Cuando
conocí a esta persona me llamaron poderosamente la atención dos detalles: su
pequeñez y la enormidad de su coche. Dos trivialidades que tengo asociadas al
primer contacto que tuve con ella hace más de cuarenta años. Seguramente lo que
recuerdo no se ajusta fielmente a la realidad, pero es lo que retengo: un coche
grande de color amarillo y un conductor inusualmente pequeño. Lo primero no sé
si es verdad, lo segundo, no tengo la menor duda de que lo es. Nos conocimos a
través, gracias o por medio de nuestras
respectivas novias, que eran amigas desde hacía años. Ellas hicieron que nos
encontrásemos entonces, de la misma manera que nos han hecho reencontrarnos
después en innumerables ocasiones. Gracias a las dos por aguantarnos.
En
el dilatado tiempo que nos conocemos he tenido múltiples oportunidades de
interactuar con él. Algunas temporadas lo he hecho de manera más intensa y/o habitual;
en otras, nuestras relaciones han sido más ocasionales y/o esporádicas. En
todas hay un denominador común: la cordialidad, la mutua simpatía y la
franqueza.
Mi
amigo es una persona esencialmente positiva. Es uno de esos extraños seres que
tiene permanentemente la mano tendida y la sonrisa en la boca. Es persona con
una entidad admirable, de las que está dispuesta a ayudar siempre. Un tipo fantástico,
que encara la vida en positivo porque mira las cosas con tal optimismo que lo
traslada a cuantos le rodean. ¿Cómo se puede ser tan grande, siendo tan
pequeño?
Mi
amigo es un experto en positivar lo que es esencialmente negativo. Parece
endeble y con escasos reaños, pero a fuer que los tiene. Doy fe. Es una persona
con un par…, que ha sabido sobreponerse a las dificultades que la vida le ha
puesto delante: físicas, psíquicas, existenciales y emocionales. Y lo ha hecho exitosamente,
saludablemente, salvando siempre los muebles.
Es
persona poco letrada, pero extremadamente inteligente, con una talento natural
portentoso y una inteligencia emocional admirable. Un ser que ha sabido
construir la felicidad a su alrededor. Y no me refiero al escaso espacio que
ocupa su familia, sino a la explanada que ocupamos sus conocidos, amigos y
personas que hemos vivido o lo hacemos en su cercanía. Que, por cierto, somos
de toda clase y condición: adinerados y menos, inteligentes y mediocres, cultos
e incultos, altos y bajos, gordos y flacos… Familia y amigos, conocidos y
presentados… para todos hay siempre una buena palabra, una propuesta agradable,
una sonrisa de bienvenida... ¡Cabrón!, qué virtud la tuya.
Claro
que tiene sus cosas, como todos. Sus rabietas, sus cabreos explosivos cuando le
encienden las injusticias o las diatribas políticas. Le conozco enfados
portentosos con quienes actúan malamente contra sus ideas y sus cosas, contra
sus amigos o contra su familia, ¡claro que tiene mala uva! Faltaría más.
Pero
no es eso lo que destaca en él. Lo que prima en su imagen es el sosiego, la
tranquilidad nerviosa, la disposición permanente, la sonrisa y la actitud
positiva, el ver siempre el día despejado. Esa es su principal virtud, la que traslada
a los demás: esa permanente alfombra placentera, de disfrute, de satisfacción,
de alegría, de positividad.
'Barraquer',
pescador, jugador de todo. Niño grande y borde, ‘alacantí’ de pro, festero. Devotísimo
esposo, padre amante de sus queridísimas hijas, paseante incansable,
pescador habilidoso, amigo inquebrantable, persona humilde donde las haya.
Conversador chistoso y ocurrente, ser capaz de reírse de si mismo día si y día
también.
En
este punto y hora en que estás un poco pachucho, te escribo este post porque
quiero animarte, devolverte en cuatro palabras, egoístamente, apenas nada de
cuanto tan generosamente me has dado a lo largo de tantos años. Esto, Antoñito,
va por ti, con todo mi afecto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario