miércoles, 22 de noviembre de 2023

Crónicas de la amistad: Aspe (50)

Hoy, nuestro particular y amistoso periplo discurría de nuevo por tierras de Aspe. Casi retornábamos a los comienzos de nuestros cónclaves, que ya se prolongan por espacio de más de una década. Entre otras cosas, hemos experimentado en ellos que la amistad es un elemento clave para la comunicación, un soporte esencial de las relaciones interpersonales. De ahí que sea uno de los grandes asuntos que han estimulado la inquietud y motivado la reflexión de los seres humanos a lo largo de la historia. Sabios y filósofos nos han legado consideraciones sobre la amistad que tienen plena vigencia, pues al fin y al cabo no es sino un propósito íntimo, propicio para la cavilación y el autoconocimiento, que coadyuva a reencontrarnos con nosotros mismos. No albergo la menor duda de que la amistad es un elemento de crecimiento interior que ayuda a encarar la vida con optimismo y provecho. Ya lo dijo el escritor estadounidense Orison S. Marden: «Gran cosa es tener amigos entusiastas que se interesen constantemente por nosotros y por nosotros trabajen en toda ocasión, alentándonos con estimulantes palabras siempre que convenga, y que, al propio tiempo, soporten nuestras impertinencias, escuden nuestras debilidades, deshagan las calumnias y mentiras que nos perjudiquen, desvanezcan las malas impresiones, nos pongan en buen lugar cuando necesitemos quien nos defienda en nuestra ausencia, desbaraten los prejuicios levantados por algún error o tropiezo y estén siempre dispuestos a nuestro mejoramiento y auxilio».

El discurrir de hoy por determinadas áreas del término municipal aspense camino de nuestro inicial destino, la cafetería Sama, cercana al parque dedicado al Dr. Calatayud, nos ha sumergido de nuevo en una muestra paradigmática del dominio árido característico del sureste peninsular, excelentemente representado por el territorio que se extiende en la cuenca meridional de los valles del Vinalopó. De nuevo, hemos incursionado en un paisaje modelado por el clima estepario, con perceptibles influencias en la vegetación y en los cultivos que individualizan estas tierras alicantinas, organizadas por sierras interiores salpicadas de amplios corredores, en las que menudean las parcelas dedicadas la explotación de la uva de mesa, mediante un laboreo que combina la espaldera y el emparrado. Un territorio que apela al recuerdo del maestro Azorín, narrador inimitable de sus paisajes y sus atávicos ritos y costumbres. Un paisano que propone la modestia para compensar las inquietudes intelectuales, el disfrute de los pequeños grandes placeres que esconden los objetos y las experiencias cotidianas. De ahí que, desde una perspectiva literaria, formule el programa de acción de su párvula filosofía a través de la estética del reposo, definida por el silencio, la quietud y el ritmo pausado de las labores. Un universo que describe como nadie con su característico estilo de frases breves y precisas, de descripciones escuetas y expresionistas. En suma, utilizando los mínimos recursos para decir lo máximo posible, una estrategia idónea para describir el peregrinaje por el singular horizonte de lomas y ondulaciones, de barrancos y cañadas, que modelan las vertientes de colinas y oteros sucediéndose en una suerte de oleaje infinito.

Un paisaje, este, cuya contemplación alimenta mi placentera quietud reflexiva desde la que evoco que, en ocasiones, se ha considerado la debilidad humana como posible causa de la amistad. Sócrates, sin ir más lejos, entendía que tener muchos amigos era una señal de descrédito y no un símbolo de prestigio. Argumentaba al respecto que las personas somos seres incompletos, carentes de autosuficiencia y bondad. De esa constatación, deducía que nuestra propia debilidad natural podría ser la causa eficiente del origen de la amistad, pues al ser imperfectos necesitamos del apoyo de los otros. Discrepo del eminente filósofo porque, aunque me parece positiva su propuesta de reconocer y aceptar las propias carencias, entiendo que la necesidad de alcanzar aquello de lo que estamos desprovistos no es causa suficiente para generar una amistad auténtica. Considero que la amistad inducida por la mera necesidad busca esencialmente la utilidad y, en tal caso, cuando se consigue esta, pierde su sentido la otra y se abandona. De modo que un vínculo amistoso de semejante naturaleza se esfuma con relativa facilidad. Es más, la amistad concebida así encarna un peligro de rabiosa actualidad que debe combatirse resueltamente porque la mera utilidad conduce sin solución de continuidad al pragmatismo, este al utilitarismo y, finalmente, al más atroz individualismo.

