lunes, 9 de febrero de 2015

Antonio AM.

Cuando conocí a esta persona me llamaron poderosamente la atención dos detalles: su pequeñez y la enormidad de su coche. Dos trivialidades que tengo asociadas al primer contacto que tuve con ella hace más de cuarenta años. Seguramente lo que recuerdo no se ajusta fielmente a la realidad, pero es lo que retengo: un coche grande de color amarillo y un conductor inusualmente pequeño. Lo primero no sé si es verdad, lo segundo, no tengo la menor duda de que lo es. Nos conocimos a través, gracias  o por medio de nuestras respectivas novias, que eran amigas desde hacía años. Ellas hicieron que nos encontrásemos entonces, de la misma manera que nos han hecho reencontrarnos después en innumerables ocasiones. Gracias a las dos por aguantarnos.

En el dilatado tiempo que nos conocemos he tenido múltiples oportunidades de interactuar con él. Algunas temporadas lo he hecho de manera más intensa y/o habitual; en otras, nuestras relaciones han sido más ocasionales y/o esporádicas. En todas hay un denominador común: la cordialidad, la mutua simpatía y la franqueza.

Mi amigo es una persona esencialmente positiva. Es uno de esos extraños seres que tiene permanentemente la mano tendida y la sonrisa en la boca. Es persona con una entidad admirable, de las que está dispuesta a ayudar siempre. Un tipo fantástico, que encara la vida en positivo porque mira las cosas con tal optimismo que lo traslada a cuantos le rodean. ¿Cómo se puede ser tan grande, siendo tan pequeño?

Mi amigo es un experto en positivar lo que es esencialmente negativo. Parece endeble y con escasos reaños, pero a fuer que los tiene. Doy fe. Es una persona con un par…, que ha sabido sobreponerse a las dificultades que la vida le ha puesto delante: físicas, psíquicas, existenciales y emocionales. Y lo ha hecho exitosamente, saludablemente, salvando siempre los muebles.

Es persona poco letrada, pero extremadamente inteligente, con una talento natural portentoso y una inteligencia emocional admirable. Un ser que ha sabido construir la felicidad a su alrededor. Y no me refiero al escaso espacio que ocupa su familia, sino a la explanada que ocupamos sus conocidos, amigos y personas que hemos vivido o lo hacemos en su cercanía. Que, por cierto, somos de toda clase y condición: adinerados y menos, inteligentes y mediocres, cultos e incultos, altos y bajos, gordos y flacos… Familia y amigos, conocidos y presentados… para todos hay siempre una buena palabra, una propuesta agradable, una sonrisa de bienvenida... ¡Cabrón!, qué virtud la tuya.

Claro que tiene sus cosas, como todos. Sus rabietas, sus cabreos explosivos cuando le encienden las injusticias o las diatribas políticas. Le conozco enfados portentosos con quienes actúan malamente contra sus ideas y sus cosas, contra sus amigos o contra su familia, ¡claro que tiene mala uva! Faltaría más.

Pero no es eso lo que destaca en él. Lo que prima en su imagen es el sosiego, la tranquilidad nerviosa, la disposición permanente, la sonrisa y la actitud positiva, el ver siempre el día despejado. Esa es su principal virtud, la que traslada a los demás: esa permanente alfombra placentera, de disfrute, de satisfacción, de alegría, de positividad.

'Barraquer', pescador, jugador de todo. Niño grande y borde, ‘alacantí’ de pro, festero. Devotísimo esposo, padre amante de sus queridísimas hijas, paseante incansable, pescador habilidoso, amigo inquebrantable, persona humilde donde las haya. Conversador chistoso y ocurrente, ser capaz de reírse de si mismo día si y día también.

En este punto y hora en que estás un poco pachucho, te escribo este post porque quiero animarte, devolverte en cuatro palabras, egoístamente, apenas nada de cuanto tan generosamente me has dado a lo largo de tantos años. Esto, Antoñito, va por ti, con todo mi afecto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario