miércoles, 31 de enero de 2024

Escribir es corregir

Hace una década que anoté en este blog una entrada relativa a la necesidad de escribir que tenemos algunas personas. Dije en ella que la escritura es una experiencia muy personal, y por ello tiene tantos significados. Confesé que a veces escribía para dejar correr el pensamiento y registrarlo en un determinado soporte, y que en otras buscaba radiografiar mi raciocinio o mis emociones definiendo lo que siento o lo que medito. Decía que la escritura me liberaba de algunas pasiones y preocupaciones, que me aligeraba de las cosas de la conciencia y hasta de algunas sensaciones vegetativas. Añadía que escribir significa decir lo que no se puede o no se debe callar. De ahí que, como alguien dijo, suponga siempre poner la cara, hablar de frente. Por ello, cuantos escribimos sabemos que nos jugamos algo con nuestras palabras. Apostillé, finalmente, que escribir es una aventura fascinante, resultado de la transpiración más que de la inspiración. E insistí en que la escritura exige esfuerzo, dedicación, hacer y deshacer, buscar, corregir, reescribir...

Hoy quiero volver sobre esto último. Tras una década escribiendo con cierta regularidad, aseguro —como lo han hecho otros— que escribir es en buena medida corregir. Cuando escribo nunca sé bien si estoy haciendo una cosa o la otra, pues a menudo me sorprendo practicando ambas simultáneamente. Podría decir que escribo corrigiendo, o que corrijo escribiendo. Ahora bien, debo precisar lo que entiendo por corregir. Por lo general, se piensa que consiste simplemente en concordar correctamente sujeto, verbo y predicado, utilizar razonablemente la acentuación y los signos de puntuación, y poco más. Eso es lo que significa corregir el lenguaje ordinario o los textos administrativos. Sin embargo, desde el punto de vista literario, corregir es un verbo inmenso que atiende a muchas otras cosas, engloba una fase primordial de la escritura e incluye atender aspectos lingüísticos, estructurales y semánticos.

La primera versión de cualquier relato constituye poco más que un tosco andamiaje, que es necesario pues contiene el pensamiento primigenio subyacente, sin el que nada vendría después. A veces resulta de elaboración molesta, casi desagradable, y cuesta consumarla. Pero a ella debe suceder la fase primordial de la escritura: la corrección.

Corregir significa analizar el contenido de lo redactado para subsanar incoherencias, malentendidos, confusiones, lapsus… Significa detectar y remediar errores en la aplicación de la norma de la lengua escrita: fallos ortográficos (puntuación, tildes omitidas o innecesarias...), morfosintaxis incorrecta, ambigüedades, imprecisiones… Supone atender al uso estético o artístico del lenguaje, preservando los rasgos del estilo particular de quien escribe.

Escribir es corregir, corregir y corregir. Combinar la artesanía de la palabra con la orfebrería semántica. Una experiencia tan gravosa como prodigiosa. Como dije, sigo sin querer olvidar las palabras, y menos lo que significan. Y solo por eso merece la pena escribir…, y corregir.



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