viernes, 10 de noviembre de 2023

Quince centímetros

Esa es, exactamente, la distancia que media actualmente entre las estaturas de mis nietos. Quince centímetros que resumen la ventaja que el mayor ha logrado sobre la pequeña durante los dos años y cuarenta y cinco días que separan sus respectivos alumbramientos. Gardel decía en su canción que veinte años no es nada. Y otros han apostillado que tampoco lo son veinticinco, treinta, o incluso cincuenta. Todos erraron. Veinte, treinta o cincuenta son muchos, demasiados, años. Obviamente, según la mirada desde la que se contemplen, que, en mi caso, corresponde a la que hoy forja en mi mente y en mi corazón el recuerdo de dos espléndidas criaturas de siete y cinco años, cuyas edades son pequeñeces si se las compara con las añejas humanidades que vamos completando quienes peinamos canas —a veces, ni eso— y estamos de vuelta de tantas y tantas cosas.

Pronto hará un año que escribí en este blog los últimos renglones sobre Fernando y Arizona. Fue con motivo de nuestra coincidencia en Gestalgar, a donde se desplazaron con sus padres desde Madrid. Era noviembre y los niños ponían sus pies en el pueblo por primera vez. Cuanto encontraron allí fue extraordinario para ellos. Aquel fin de semana comprobamos reiteradamente su curiosidad y su asombro al contemplar espacios domésticos y naturales novedosos y desconocidos, productos agrícolas y objetos locales manufacturados, juguetes antiguos y desusados, comercios tan precarios como peculiares. Incluso degustaron productos que, pese a conocerlos, no habían probado antes. Les sorprendió, además, una casa de pueblo que, aunque está renovada, tiene espacios y recovecos para jugar y esconderse. Muchas fueron las anécdotas y no menos las alegrías que nos depararon los apretados días compartidos en un desertizado y párvulo lugar, cuyas proporciones siguen siendo acordes con la dimensión de las personas.

Retomo el hilo de relato parental, hoy que vuelven a estar con nosotros en Alicante, para decir que, aunque hace un año que no los menciono expresamente en este blog, no hay día que no los recuerde y los eche de menos. Y si por un casual ello sucede, ahí está el grupo de WhatsApp Los abuelos de Fer y Ari para recordármelos. Ahí están los chats, las fotografías y los vídeos que nos envía sistemáticamente su progenitor, que son como una suerte de cordón umbilical que enlaza a la familia permanentemente.

Durante el amplio intervalo al que me he referido, Fernando se ha consolidado como un pequeño hombrecito que, mientras sus abuelos sufrían y se trataban algunos de los variopintos e inevitables achaques característicos de sus edades, ha crecido 5 o 6 centímetros y ha perdido algunos de sus dientes de leche (creo que son cuatro). Por otro lado, por lo que percibo cuando hablo telefónicamente con él —poco, la verdad, porque no le gusta— y con lo que contrasto cuando lo veo personalmente, diría que ha consolidado y refinado su percepción del transcurso del tiempo, diferenciando correctamente las unidades de su medida. Según dicen sus profesoras, es un alumno ejemplar que muestra sus preferencias por un estilo de aprendizaje relacionado con las actividades prácticas, que le gusta desarrollar de forma independiente y tranquila.

En lo relativo a su desarrollo afectivo y social, percibo en sus desempeños un creciente interés y sensibilidad con los sentimientos de los demás, aprecio cómo va modelando su empatía, importándole y preocupándole las opiniones y estados de ánimo de los otros (no solo de sus familiares directos). Por otro lado, por lo que cuentan sus padres, parece que ha cambiado algunas de sus amistades, ampliándolas a otros niños, mayoritariamente compañeros de colegio. También ha mejorado su coordinación motriz en actividades que requieren la concurrencia de movimientos grandes. Nada con soltura, se lanza a la piscina desde cualquier posición, muestra notoria habilidad para conducir vehículos (karts, patinetes…), manejarse en las atracciones de feria, etc.

Arizona, por su parte, ya reconoce la mayoría de las letras del alfabeto. Cuenta hasta veinte objetos. Sabe los nombres de casi todos los colores. Comprende los conceptos básicos del tiempo y distingue perfectamente para qué se usan la mayoría de los objetos que tienen en casa (dinero, alimentos, aparatos electrodomésticos...).

En el ámbito del desarrollo afectivo y social, quiere agradar a sus amigos y ser aceptada por ellos, aunque a veces rechaza a algunos compañeros arguyendo que la insultan o le pegan. Suele obedecer las reglas y manifiesta una independencia creciente. Ha aumentado su capacidad para distinguir entre la fantasía y la realidad, aunque disfruta de los juegos de simulación y también disfrazándose. Participa en juegos sociales, preferentemente con niñas.