Por ello, concuerdo más con otros estudios que aluden a dos requisitos fundamentales para alcanzar la felicidad en la amistad: la vida en común y el ejercicio conjunto de las virtudes. Respecto al primer asunto, diré que la felicidad presupone actividad, implica actuación. Y no cabe duda de que resulta más fácil interactuar con los demás que hacerlo con nosotros mismos. Por otro lado, es bastante común el deseo de compartir determinadas circunstancias vitales con los amigos y disfrutar de su compañía. De ahí que en la amistad se dé el intercambio de opiniones y de pensamientos, y fructifique también el diálogo, que requiere el empleo de las palabras y el uso de la razón. Todo ello, indubitablemente, contribuye al enriquecimiento personal. Ya lo dijo Aristóteles: «El hombre dichoso necesitará de amigos, si es verdad que quiere contemplar acciones buenas y hacerlas propias, y tales son las acciones de un amigo que es bueno» (Ética a Nicómaco).

Por otro lado, la felicidad conecta con la amistad porque practicando las virtudes conjuntamente con los amigos se puede alcanzar el bien y la felicidad. En ello radica la importancia de la virtud para lograr la felicidad y, a la vez, de ahí emerge la amistad como condición sine qua non para ejercitarse en las virtudes. La virtud es el modo de ser que capacita para llevar a la práctica las mejores acciones que, en definitiva, son las que conducen a la felicidad. Quienes aspiran a ser felices actúan preferentemente conforme a la virtud, enfrentando las vicisitudes de la vida con la moderación que demanda cada circunstancia. Como afirma Aristóteles: «La vida feliz será la del que actúe de acuerdo con la virtud» (Ética a Nicómaco). La persona virtuosa tiende a ayudar y prestar servicios a sus semejantes porque los seres humanos necesitamos amigos a quienes favorecer. Las acciones virtuosas tienen características agradables y, en consecuencia, quienes las practican tienden a realizar buenos actos. De modo que los amigos, al realizar obras virtuosas conjuntamente, se ayudan mutuamente para alcanzar la felicidad. De este modo se materializa un triple vínculo entre felicidad, amistad y virtud que tan acertadamente sintetiza la frase: «el hombre feliz necesita amigos virtuosos».

En tanto que perfeccionaba la anterior perorata, habíamos recorrido los escasos kilómetros de la A-7 que separan las afueras de Alicante del cruce con la CV-847, que conduce a Aspe. El paisaje y la hora disuadían de continuar con la monserga y estimulaban a refugiarse en el prosaico territorio de la subsistencia. Como en otras ocasiones, Antonio García nos había emplazado a las 12:30 horas en la cafetería Sama, junto al parque dedicado al médico Francisco Calatayud Gil, que fue alcalde entre 1927 y 1930, y que continúa siendo el principal pulmón de la población. Una obra que se inauguró en 1942, diseñada por el aparejador municipal, Higinio Perlasia, que también es artífice del colindante mercado de abastos, de traza neoárabe, edificado en 1930. El parque, que ya fue espectacular en su tiempo, continúa siendo uno de los de mayores dimensiones y más frecuentados del municipio. A lo largo de su historia ha sufrido numerosas reformas que, afortunadamente, han respetado sus ocho características pérgolas de obra y madera, decoradas con azulejos, y el remate de la escultura de la fuente central, obra del reconocido escultor Daniel Bañuls.

