lunes, 2 de febrero de 2015

¿Conviene lo que viene?

Supongo que a quienes mandan de verdad se les ríen todos huesecillos del cuerpo contemplando el inefable fenómeno Podemos. Me imagino a los auténticos mandamases solazándose y regodeándose en sus paraísos fiscales y terrenales, mientras se hacen al unísono la misma -y retórica-  pregunta, ¿cómo hemos sido tan torpes? Intuyo las conversaciones de los dueños del mundo -esos que ni tienen cara ni se les conoce, pero que existen de verdad- lamentándose por no haber caído antes en lo sencilla que era la solución y en lo cerca que la tenían. Toda la vida alimentando a un ejército de mantenidos, rufianes, corruptos y demás especimenes. Siglos gastando un fortunón para cebarlos y aquerenciarlos sin reparar en que tenían a mano una receta muchísimo más simple, obra de un grupillo de animosos profesores universitarios, que prometen fabricarles gratis un pan como unas hostias, aunque ellos se empecinen en convencernos de todo lo contrario, asegurando que lo que realmente elaboran son tortas. Décadas alimentando insidias, subterfugios, estratagemas políticas y económicas, urdiendo financiaciones ilegales, latrocinios, líos procesales, nepotismos y redes clientelares, comprando estirpes y linajes enteros… Nada de ello era necesario. Lo tenían al lado y no lo veían. ¡Qué dislate! Hasta parece mentira.

Puerta del Sol: "Marcha del cambio". Enero 2015.
El pasado sábado Podemos exhibía su poderío en Madrid. Trescientos autobuses fletados en toda España que aseguran que pagaron con 4.600 € recolectados mediante crowdfunding, ¿cómo no? Son gentes habituadas a los media y a la digitalidad, a lo efímero y a lo circunstancial, que desarrollan su existencia en el espacio que definen las tertulias televisivas, Facebook y Twiter, pasando por el crowdfunding, Plaza Podemos, Appgree, Instagram y cuanto al respecto se tercie. De cuando en cuando se distraen y atienden al prosaísmo de la vida real, dando sus clases, entregando informes de los proyectos de investigación en los que participan, asistiendo a las sesiones parlamentarias o respondiendo a los periodistas. Aventuras poco seductoras vistas desde la nube a la que se han aupado, sin apenas tiempo para dar crédito al maná que les ha caído encima. ¡Qué frenesí el de la vida en un clic, que se transforma en un tac con apenas pensarlo! Justamente un “tic-tac”, tan machacón como simple, es la penúltima ocurrencia de ese laboratorio de ideas originales que difunde su principal líder, resumiendo con él la visión del mundo que comparten con amplios sectores de la sociedad: Carpe diem, tempus fugit, mañana no existe. Sin duda, una brillante síntesis de un gran proyecto de progreso y de futuro.

Como quien no quiere la cosa, este grupito de profesores universitarios treintañeros (aunque algunos ya no lo son) y sus corifeos nos están señalando el camino. Resulta irónico que esta pseudoélite, recriada intelectual y profesionalmente en un ecosistema endogámico y caciquil que denosta  –aunque siga viviendo a su amparo, sin repudiarlo ni combatirlo abiertamente-, asegure que personifica la única representación decente de la ciudadanía. Algunas de sus consignas me parecen réplicas espléndidas de algunas de las sentencias que repiten los curas en sus oficios, como aquella que asegura: “Yo soy el camino, la verdad y la vida” (Juan, 14:6). Obviamente, ellos dirán que esa castiza visión nada tiene que ver con lo que representan, que no es otra cosa que la ilusión, el cambio y el fin de la vieja política. La nueva, la que dicen encarnar, no es de izquierdas ni derechas. Unos días dicen que es transversal y otros aseguran que funciona en vertical. Seguiremos atentos a sus especulaciones sobre las trayectorias de la política que prometen ser esclarecedoras.

A juicio de estos románticos e ilusionados líderes, más allá de su posición no puede encontrarse en el tablero político otra cosa que no sea bazofia y casta putrefacta. Hacía tiempo que no escuchábamos un mensaje tan engreído, tan mesiánico y tan escasamente científico. Incluso me pregunto si esta vez no tendrá razón el señor Wert, el más vilipendiado (con razón) de los ministros, cuando asegura que nuestro sistema universitario se parece más a los de Azerbaijan o Kirguistán que a los de Francia o Alemania. Confieso que no sé nada de política pero, en mi opinión, si estos autoproclamados y meritorios líderes son quienes van a diseñar la senda y el destino de este país, pues…

Aunque debo reconocer que se lo han puesto a huevos. Les ha tocado a ellos como les pudo tocar a otros oportunistas que también estuvieron al quite. Y los ha habido en los últimos años, pero o no han tenido tanta suerte o no han dado con la tecla que conecta con la audiencia emergente. Está claro que con la que está cayendo, con el agotamiento de la última versión del bipartidismo, con el regreso de lo peor de la condición humana, anidado en las estructuras económicas, sociales, administrativas y políticas, etc. resulta dificilísimo que los personajes públicos decentes puedan dar la cara sin sufrir afrentas y escarnios, que parecen ineludibles entre tanta proliferación de letrinas, miseria, delincuentes y mala gente en cualquier dimensión de la vida pública.