En cuanto al lenguaje, es capaz de mantener una conversación significativa con otra persona, comprende las relaciones entre los objetos («Tito monta en bicicleta»), usa el tiempo futuro, suele aludir a las personas (u objetos) por su relación con otros («la mamá de Celia», en lugar de «la señora Marta», por ejemplo), relata una pequeña historia o cuenta cuentos, haciéndose entender muy bien.

En la esfera del desarrollo sensorial y motor, sabe dar volteretas, hacer el pino, andar a saltos y hacerlo a la pata coja; así como balancearse y trepar. Usa sola el baño y rara vez moja la cama. Por otro lado, tiene bien desarrolladas ciertas habilidades motoras finas que le permiten copiar figuras geométricas, dibujar personas con cabeza, cuerpo, brazos y piernas. Escribe casi todas las letras minúsculas y mayúsculas del alfabeto. Se viste y se desviste con progresiva autonomía, aunque a veces necesita ayuda y todavía no ha aprendido a atarse los cordones de los zapatos. Además, come autónomamente con tenedor y cuchara.

Hoy me interesa destacar especialmente la positiva interacción que se percibe entre Arizona y Fernando. La relación entre hermanos es probablemente una de las más duraderas de nuestras vidas y juega un papel fundamental en el día a día de las familias. Sin embargo, en comparación con la gran cantidad de estudios realizados sobre la convivencia entre padres e hijos, es mucho más exigua la atención que se ha prestado al papel de los hermanos y a su impacto en el desarrollo mutuo, pese a constituir un componente integral de los sistemas familiares y coadyuvar a conformar un contexto importante para el aprendizaje y el desarrollo.

En la primera infancia, las relaciones entre hermanos presentan cuatro características esenciales: a) las define una fuerte carga emocional con pocas  inhibiciones;  b) predomina en ellas la intimidad (juegan juntos durante mucho tiempo y se conocen muy bien), lo que favorece las oportunidades para proporcionarse mutuamente apoyo emocional e instrumental; c) existen grandes diferencias individuales en la calidad de las relaciones; y d) a menudo, la disparidad de edades hace que se generen disputas, pero a la vez propicia un contexto positivo de intercambios complementarios que incluyen enseñar, ayudar y cuidar. En todo caso, las características de las relaciones fraternales a veces hacen difícil su abordaje por parte de los padres.

La convivencia fraternal se revela así como un laboratorio natural para que los niños aprendan sobre el mundo. Es un espacio seguro para desentrañar cómo debe interactuarse con los otros, para aprender cómo manejar los desacuerdos y cómo regular las emociones de toda índole desde parámetros socialmente aceptables. Son muchas las oportunidades que propicia el entorno familiar para que los niños y jóvenes analicen y metabolicen las relaciones con los demás miembros de la familia, que suelen ser cercanas y cariñosas, pero también desagradables y agresivas en algunas ocasiones. Por otro lado, en el hogar menudean las oportunidades para que cada uno de los hermanos utilice sus habilidades cognitivas para convencer a los demás, para enseñarles y, también, para imitar sus acciones. Los beneficios derivados de esas relaciones cálidas y positivas pueden durar toda la vida, de la misma manera que las interacciones tempranas difíciles suelen estar asociadas con procesos de desarrollo indeseados.

La crianza sensata y sensible que ensayan los padres de Fernando y Arizona, secundada por sus cuidadores, educadores y familiares, está contribuyendo significativamente a su adecuado desarrollo personal y social. Las estrategias parentales para gestionar la convivencia entre los hermanos son de vital importancia para aprender a vivir y a convivir. Y es que, como decía al principio, veinte, treinta o cincuenta años son eternidades contempladas desde la atalaya que proporciona el poco más de un centenar de centímetros que alcanzan las estaturas de mis nietos, pero como dijo William Blake en su poema Auguries of innocence, «[…] Para ver el mundo en un grano de arena/ y el cielo en una flor silvestre, / abarca el infinito en la palma de tu mano/ y la eternidad en una hora…».



6 comentarios:

  1. una magnifica lección de pedagogía de la primera infancia desde la primera fila

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  2. Gracias! No era mi intención. Un abrazo

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  3. Meravellosa visió i reflexió, desde dins. Quanta sensibilitat i emoció en les observacions.
    No he pogut evitar, recordar el jocs i interrelacions entre els cinc germans i varios cosins... que important en el que sóm ara. L'educació "ben entesa", se porta de la família...no se delega al cole.
    Carme

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  4. Així és Carme, plenament d'acord.
    Una forta abraçada.

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  5. Preciosos nets, i un gran iaio! A gaudir d'ells!

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  6. Moltes gràcies. Sí, intentem gaudir d'ells tot el que podem.

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