cómo no? Son gentes
habituadas a los media y a la digitalidad, a lo efímero y a lo
circunstancial, que desarrollan su existencia en el espacio que definen las
tertulias televisivas, Facebook y Twiter, pasando por el crowdfunding,
Plaza Podemos, Appgree, Instagram y cuanto al respecto se tercie.
De cuando en cuando se distraen y atienden al prosaísmo de la vida real, dando
sus clases, entregando informes de los proyectos de investigación en los que
participan, asistiendo a las sesiones parlamentarias o respondiendo a los
periodistas. Aventuras poco seductoras vistas desde la nube a la que se han aupado,
sin apenas tiempo para dar crédito al maná que les ha caído encima. ¡Qué
frenesí el de la vida en un clic, que se transforma en un tac con apenas
pensarlo! Justamente un “tic-tac”, tan machacón como simple, es la penúltima
ocurrencia de ese laboratorio de ideas originales que difunde su principal
líder, resumiendo con él la visión del mundo que comparten con amplios sectores
de la sociedad: Carpe diem, tempus fugit, mañana no existe. Sin
duda, una brillante síntesis de un gran proyecto de progreso y de futuro.
Como quien no quiere la cosa, este grupito de profesores
universitarios treintañeros (aunque algunos ya no lo son) y sus corifeos nos
están señalando el camino. Resulta irónico que esta pseudoélite, recriada intelectual
y profesionalmente en un ecosistema endogámico y caciquil que denosta –aunque siga viviendo a su amparo, sin
repudiarlo ni combatirlo abiertamente-, asegure que personifica la única representación
decente de la ciudadanía. Algunas de sus consignas me parecen réplicas espléndidas
de algunas de las sentencias que repiten los curas en sus oficios, como aquella
que asegura: “Yo soy el camino, la verdad y la vida” (Juan, 14:6).
Obviamente, ellos dirán que esa castiza visión nada tiene que ver con lo que representan,
que no es otra cosa que la ilusión, el cambio y el fin de la vieja política. La
nueva, la que dicen encarnar, no es de izquierdas ni derechas. Unos días dicen
que es transversal y otros aseguran que funciona en vertical. Seguiremos
atentos a sus especulaciones sobre las trayectorias de la política que prometen
ser esclarecedoras.
A juicio de estos románticos e ilusionados líderes,
más allá de su posición no puede encontrarse en el tablero político otra cosa
que no sea bazofia y casta putrefacta. Hacía tiempo que no escuchábamos un
mensaje tan engreído, tan mesiánico y tan escasamente científico. Incluso me
pregunto si esta vez no tendrá razón el señor Wert, el más vilipendiado (con
razón) de los ministros, cuando asegura que nuestro sistema universitario se
parece más a los de Azerbaijan o Kirguistán que a los de Francia o Alemania. Confieso
que no sé nada de política pero, en mi opinión, si estos autoproclamados y meritorios
líderes son quienes van a diseñar la senda y el destino de este país, pues…
Aunque debo reconocer que se lo han puesto a
huevos. Les ha tocado a ellos como les pudo tocar a otros oportunistas que también
estuvieron al quite. Y los ha habido en los últimos años, pero o no han tenido
tanta suerte o no han dado con la tecla que conecta con la audiencia emergente.
Está claro que con la que está cayendo, con el agotamiento de la última versión
del bipartidismo, con el regreso de lo peor de la condición humana, anidado en
las estructuras económicas, sociales, administrativas y políticas, etc. resulta
dificilísimo que los personajes públicos decentes puedan dar la cara sin sufrir
afrentas y escarnios, que parecen ineludibles entre tanta proliferación de
letrinas, miseria, delincuentes y mala gente en cualquier dimensión de la vida
pública.
Pero ello no justifica ni la inanidad y el cinismo
de los políticos del PP (aunque les convengan electoralmente), ni mucho menos
la incomprensible abulia de los del PSOE, que les llevará inexorablemente a
despeñarse en las próximas confrontaciones electorales, dilapidando la inmensa
cosecha de votos incondicionales que vienen ‘maladministrando’ demasiados años.