Pero ello no justifica ni la inanidad y el cinismo de los políticos del PP (aunque les convengan electoralmente), ni mucho menos la incomprensible abulia de los del PSOE, que les llevará inexorablemente a despeñarse en las próximas confrontaciones electorales, dilapidando la inmensa cosecha de votos incondicionales que vienen ‘maladministrando’ demasiados años. Una vez más, parece inevitable aquello de que a río revuelto…Y ahí está el oportunismo de Podemos. Hay que reconocerles ese mérito, como debe aceptarse que jamás salió tan barato a una organización política lograr una opción tan clara de éxito electoral. No han necesitado ni ideología, ni programa, ni firmar compromiso alguno con la ciudadanía. Es más, incluso dicen bien alto que desconfían de los políticos que hacen promesas. Su aportación va poco más allá de una acertada diagnosis de los problemas socioeconómicos, media docena de ocurrentes consignas y un buen manejo de las redes sociales y de las tertulias televisivas. Con poco más les ha bastado para optar a ocupar la centralidad del tablero político. Parece mentira lo que han logrado con apenas un puñado de eslóganes mediáticos que resumen lo que la gente quiere que le digan: que no son de izquierda ni de derecha, que se sienten quijotes de mentirijillas, que se toman en serio los sueños y otras lindezas parecidas. Un relato conmovedor que, en mi opinión, no es sino el burdo disfraz de una gran mentira.

Seguir, aunque sea circunstancialmente, el discurso de esta pléyade de nuevos políticos profesionales –cualidad que solo atribuyen a los de los demás partidos- produce sonrojo. Ruboriza verlos reiterar machaconamente eslóganes simplistas y mediáticos, que incluyen mensajes propios de doctrinas mesiánicas y únicas, revestidos de formas que son antiguallas casposas que, aunque las disfracen de pseumodernidad y aparente pretensión transformadora, producen vergüenza ajena. Todavía aflige más ver a decenas de miles de bienintencionados ciudadanos seguir una propuesta deshilvanada, inconcreta y mutante.

Confieso que veo los noticiarios en TV y sigo algún debate, es decir, no vivo en la levitación. Sin embargo, pese a la tozudez de la realidad, me resisto a aceptar que un discurso de semejante simplicidad, oportunismo e inconcreción pueda estar calando en la sociedad hasta donde lo hace. Y todavía más que lo haga donde y entre quienes lo hace.

Desconozco si el triunfo del PSOE en el año 82 se gestó en condiciones políticas equiparables a las actuales. Sin duda los felipes, guerras y compañía eran bastante más don nadie que la gente de Podemos y lograron hacerse con un poder enorme. Pero creo que no hay parangón entre ambas coyunturas, que son radicalmente diferentes. Sin embargo, no puede negarse que las circunstancias actuales tienen su singularidad.

En mi opinión, la nuestra es una sociedad descreída que, a fuer de vivir tantas dictaduras, parece que ha borrado de su idiosincrasia los genes de la política que, en general, es una preocupación que no interesa, considerándose, además, una ocupación detestable, propia de gentes sospechosas y las más de las veces reprobables. Una sociedad que está sufriendo lo suyo en estos tiempos de crisis, acostumbrada como estaba a unos estándares de vida que tardarán en recuperarse. ¿Qué les ofrecen las organizaciones políticas mayoritarias? Poco más o menos lo mismo que desde hace ya demasiados años: austeridad para la mayoría, empobrecimiento de las clases medias, precariedad de las condiciones de trabajo y de los servicios públicos, incertidumbre… En suma, más sacrificios y más mentiras. ¿Qué les ofrecen las diferentes versiones de Izquierda Unida en un momento que parece una oportunidad única para sus aspiraciones? Pues división, guerras intestinas, broncas… y hasta algún corrupto. En fin, en su línea habitual, facilitando la tarea al adversario.

Por otro lado, tenemos los nacionalismos catalán y vasco alimentándose de la Ley d’Hont (¿hasta cuando?), las pequeñas minorías que han ido apareciendo, creadas y sustentadas a menudo por diletantes de los principales partidos con ínfulas y/o aspiraciones insatisfechas. Y, por si faltaba algo en el puzzle, aparece Podemos que, si es lo que presiento, pronto se parecerá a lo mejor del PP. Y si, por el contrario, aspira de verdad a ocupar espacio en el centro izquierda… pues eso: éramos pocos y parió la burra.

¿Se entiende ahora la primera frase de este post? Pues ya saben, ustedes verán lo que nos conviene.

No hay comentarios:

Publicar un comentario