lunes, 11 de septiembre de 2023

Palabras, música, memoria

A veces tengo la impresión de que las canciones ocupan un lugar privilegiado en la memoria. De vez en cuando olvido cosas elementales como dónde he dejado el teléfono o las llaves del coche y, sin embargo, siempre que escucho canciones en la radio o las recuerdo mentalmente, soy capaz de entonar la letra de cualquiera de ellas o de reproducir una determinada letanía o poesía, aunque haga muchos años que las oí o las repetí. Ello me lleva a conjeturar que debe existir alguna especial relación de la música y las palabras con la memoria. Algo que sospecharon los científicos hace años y, por ello, la ciencia ofrece en la actualidad algunas explicaciones de ese vínculo.

Por un lado, se asegura que las características de la música sirven de matriz predecible para ayudarnos a recordar las letras asociadas. Por ejemplo, el ritmo y el compás dan pistas sobre la longitud de la siguiente palabra de una determinada secuencia, lo que nos ayuda al limitar las opciones de términos a recordar. Por otra parte, la melodía de una canción contribuye a segmentar un texto en fragmentos significativos. Y ello nos permite recordar porciones de información más largas que si tuviésemos que memorizar cada palabra por separado. Además, las canciones suelen utilizar recursos literarios como la rima, la anáfora o la aliteración, que todavía facilitan más la memorización.

Vislumbro que algo de esto debe haber porque, como sabemos, antes de que existiese la escritura, la música se utilizaba para transmitir oralmente historias e información. Una costumbre que todavía subsiste y que puede constatarse en el aprendizaje de rutinas básicas relativas a los números, las tablas de multiplicar o las combinaciones silábicas previas a la lectura corriente. Las tradiciones orales, estudiadas ampliamente por antropólogos, historiadores y lingüistas, arrojan valiosa información sobre el funcionamiento interno de la memoria humana. De hecho, los investigadores han propuesto algunos modelos de recuerdo que utilizan para descubrir los mecanismos de memoria que subyacen a géneros como la epopeya, la balada y la rima de conteo.

He dicho en otras ocasiones que nuestros recuerdos no son del todo reales. Más bien, son una recreación de la realidad que hemos vivido, pues responden a la interpretación que el cerebro hace de nuestras experiencias. Por ello, si una de ellas ha sido compartida por varias personas, a menudo, es recordada de forma algo diferente por cada una de ellas.

El criterio preferido por el cerebro para decidir qué recordar y qué olvidar radica en el contenido emocional de una determinada vivencia. Nos acordamos, sobre todo, de aquello que nos impacta emocionalmente, positiva o negativamente. Las experiencias que tenemos diariamente se van acumulando en una región del lóbulo temporal del cerebro denominada hipocampo. Pegada a él, y en estrecha relación, se encuentra el núcleo de la amígdala cerebral, donde se elabora el componente emocional de los recuerdos. Durante el sueño, concretamente en las fases de sueño profundo, el cerebro decide lo que quiere guardar en la memoria a largo plazo y lo que prefiere olvidar. A continuación, los recuerdos seleccionados se reparten por la corteza cerebral, donde quedan almacenados. Cuanto más impactante emocionalmente haya sido una vivencia, o más se haya repetido una determinada situación, más fácil será que el recuerdo del hipocampo sea seleccionado para ser almacenado en la memoria a largo plazo de la corteza cerebral. Así pues, en el anclaje de determinadas vivencias con la memoria juega un papel fundamental el componente sensorial que las acompaña, sea un paisaje admirable, la luminosidad de un determinado día o sonidos ambientales o musicales concretos. Este componente sensorial es la clave que permite el acceso a la gaveta cerebral donde depositamos en su día un determinado recuerdo y lo aflora a nuestra conciencia.

