lunes, 15 de enero de 2024

Año nuevo, viejos propósitos

Llegó el año nuevo y lo primero que me viene al pensamiento es aquello de..., que no nos pase nada. Desde la perspectiva política, medio planeta está llamado a las urnas en 2024. Más de 3.700 millones de ciudadanos podrán votar en las elecciones que se convocarán en 70 países, entre ellos EE. UU., la UE y la India, cuyos resultados tendrán un incuestionable impacto global. Ello, por sí mismo, es una grandísima noticia. Sin embargo, vista la reciente preeminencia de las opciones conservadoras y ultraconservadoras, las perspectivas de progreso no son precisamente halagüeñas. Por otra parte, siguiendo tendencias que se han consolidado en las últimas décadas, actualmente existen en el mundo más de treinta conflictos armados y un centenar de focos de tensión. Si bien cada conflicto es diferente y tiene distintas repercusiones humanitarias y geopolíticas, todos comparten características comunes: precarización de las condiciones vitales, violencias injustas y arbitrarias, maltrato y discriminación negativa de los más débiles (personas con discapacidad, mujeres, niños y mayores), quiebra de los derechos humanos, migración forzosa… Todos ellos factores netamente contribuyentes a la insalubridad, el malestar y la infelicidad de la ciudadanía planetaria.

El pasado verano, el secretario general de Naciones Unidas, António Guterres, proclamaba que la era del calentamiento global había terminado porque se iniciaba la de la «ebullición global». Lo decía porque con los últimos datos se confirmaba la aceleración de la crisis climática. Efectivamente, el verano de 2023 fue el más cálido desde que existen registros. Y lo que es peor, a lo largo de la última década se han ido acumulando los récords de temperatura. Y nada parece que vaya a cambiar durante 2024.

Por otra parte, los ricos son cada vez más ricos mientras la pobreza se sigue cebando con los más vulnerables. Los cinco hombres más acaudalados del mundo han duplicado sus fortunas desde 2020, pese a la pandemia del Covid19 y las guerras. Un reciente informe sobre desigualdad que publica anualmente Oxfam, coincidiendo con la reunión del elitista Foro de Davos, refleja que los cinco mayores «superricos» (Elon Musk; el jefe del imperio del lujo LVMH, Bernard Arnault y su familia; el fundador de Amazon, Jeff Bezos; el magnate tecnológico Larry Ellison y el inversor Warren Buffet) han incrementado su riqueza a un ritmo de 14 millones de dólares por hora, mientras simultáneamente se empobrecían 5.000 millones de seres humanos. En términos absolutos, las fortunas de las cinco personas mencionadas han pasado de 405.000 a 869.000 millones de dólares. De manera que estamos asistiendo a una década de división, de una rampante desigualdad —que no es accidental—, en virtud de la que miles de millones de personas soportan las secuelas de pandemias, guerras o especulaciones financieras, mientras las fortunas de los multimillonarios permanecen ajenas al contagio y se disparan protegidas con un manto de plena inmunidad.

En algunos idiomas, un único término  designa el azar y la oportunidad. En francés, por ejemplo, la palabra chance tiene las dos acepciones. Lo que diferencia a una de la otra es simplemente una mera cuestión de actitud. La primera corresponde a la pasiva, a la de quien espera sentado que un golpe de fortuna le solucione sus problemas. La otra es la activa, la de quien se propone un objetivo y traza un plan para conseguirlo. Es el talante de quienes piensan que la suerte puede provocarse porque depende básicamente de dos factores: estrategia y perseverancia. Ser estratega consiste en saber lo que se quiere y cómo se puede conseguir. Ser perseverante es no dejar de visualizar el objetivo apetecido y bregar por lograrlo. Inequívocamente, la práctica de ambas virtudes favorece que la suerte nos acompañe.

Muchos consideramos que la gente con suerte son personas convencidas de que el futuro está lleno de buena fortuna. El optimismo les ayuda a persistir cuando fracasan y a no desistir tras los fiascos. Lamerse las heridas, lamentarse por los infortunios, reiterar que se haga lo que se haga todo saldrá mal…, no conduce sino al desánimo, a la disuasión por intentarlo de nuevo. En ocasiones, tenemos la impresión que algunas personas han nacido con una «flor en el culo», pues parece que todo les llueva del cielo. Sin embargo, con poco que afilemos la mirada, nos percataremos de que nos enfrentamos a seres que, de manera más o menos consciente, ensayan continuamente todo tipo de estrategias para aumentar sus posibilidades de atraer la buena fortuna; bien abriendo sus mentes a lo inesperado, bien quebrando las rutinas, o arriesgándose y venciendo los miedos y trabajando las relaciones y los contactos. Son personas que intentan crear permanentemente las circunstancias propicias y siembran el terreno para que emerjan las oportunidades. Y ese es mi propósito para el año nuevo: no dejar nada al azar y pelear por lo que es justo y humanitario. ¿Y el vuestro?



2 comentarios:

  1. Pilar Penadés Gómez18 de enero de 2024, 20:49

    Vicente, muchas gracias por este artículo que has publicado.
    Estoy leyendo el libro " The Secret " de Rhonda Byrne , que está editado en Ediciones Urano en el año 2012.
    En él he leído que si queremos conseguir algo tenemos que visualizarlo en nuestra mente y también visualizar todo lo que tenemos que hacer para conseguirlo .
    En realidad es lo que estamos haciendo a lo largo de nuestra vida, estudiar , prepararnos y trabajar para conseguir nuestra visualización o nuestros sueños que es lo que decíamos.
    Si todos los seres humanos visualizáramos que queremos la paz y el bien para todos ya lo habríamos conseguido .

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  2. Gracias a ti, Pilar, por leerme. Comparto tus buenos deseos.

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