Una vez más, parece inevitable aquello de que a río revuelto…Y ahí está el
oportunismo de Podemos. Hay que reconocerles ese mérito, como debe
aceptarse que jamás salió tan barato a una organización política lograr una
opción tan clara de éxito electoral. No han necesitado ni ideología, ni programa,
ni firmar compromiso alguno con la ciudadanía. Es más, incluso dicen bien alto
que desconfían de los políticos que hacen promesas. Su aportación va poco más
allá de una acertada diagnosis de los problemas socioeconómicos, media docena
de ocurrentes consignas y un buen manejo de las redes sociales y de las
tertulias televisivas. Con poco más les ha bastado para optar a ocupar la
centralidad del tablero político. Parece mentira lo que han logrado con apenas
un puñado de eslóganes mediáticos que resumen lo que la gente quiere que le
digan: que no son de izquierda ni de derecha, que se sienten quijotes de
mentirijillas, que se toman en serio los sueños y otras lindezas parecidas. Un
relato conmovedor que, en mi opinión, no es sino el burdo disfraz de una gran
mentira.
Seguir, aunque sea circunstancialmente, el
discurso de esta pléyade de nuevos políticos profesionales –cualidad que solo
atribuyen a los de los demás partidos- produce sonrojo. Ruboriza verlos reiterar
machaconamente eslóganes simplistas y mediáticos, que incluyen mensajes propios
de doctrinas mesiánicas y únicas, revestidos de formas que son antiguallas
casposas que, aunque las disfracen de pseumodernidad y aparente pretensión
transformadora, producen vergüenza ajena. Todavía aflige más ver a decenas de
miles de bienintencionados ciudadanos seguir una propuesta deshilvanada,
inconcreta y mutante.
Confieso que veo los noticiarios en TV y sigo
algún debate, es decir, no vivo en la levitación. Sin embargo, pese a la
tozudez de la realidad, me resisto a aceptar que un discurso de semejante
simplicidad, oportunismo e inconcreción pueda estar calando en la sociedad
hasta donde lo hace. Y todavía más que lo haga donde y entre quienes lo hace.
Desconozco si el triunfo del PSOE en el año 82 se
gestó en condiciones políticas equiparables a las actuales. Sin duda los felipes,
guerras y compañía eran bastante más don nadie que la gente de Podemos y
lograron hacerse con un poder enorme. Pero creo que no hay parangón entre ambas
coyunturas, que son radicalmente diferentes. Sin embargo, no puede negarse que las
circunstancias actuales tienen su singularidad.
En mi opinión, la nuestra es una sociedad
descreída que, a fuer de vivir tantas dictaduras, parece que ha borrado de su
idiosincrasia los genes de la política que, en general, es una preocupación que
no interesa, considerándose, además, una ocupación detestable, propia de gentes
sospechosas y las más de las veces reprobables. Una sociedad que está sufriendo
lo suyo en estos tiempos de crisis, acostumbrada como estaba a unos estándares
de vida que tardarán en recuperarse. ¿Qué les ofrecen las organizaciones
políticas mayoritarias? Poco más o menos lo mismo que desde hace ya demasiados
años: austeridad para la mayoría, empobrecimiento de las clases medias, precariedad
de las condiciones de trabajo y de los servicios públicos, incertidumbre… En
suma, más sacrificios y más mentiras. ¿Qué les ofrecen las diferentes versiones
de Izquierda Unida en un momento que parece una oportunidad única para sus
aspiraciones? Pues división, guerras intestinas, broncas… y hasta algún
corrupto. En fin, en su línea habitual, facilitando la tarea al adversario.
Por otro lado, tenemos los nacionalismos catalán y
vasco alimentándose de la Ley
d’Hont (¿hasta cuando?), las pequeñas minorías que han ido apareciendo, creadas
y sustentadas a menudo por diletantes de los principales partidos con ínfulas y/o aspiraciones insatisfechas. Y, por si
faltaba algo en el puzzle, aparece Podemos que, si es lo que presiento,
pronto se parecerá a lo mejor del PP. Y si, por el contrario, aspira de verdad a ocupar espacio en el centro izquierda… pues eso: éramos pocos y parió la burra.
¿Se entiende ahora la primera frase de este post?
Pues ya saben, ustedes verán lo que nos conviene.
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