domingo, 3 de septiembre de 2023

Filosofía Mr. Wonderful

Definitivamente, se ha instalado entre nosotros una suerte de compulsión, una especie de obsesión por sentirnos permanentemente bien. Continuamente se nos convence de que podemos lograrlo a través de variopintas y engañosas perversiones, que se ofrecen con diversos formatos tales como la autoayuda, el culto al cuerpo o la positividad sin fin. Estas y otras perversidades han monopolizado el mercado, pues se han incorporado a infinidad de productos que adquirimos devotamente, como antaño se compraban las estampitas de los santos para rezarles o colocarlas en el cabecero de la cama. Así lo contaba hace pocos días la joven y consagrada escritora Elvira Navarro en una entrevista que le hacían para un diario.

Como ella recordaba, todo está invadido por un irritante lenguaje emocional que se vehicula a través de frases supuestamente motivadoras: «Deja de darle vueltas a todo y sonríe», «si te esfuerzas no habrá sueño que se te resista», «hoy vas a conseguir lo que te propongas», «don’t worry, be happy», «los sueños se hacen realidad». Estas y otras muchas sentencias se adhieren a cualquier artículo de merchandising o se incorporan a los anuncios, sean de lo que sea, sin otro objetivo que el lucro de sus promotores. Sí, concluyentemente, se ha consolidado en nuestra sociedad, especialmente entre las generaciones Z, Y y X (treintañeros a cincuentones), aunque no solamente entre ellos, la denominada «filosofía Mr. Wonderful», que es una ideología barata defensora de la felicidad, del triunfo individual y del optimismo, no tanto como logros deseables sino como una especie de obligaciones benévolas. En ella, se demoniza el dolor y el fracaso, pese a que cualquier adulto sensato sabe de sobra que ambos son insustituibles escuelas de vida, que nos enseñan a relativizar la importancia de las cosas, a sobreponernos a las adversidades y a no temer.

Este clima que se ha adueñado de la sociedad produce una cierta inquietud. De hecho, se contrasta con frecuencia que la gente vive ofuscada con el éxito y el bienestar, con navegar en la abundancia, mientras simultáneamente se radicaliza con actitudes egoístas e insolidarias y con la obsesión por la seguridad. Paradójicamente, esta corriente que todo lo arrasa hace crecientemente vulnerables a las personas, alejándolas de unas metas que son ficticias, casi imposibles de alcanzar, y que no incluyen ninguna aspiración colectiva. Sí, concuerdo con Elvira en que caminamos alegremente hacia el abismo, embebidos en consignas «empoderadoras», ansiolíticos y recetas fáciles para la superación personal.

Alternativamente, como bálsamo para las «heridas» del día a día, propondría de nuevo volver a la filosofía porque siempre me parece el foco rutilante que pone luz en los lugares comunes y en los consejos banales, incluyendo los que se disfrazan de sabiduría. Y plantearía, en consecuencia, retomar algunas propuestas de Schopenhauer, el representante por antonomasia del denominado pesimismo filosófico. Entre sus ricas reflexiones sobre la vida destaca El arte de ser feliz (Herder, 2016), una recopilación post mortem en un breve libro que desvela cincuenta consejos para aspirar a alcanzar la eudemonología, que en la perspectiva del alemán no pretendía tanto adquirir un estado de plenitud jovial, como aplacar el sufrimiento y el ánimo desgraciado, permitiendo desarrollar el sosiego y la tranquilidad más o menos duraderos. De entre el medio centenar de claves que ofrece Schopenhauer, diez de ellas destacan por su carácter práctico y motivador. Esquemáticamente son: el sufrimiento es inevitable, se debe disfrutar de la fugacidad de las alegrías, deben cuidarse las amistades porque son elemento clave del buen vivir, también hemos de valorar lo que tenemos, mimar la salud, mantener un óptimo deseo de vivir, limitar la acción y moderar las expectativas, aprender cosas nuevas, desterrar la envidia y vivir la felicidad, si llega. Me detendré brevemente en tres de ellas.

Como dice el filósofo, por mucho que lo rechacemos, el sufrimiento es inevitable, el ser humano está condenado a enfrentarlo, pues se lo procura su propia individualidad existencial. Por tanto, aceptar que vamos a sufrir en la vida es un primer paso imprescindible para alcanzar algo parecido a una cierta paz de espíritu que nos aleje de la melancolía y de la desgracia.

Por otro lado, me parece, así mismo, muy oportuna su propuesta de moderar las expectativas, de limitar el propio ámbito de acción, dando menos oportunidad al infortunio. Reflexionar sobre la naturaleza, la motivación y el objetivo de nuestras inclinaciones ayuda a moderar el deseo y a pulir las expectativas. Y, como consecuencia de ello, a esquivar el sufrimiento. Insisto en las palabras de Aristóteles, en su Ética a Nicómaco: «El prudente no aspira al placer, sino a la ausencia de dolor».

Finalmente, concuerdo con Schopenhauer en que debemos vivir intensamente la felicidad, si llega. No se trata de intentar capturarla, esforzándonos en realizar actos vanos para mantenernos felices permanentemente, como ahora tan interesadamente proponen algunos. Tampoco en entender la felicidad como un estado de exuberancia perpetua. En mi opinión, con no ser desgraciado y tener una buena y serena vida, ya se es suficientemente feliz. Y dado que la alegría, el deseo y el sufrimiento juegan en nuestra contra, aprender a ser felices cuando corresponde se convierte en un deber hacia la vida misma. Eso sí, para lograrlo necesitamos al menos desarrollar dos disposiciones del espíritu: una, no perseguir nunca la felicidad, ya nos alcanzará ella cuando menos lo esperemos; y dos, asimilar que es nuestra manera de comprender el mundo lo que en gran medida condiciona la recepción de los acontecimientos. Como dejó escrito: «Lo que produce nuestra felicidad o desgracia no son las cosas tal como son realmente en la conexión exterior de la experiencia, sino lo que son para nosotros en nuestra manera de comprenderlas».

En definitiva, me parece que si la fortuna ama a los audaces, como se suele decir, la felicidad parece ser la compañía preferida de las personas serenas, bondadosas y de buen carácter.



6 comentarios:

  1. Totalmente de acuerdo con tu escrito. Hasta la peor noticia o situación puede tener un fondo del sentido de la vida. Hasta un contratiempo o fracaso puede ser la señal de reflexión que traerá otros mometos .Vivir es enfrentarse al momento y valorar lo más insignificante.Gracias.

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    1. Efectivamente, concuerdo contigo. Gracias a ti. Un cordial saludo

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  2. Tienes razón en tus reflexiones. Yo he ido poco a poco actuando de esa manera porque hay que encararse con la vida y los problemas de una manera serena y no viéndo siempre los problemas con angustia. Hacer frente a ellos y procurar seguir adelante.
    MF

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  3. Muchas gracias. Estoy autoanalizándome para ver si soy bondadosa, serena y si procuro tener buen carácter. Muy interesante. Otra vez ,¡ gracias !.

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