Estoy contento, ¿para qué negarlo? Soy demócrata y defiendo
que el poder no es patrimonio de nadie. El poder es la atribución que
coyunturalmente otorgan los ciudadanos a determinadas personas para que hagan
las cosas que, en su opinión, convienen al conjunto de la sociedad durante un
determinado periodo de tiempo que, por definición, es finito e improrrogable.
Esta es, en lenguaje de andar por casa, la vieja y clásica definición del poder
político, que no tiene nada que ver con su significado real. En la sociedad
actual, el poder es un intangible que urden las gentes del dinero, sin otra
ideología que no sea el yo, yo, yo…y, después de mi, yo también. Gentes sin convicciones, morfología
ni ubicación, que guardan sus recursos no se sabe donde, que manipulan las economías
–y las vidas– del mundo entero y carecen de otros principios que no sean
acumular dinero y más dinero, una de cuyas traducciones es el poder.
Los ciudadanos nos hemos olvidado de la política. Eso lo
saben muy bien, y lo aprovechan, gentes como las del PP, herederas naturales de
quienes históricamente se han apropiado de ella en este país. No hace mucho que
alguno de ellos, sin duda en horas bajas y refiriéndose a la situación en Cataluña, decía: “mientras Arrimadas y Puigdemont han hecho
discursos, nosotros hemos hecho cuentas. Y los resultados son los que son”.
Comparto su análisis. Hoy se atiende mucho más a la demoscopia que a la
política. Y se apunta mal porque, en mi opinión, el electorado se mueve, cada
vez más, por los sentimientos y por el
corazón. Craso error y, sin embargo, verdad de la buena.
Hace pocos meses decían algunas gentes del PP: “cuando en tu
propia familia, en tus hijos y sus amigos, compruebas que sus simpatías van
hacia Ciudadanos, y que existe una
desafección real hacia el PP, es evidente que se ha producido un cambio
político, que tendrá repercusiones en próximas elecciones autonómicas y
generales”. Y concluían: “la marca PP, ahora, es un lastre. No hay que tener miedo a una refundación. Es
necesaria”. No solo eso, aseguraban que “la reflexión en el PP debía abarcarlo
todo (incluso a M. Rajoy)”, porque “de lo contrario, Ciudadanos seguirá
comiéndonos terreno en las autonómicas y Pedro Sánchez puede llegar a la presidencia en las
generales”.
Pues, mira por dónde, han acertado, y hasta ha sido antes de lo
esperado. Verdaderamente, no le arriendo la ganancia al ciudadano Pedro
Sánchez, tal vez “pan para hoy y hambre para mañana” (deseo fervientemente
equivocarme), pero la satisfacción que me produce ver “desfilar” a semejante “tancredo”, que “desaparece” diez horas en un restaurante (?) cuando le va mal la partida,
acompañado de personajillos grises e indecentes, huyendo entre enojado y perplejo por las
alcantarillas de la historia, es algo que me permitirá, a partir de mañana, encarar los días con otra alegría.
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