Tras los protocolarios abrazos y parabienes, mientras esperábamos a que llegasen los más retrasados y nos poníamos al día de las diferentes novedades, hemos despachado un aperitivo a base aceitunas rellenas, patatas chip, mejillones en escabeche y berberechos en su jugo, que nos ha dispuesto el espíritu para desplazarnos inmediatamente al restaurante Pabellón Deportivo, donde Antonio había reservado la comanda, que hoy componía un menú integrado por un surtido de aperitivos a base de jamón ibérico al corte, pulpo a la gallega, gambas con cabeza al ajillo y salazones alicantinos con tomate trinchado. Como plato principal se ofrecía codillo al horno, solomillo de ternera, bacalao al perfume de ajos, caldero de gallina, arroz meloso con carabineros, arroz con conejo y caracoles y arroz con bogavante. Como remate, se brindaba un postre casero, acompañado de café e infusiones. Todo ello bien regado, con cervezas y vino. Optamos por platos diversos, singularmente solomillo, codillo y arroz meloso con carabineros. Globalmente una cuchipanda aceptable, que hemos despachado displicentemente.

Como no podía ser de otro modo, nos hemos desplazado a una terraza exterior protegida, pues hoy hacía «rasquilla», para iniciar la sobremesa y apurar los cafés y las copillas. Obviamente, Antonio Antón ha dirigido el remate canoro de este quincuagésimo encuentro, en el que hemos vuelto a echar de menos a Elías, que ha incluido piezas clásicas de su inagotable repertorio como Si em dius adéu, La briola i el cremaor, Un alcalde de la población, Perque visc en la teulera, Les danses d'Elx, La cançó de les balances, Aline, María la portuguesa, Si Adelita se fuera con otro, La llauradora o De l'aigua dolca venim.

En fin, como dice Cicerón: «¿Qué dulzura quedará en la vida si se quita la amistad? Privar la vida de amistad es como privar al mundo del sol. La amistad es lo único sobre cuya utilidad está de acuerdo toda la humanidad». De modo que, para no discrepar de la inmensa mayoría —aunque ello nos importe un pimiento— y para exprimir el disfrute de los valores amistosos, Luis nos ha emplazado en Novelda, a finales del próximo enero. ¡Salud y felicidad hasta entonces, amigos!



4 comentarios:

  1. Gracias por hacerme partícipe de ese amistoso y elegante escrito.
    Me quedo con esas subrayadas frases :"El hombre feliz necesita amigos virtuosos.
    Qué dulzura quedará en la vida si se quita la amistad?
    Privar la vida de amistad es como privar al mundo sin sol"
    En la tierra del norte donde comencé a soñar, apredí el valor sagrado y de compromiso que se tiene a la palabra Amistad.Se cita poco pero se alimenta con los hechos y compromiso de la vida.Gracias por hacerme partícipe de tu escrito. UN ABRAZO

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    1. Gracias a ti por leerme. Otro abrazo para ti.

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  2. Pilar Penadés Gómez22 de diciembre de 2023, 20:15

    Gracias , Vicente , muchas gracias . Estoy completamente de acuerdo contigo y con Aristóteles. Para mí la amistad es muy importante porque forma parte de la salud física y mental. Me encanta estar en contacto con mis amigas y amigos ( algunos son también familiares ), a unos los veo y hablo con ellos casi todos los días porque son mis vecinos pero a otros que viven en otro barrio o en otra ciudad , o país , gracias a la correspondencia, a los teléfonos , al WhatsApp me encuentro más feliz , segura y contenta porque puedo ayudarles cuando me necesitan y pedir ayuda si la necesito. Le doy gracias a Dios 🙏 🙌 porque nos ha creado con la capacidad de hacer amigos y poner en práctica " Amarás a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo ".

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  3. Gracias a ti, Pilar.

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