lunes, 6 de abril de 2020

Aute Retrato

Qué sarcasmo estar consumiendo tus últimos días mientras los amigos te preparan una amplia e intencionada exégesis de lo que en su opinión ha significado tu vida,  barruntando que, para tu desdicha, está próxima a finiquitar. En el prolífico guasap de Joan Pàmies se anunciaba ayer de buena mañana que por la noche la Cuatro ofrecía Aute Retrato, una película de 99 minutos de duración, editada en 2019, que recrea buena parte de la biografía de Luis Eduardo Aute, siguiendo el guión elaborado por Nacho Cabana, Juan Moya y Gaizka Urresti, siendo este último su director. Obviamente la exhibición pretendía homenajear al artista, fallecido el pasado sábado, tras cuatro años peleando contra las secuelas de un infarto cerebral, que finalmente se lo ha llevado por delante con 76 septiembres.

Visioné la peli con creciente atención, resultándome una sorprendente y grata experiencia, que me ha permitido contrastar una realidad que desconocía, la figura multipoliédrica de Luis Eduardo Aute, un creador inédito para mí en algunas de sus facetas, que ahora sé que debe figurar entre los más polifacéticos y meritorios del país. Abruma la cantidad de recursos expresivos que dominaba esta persona: poeta, músico, cantautor, dibujante, pintor, cineasta, y quién sabe cuantos más. Aute puede calificarse de hombre renacentista, de artista total. Tal vez la directora Azucena Rodríguez es la que lo ha calado mejor al asegurar que “cuando ves su pintura ves que tiene que ver con su música; su música tiene que ver con sus películas y sus películas tienen que ver con su pintura. Y tiene una cosa que es muy interesante cinematográficamente que es que toda su poética, como cantante y como compositor musical, la traslada y la lleva al cine. Hace un cine poético en el mejor de los sentidos”.

Pero aún resulta más significativo que, pese a que en este tipo de producciones se cargan los tintes hagiográficos, algunos de los que testimonian su opinión, gente cualificadísima en sus respectivos menesteres, asegura con acreditada sinceridad que, además, era bueno en cuanto hacía. Pintores, directores, editores literarios, filósofos, literatos, letristas, colegas en el mundo de la canción aseguran a pies juntillas que lo que hacía tenía fuste y solvencia, pese a ser autodidacta en la mayoría de las facetas que cultivó.

El elenco de los personajes que desfilan por el documental es apabullante. Obviamente, predominan los cantantes, desde los nacionales Massiel, Rosa León, Víctor Manuel, Serrat, Sabina, Ana Belén, Miguel Poveda, José Mercé, Ismael Serrano, Rozalén, Jorge Drexler, Luis Pastor, Dani Martín, Pedro Guerra a foráneos como Silvio Rodríguez o Pablo Milanés. La mayoría de ellos intervininieron en un macroconcierto homenaje que se le tributó en diciembre de 2018, en el WiZink Center de Madrid, con el rótulo “Ánimo, animal”, sin duda reconociendo la prolífica creatividad de un artista que ha dedicado más de medio siglo de vida a repartir belleza, a través de sus más de 300 canciones, que espantan tristezas y melancolías, como dijo alguno de ellos, además de abrir camino a las nuevas generaciones, como reveló Andrés Suarez o agradeció Marwan, reconociendo explícitamente su inagotable compromiso social.

Pero si dejamos de lado la música y nos adentramos en el mundo de la poesía o en el de la pintura, encontraremos igualmente una figura que se acrecienta hasta lo inimaginable. La matemática del espejo (1975), La liturgia del desorden (1978) o Templo de carne (1986) son algunos de sus poemarios, sin perjuicio de AnimaLuno, primer libro-disco que se editó en España con poemas, dibujos y canciones. Y es que, además de lo dicho, Aute ha sido un precursor, un adelantado a su tiempo. Le oí decir a alguno de sus colegas que cuando pensaban en hacer algo novedoso, hurgaban un poco y era recurrente contrastar que Aute ya lo había hecho. En 2001, presentó en el Festival de San Sebastián un largo de animación insólito, titulado Un perro llamado dolor. Fueron más de cinco años de trabajo personal, meticuloso y obsesivo, con unos cinco mil dibujos realizados a mano. Un original, artesanal y solitario proyecto que fue nominado al Goya, que hizo únicamente con la ayuda de su hijo y de algún amigo. Aute, dice el director Jaime Chávarri era un trabajador solitario, con una voluntad de hierro para desarrollar sus ideas.

Sin duda, Aute es también sinónimo  de desinhibición para expresarse a través de diferentes medios, sea la pintura, la poesía, la música o cualquier otro. Una desinhibición desanclada del pudor inicial que le producía aparecer en público, que fue venciendo con el paso del tiempo y que se trocó en una suerte de omnipresencia a lo largo de larguísimas temporadas de exposición pública a uno y otro lado del Atlántico.

Cuantos intervienen en la película coinciden en subrayar que, por encima de sus portentosas capacidades expresivas, Aute era una gran persona. Todos destacan su elegancia, su talla humana, su propensión a la ayuda y al acogimiento, la concepción de su casa como espacio de hospitalidad. Aseguran que pese a tener más que sobrados motivos, jamás se endiosó y siempre tuvo los pies sobre la tierra y ayudó cuanto pudo antes, durante y después; a los jóvenes y a quienes lo eran menos. Describen a Aute como un fulano que siempre hizo lo que quiso, sin dejarse influenciar por nada, ni por nadie, ni dar su brazo a torcer en lo que creyó. Despreció contratos millonarios para poder hacer lo que ansiaba. Destacan, en fin, su tenacidad para llevar a cabo sus propósitos.

Esta noche he descubierto en su plenitud a una pieza muy importante del patrimonio nacional, seguramente no valorado suficientemente por el conjunto de la ciudadanía. Aute me parece  un personaje a reivindicar, no solo por su calidad artística o por su portentosa capacidad de expresarse, no sólo por el legado inmenso que nos ha dejado, que también, sino porque sobre todo es un ciudadano ejemplar, una persona que deja un modelo de vida plenamente válido y consonante con las exigencias de la sociedad actual. Aute fue una persona crítica, comprometida con su tiempo y con su gente, alguien que siempre permaneció atento y supo mirar el niño que fue, que jamás abandonó la búsqueda interminable por encontrarse con sus raíces y consigo mismo, que nunca abdicó en la brega por dotar de coherencia al conjunto su existencia. Que la tierra te sea leve, amigo; por lo que dicen, lo mereces como pocos.

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