Creo
que leí por primera vez la palabra stuka cuando era niño, en los tebeos de Hazañas Bélicas, la serie que parece que sigue siendo una
referencia para los entusiastas de los cómics de guerra, aunque reconozco que
ando bastante perdido en la temática. Sin embargo, recuerdo algunos episodios
que leí y visualicé en aquellos viejos tebeos de formato apaisado y
omnipresentes blindados, explosiones, tiroteos y soldados de uniforme verde
caqui que protagonizaban aventuras con títulos inequívocamente guerreros: Más allá del deber, Cita: Hora H, A bombazo
limpio, De guerra en guerra, etc. La
guerra, una temática que ha sido y es omnipresente en el cómic, un filón fructífero
que hasta es capaz de alumbrar de vez en cuando obras primorosas que, además de
sus méritos artísticos, invitan incluso a la reflexión.
Parte
del último fin de semana, recayente en días de infausta memoria, lo hemos
pasado en Benassal, localidad de l’Alt Maestrat universalmente conocida por las
aguas que empezó a promocionar el Duque
de Vendôme a mediados del siglo XVIII, cuando mandó construir un camino
hasta la Font d’En Segures para
poder llegar con su carruaje, y que popularizó el doctor Puigvert investigando
y reseñando sus propiedades minero-medicinales.
Sin
embargo, más allá de lo anterior, que suma y sigue, la localidad ha sido
protagonista de episodios y méritos menos conocidos, más dolorosos e igualmente
relevantes. Benassal, Ares del Maestrat, Vilar de Canes y Albocàsser, cuatro
localidades vecinas, sufrieron los bombardeos de los famosos aviones Stuka, los Junkers JU 87. Unos prototipos de última generación que en 1938
arrojaron sobre los indefensos y atónitos habitantes de esos pueblecitos 36
bombas de 500 kilos, que eran una primicia y una enormidad desconocida hasta entonces
en las prácticas bélicas. El día más destructivo fue el 25 de mayo de 1938, del
que ahora se cumplen 80 años, el mismo en que la aviación fascista italiana bombardeó
Alicante matando impunemente a más de trescientas personas civiles, indefensas
e inocentes.
El
lugareño Óscar Vives, profesor de Física de la Universidad de Valencia y
miembro del Grup de Recuperació de la
Memòria Histórica de Benassal, tras arduos esfuerzos de investigación por
espacio de una década, está convencido de que los aviones alemanes lanzaron sus
proyectiles para hacer pruebas de artillería y testar si los aparatos, que
normalmente lanzaban bombas de 250 kilos, eran efectivos con proyectiles que
pesaban y destruían el doble. Para recordar y poner al día las investigaciones
sobre estos hechos, el Grup de Benasal,
conjuntamente con algunos de sus homónimos comarcales, organizó las jornadas que
se han desarrollado durante los dos últimos fines de semana y en las que han
participado estudiosos de los ensayos bélicos activados por la Luftwaffe y la Aviazione Legionaria durante la Guerra Civil, analizándose los
ataques realizados por la Legión Cóndor
y la Aviazione Legionaria en el País
Vasco, el País Valenciano y Cataluña.
Como
en toda contienda armada, los bombardeos sobre las cuatro poblaciones del
Maestrat se han analizado con enfoques divergentes. Unos, como el profesor de
la Universidad de Valladolid Molina Franco o el miembro del Consejo Asesor del Ejército
del Aire Permuy López, niegan que los ataques de los Stuka a las poblaciones del Maestrat fueran experimentos nazis. Según
ellos, fueron consecuencia de la Ofensiva
de Levante lanzada por el ejército nacional. En su opinión, estaban autorizados
y coordinados con la estrategia de los mandos franquistas dado que los referidos
municipios eran "objetivos de primer orden", nidos de soldados republicanos
a los que los "nacionales" asediaban con unidades del ejército
sublevado. Sin embargo, la observación de la orografía, el paisaje, la
morfología urbana y el histórico modus
vivendi de las mencionadas poblaciones apunta en dirección contraria; hasta
el punto de que uno no puede dejar de preguntarse si estos señores han revisado
alguna fotografía o se han paseado alguna vez por aquellos lares, para los que
parece casi imposible reclamar cualquier valor estratégico.