Aseguran los estudiosos que entre los componentes sensoriales de los recuerdos destaca especialmente la música. Oír de nuevo las canciones que escuchamos en un determinado periodo de nuestra vida, nos transporta a esos momentos, rememorando circunstancias que creíamos olvidadas. La música posee cadencia, ritmo y armonía; y a las neuronas les gusta acoplarse y seguir compases que ordenan su actividad. De modo que, además del intenso componente emocional que conlleva, la propia naturaleza de la música ayuda a fijar los recuerdos.

La investigación en este campo se está aplicando para ayudar a personas con diversos trastornos neurodegenerativos. Por ejemplo, la música parece ayudar a los enfermos de Alzhéimer y esclerosis múltiple a recordar información verbal. En otra ocasión, comenté que el profesor Särkämö, de la Universidad de Helsinki, coordina el proyecto PREMUS (Preservación y eficacia de la música y el canto en el envejecimiento, la afasia y la enfermedad de Alzheimer), financiado por la UE. Esta iniciativa utiliza técnicas basadas en la actividad de «coros de seniors» integrados por pacientes con afasia y sus familiares. El canto se revela en este caso como una importante herramienta de rehabilitación de la afasia y de previsión del deterioro cognitivo.

De las conclusiones de esta última investigación se deduce que resulta fundamental cantar activamente y no solo escuchar música coral, pues al hacerlo se activan las zonas frontal y parietal del cerebro, que son las encargadas de regular el comportamiento y la utilización de los recursos motores y cognitivos asociados al control verbal y a las funciones ejecutivas. Y es que no debe olvidarse que el cerebro es como un músculo: si se entrena, se tonifica. Eso es, justamente, lo que se consigue cantando. Naturalmente, existen otras formas de entrenarlo, pero el canto es, inequívocamente, una actividad que ayuda a mejorar la función cerebral.

Así pues, es innegable la estrecha relación de las palabras, la música y la memoria. Además de hacernos disfrutar y de acompañarnos en los mejores momentos de nuestras vidas, está comprobado científicamente que la música también es buena para la salud. Reduce la ansiedad, el estrés y el dolor físico; mejora la circulación sanguínea, ayuda a dormir mejor y nos hace ser más optimistas; y además, combate los desórdenes neurológicos, sirve como tratamiento de lesiones cerebrales y mejora la memoria. Tal vez todo ello explica que se comparta tan ampliamente el gusto por la música y el canto que, además, nos ayudan a retener las palabras en la memoria y, lo que es más difícil, a lograr evocarlas.



10 comentarios:

  1. Pues si Vicente la música es de lo más importante para todo.ayuda mucho el ánimo y la memoria.
    Bonito artículo. Un abrazo

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    1. Muchas gracias, Mari-Peca.
      Otro abrazo para ti.

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  2. Es cierto que el sonido y la melodia despiertan recuerdos vividos con una emotividad especial. Al tiempo que aparecen sentimientos y emociones implicadas.

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    1. Efectivamente. Gracias por tu comentario. Saludos.

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  3. Me ha gustado mucho, además de que estoy totalmente de acuerdo. Una visita, yo a ti siempre te asocio a una canción : Paquito el chocolatero. Seguro que no te acuerdas por qué, una pista: Nottingham. Besos

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  4. Muy interesante, Vicente. Y estoy de acuerdo contigo. La música nos recuerda distintos momentos de nuestra vida y nos ayuda en muchos otros. O simplemente nos hace disfrutar.MF

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  5. Efectivamente. Gracias por leerme.

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  6. Vicente , gracias por el artículo tan magnifico sobre la relación entre la música y la memoria .
    Leyéndolo me estaba acordando de que cuando tenía 13 años cantaba las canciones de los Beatles en español junto con una compañera antes de entrar en el Instituto José de Ribera de Xàtiva . Todas las mañanas antes de las 9. Éramos de grupos de amigas distintos pero nos unían las canciones de los Beatles.
    Creo que esto no se me va a olvidar .

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  7. Seguro que no lo olvidas. Gracias por leerme.

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