miércoles, 24 de enero de 2024

Filosofía «delulu»

Con esta expresión no pretendo pitorrearme de nadie, aunque pueda parecerlo. Lejos de mi ánimo semejante dislate. Bien al contrario, aspiro exclusivamente a compartir el asombro —y también algunas reflexiones— que me produce el enésimo fenómeno que se viraliza en las redes sociales. Seis mil millones de likes en TikTok respaldan a un recentísimo mantra que ha sido objeto de profusos comentarios en la prensa nacional e internacional. La frase en cuestión es «Delulu is the solulu», un enunciado expansivo que ha permeabilizado las mentes y las redes, especialmente las que frecuentan los jóvenes de la Generación Z. Si bien no disponemos de traducción acreditada del vocablo delulu —del inglés delusional (delirante)—, en el contexto de la mencionada frase podría equivaler a algo parecido a «autoengañarse», y la sentencia completa sería «autoengañarse es la solución». En este caso, se entiende que para conseguir en la vida lo que se desea. Algo que habitualmente se ha considerado un desatino y que, sin embargo, ahora se ofrece como una solución de una sencillez abrumadora.

Obviamente, el éxito de la propuesta se asienta en el atractivo que supone la perspectiva de que cualquiera puede inducir y disfrutar de profusas oportunidades y venturas en la esfera profesional y en el ámbito emocional. Lo que ofrecen los gurús de tan escueta proposición es una sucinta y peculiar filosofía con la que se eluden las complejidades de la vida real y se alcanza una suerte de enajenación transitoria, que permite adoptar el perfil de la persona que se desea.

Esta invitación, que algunos consideran una versión satírica e hipertrofiada del pensamiento positivo, ha brotado de la nada y se ha divulgado rapidísimamente. Hasta el punto de que en los medios de difusión se especula sobre sus potenciales e inmediatas aplicaciones. Podría decirse que nos hallamos frente a una resumida y renovada versión de los viejos (?) libros de autoayuda, o de los ensalmos para alcanzar la felicidad, que intenta hacernos creer que semejante asunto depende exclusivamente de cada cual. Eso es lo que propone esta mirífica fórmula con un novedoso formato que realmente no es tal, sino que esconde vetustos mensajes de autoayuda —como los que incorporaba el bestseller de Rhonda Byrne (2006): El Secreto— que ahora se ofrecen envueltos en flamantes términos o empaquetados en cortos vídeos.

En suma, me refiero a un fenómeno vinculado al llamado pensamiento positivo que, en opinión de muchos académicos, no es sino una «reducción y simplificación» de conceptos e ideas bastante más poliédricos. Algunos de los aspectos especialmente criticados son la negación de las emociones negativas (miedo, ansiedad, ira, tristeza, depresión, asco…) y el rechazo de su contribución al crecimiento personal. Sin olvidar la propuesta de endiosamiento de la denominada «ilusión positiva», una suerte de venda de optimismo que distorsiona radicalmente la realidad, pues aspira a instaurar en las mentes una fe casi ciega en la rúbrica que augura que todo irá bien. Sin embargo, como sabemos, la interpretación errónea de tan bienintencionado lema conduce al derrumbamiento emocional cuando las cosas no ruedan como esperamos o cuando tomamos conciencia de que el correlato entre actitud positiva y bienestar no existe. En definitiva, cuando los actos considerados positivos no se traducen mecánicamente en consecuencias favorables, cosa que sucede frecuentemente como todos sabemos

Así pues, el reduccionismo de estos enfoques psicológicos difunde un mensaje equívoco de conceptos como el optimismo o la felicidad. Porque la ira, el miedo o la tristeza también son per se emociones productivas, esenciales para el aprendizaje y el crecimiento personal. Los seres humanos no podemos evitar la tristeza, ni enfadarnos o sentirnos aterrorizados porque dejaríamos de serlo. Lo que sí podemos, como hacemos con las emociones positivas, es aprender a moderar su impacto negativo y a transformarlo en fuente de conocimiento y de desarrollo personal. Justamente para eso sirven las denominadas emociones básicas, cuya finalidad no es otra que contribuir a facilitar el equilibrio personal y a asegurar la adaptación social.

Estas corrientes del pensamiento positivo me parecen peligrosísimas. Los mantras que se difunden desde la esfera política, o desde la propia psicología, apelando a que: «tus deseos son tus derechos», «Good vibes only», «los sueños se cumplen», los duros se cambian a cuatro pesetas o los perros se atan con longanizas, me parece que abonan un contexto ineducativo, que no puede sino contribuir a causar en diferido un profundo malestar entre la ciudadanía, cuando no generar una frustración insoportable. No deja de sorprender que a estas alturas todavía se sigan prodigando los timos del tocomocho o de la estampita. Y me pregunto qué pasará con las nuevas generaciones inmersas en la nueva religión del narcisismo, el egocentrismo, las inalcanzables expectativas, la autoayuda y el pensamiento positivo. Me pregunto por lo que harán cuando constaten, descarnadamente, que no siempre suelen cumplirse; más bien casi nunca. Porque es evidente que no basta con creer en el éxito profesional o personal para alcanzarlo.

El esfuerzo, el optimismo, la gratitud, la creencia en la felicidad, la sonrisa como respuesta o lo que se nos ocurra, poco o nada tendrá que hacer si ocultamos el lado negativo de las cosas. Solo siendo conscientes de que existe lograremos hacer algo para intentar cambiarlo. Porque, nos guste o no, es ineludible pensar sobre qué hacer con aquellos que no conseguirán profesionalmente lo que esperaban, con los que se quedarán sin pareja, con los que no podrán tener casa propia o con los que enfermarán y no tendrán acceso a los recursos sanitarios. Ni siempre seremos felices, ni siempre conseguiremos lo que nos propongamos. Ni pasa nada por no serlo o no conseguirlo. A no ser, claro, que optemos por vivir narcotizados e inmersos en un pensamiento mágico que identifica vida con sonrisa y felicidad. Afortunadamente, la vida son muchas cosas más.



2 comentarios:

  1. Es la tercera vegada que el disfrute, el "cabet" ja no és el que era...ni cal.
    No sols m'agrada la reflexió final, síntesi de saviesa, tambe la manera d'entendre la vida.
    "Ni siempre seremos felices, ni siempre conseguiremos lo que nos propongamos. Ni pasa nada por no serlo o no conseguirlo. A no ser, claro, que optemos por vivir narcotizados e inmersos en un pensamiento mágico que identifica vida con sonrisa y felicidad. Afortunadamente, la vida son muchas cosas más."
    Gracies Vicent...
    Carme

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  2. Gràcies a tú, Carme, per llegir-me. Una abraçada.

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