Contradictoriamente,
el profesor Vives sostiene la tesis de que los pueblos castellonenses fueron un
campo de pruebas basándose en el hecho probado de que fueron bombardeados exclusivamente
por los aviones de la Legión Cóndor y
nunca atacados por tropas terrestres. Refrenda que es verdad que las
poblaciones no estaban alejadas del frente, lo que facilita que se asocien
estos acontecimientos con el curso de la guerra. De hecho, refiere que, según
los recuerdos de los testigos, murieron tres soldados republicanos, de los aproximadamente
veinte que había en el pueblo, por efecto de los proyectiles que impactaron en
el centro del municipio y mataron a quince personas. Pese a todo, subraya que
los ataques no tenían ningún objetivo estratégico claro. La argumentación
precedente se sustenta en buena medida en el contenido del documento Imágenes de los efectos de la bombas de 500
kilos sobre los pueblos de Benasal, Albocácer, Ares y Villar de Canes lanzados
desde Junkers Ju 87" (Bundesarchiv-Militárarchiv, Freiburg im
Breisgau, RL35/34), un informe redactado por Leopold G. Fugger para la Lufwaffe
sobre los bombardeos de los Stuka en l’Alt
Maestrat. El documento tiene poco más de 50 páginas y contiene 65 fotografías
de antes y después del bombardeo y, en el caso de Ares, simultáneas al mismo. Porque
los alemanes hicieron fotografías de casi todos los impactos para ver y
analizar la destrucción y precisión de las bombas lanzadas. El grupo
memorialista ha buscado sin éxito otras publicaciones o informes que ofreciesen
explicaciones y/o análisis de las fotos con conclusiones sobre los efectos de
los bombardeos. Verdaderamente no es tarea sencilla toda vez que, como asegura
la profesora de la Universidad de Berlín Stefanie Schüler-Springorum –participante
en las jornadas y autora del libro La
guerra como aventura, Alianza Editorial, 2014– los documentos de la Luftwaffe
se quemaron en un 90% y sus pilotos sucumbieron en proporción semejante como
consecuencia de la II Guerra Mundial.
Obviamente,
el tema da para páginas y páginas. Una buena síntesis es el documental
“Experiment Stuka”, de Rafa Molés y Pepe Andreu (SuicaFilms), estrenado el
pasado 3 de mayo en
el Festival Internacional de Cine
Documental Docs Valencia, que tuvimos oportunidad de visionar en Benassal el pasado
viernes. El documental ofrece la crueldad de este drama bélico y expone
aspectos de la psicología de la guerra, en la que a veces –como ésta– ni víctimas ni verdugos
se ven las caras. Según explican los directores, la investigación y el
resultado del documental han conseguido algo no previsto: “cerrar heridas entre
los vecinos de las cuatro poblaciones al descubrir quién había sido el
autor del bombardeo”.
Más
allá de cuanto antecede, lejos de dejarnos llevar por la satisfacción que
produce el conocimiento y la difusión de aspectos ignotos de la reciente
historia del país, nos asedian infinidad de preguntas: ¿Cómo permitieron tan vilmente Francia y el Reino Unido que pudieran campar a sus anchas nazis y fascistas, experimentando
materiales y estrategias bélicas en escenarios reales y en la más absoluta
impunidad? ¿Por qué los sucesivos gobiernos de la España democrática no han exigido disculpas y reparaciones de guerra a sus socios italianos y alemanes (también a franceses y británicos) en la Unión Europea? ¿A qué se espera para investigar y dejar al descubierto las sucias entrañas de los cobardes pilotos italianos
y alemanes, que vinieron voluntariamente, cual héroes, a combatir al enemigo
rojo, cobrando por ello un pastizal, disfrutando de la dolce vita que rodeaba sus bases de operaciones y bombardeando
inmisericordemente a poblaciones indefensas
de la retaguardia con aparatos de última generación, sin exponerse a peligro alguno? ¿Cuándo se podrá contar por entero la
ominosa historia de una sublevación para la que no existen suficientes
calificativos?
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