viernes, 17 de enero de 2025

Prospectos

Voy a darte una prueba convincente. Me ha sucedido muchas veces que, acompañando a mi hermano y otros médicos a casa de uno de sus enfermos que no quiere tomar la medicina o confiarse al médico para una operación o cauterización, cuando el médico no podía convencerle, yo lo conseguí sin otro auxilio que el de la retórica. Si un médico y un orador van a cualquier ciudad y se entabla un debate en la asamblea o en alguna otra reunión sobre cuál de los dos ha de ser elegido como médico, yo te aseguro que no se hará ningún caso al médico, y que, si él lo quiere, será elegido el orador. 

[Platón, Gorgias, 456 b]


Pese a mi inveterada costumbre lectora, no me considero un lector empedernido. Es cierto que soy perseverante en el escrutinio de cuanto papel impreso o pantalla digital se aproxima a mis ojos, suscita mi interés, o ambas cosas. Seguramente, leo cuanto cae en mis manos porque el paso de los años no solo no ha menguado mi curiosidad, sino que la ha incrementado. Hasta el punto de que no excluyo ni discrimino tipología textual alguna. Disfruto los relatos factuales igual que los literarios, me interesan los expositivos lo mismo que los instructivos, y de la misma manera me atraen las narraciones que saboreo las argumentaciones. Tampoco segrego ni excluyo a ningún formato textual. Igual leo libros, tratados, estudios, noticias, columnas, reseñas, editoriales, recensiones, manuales, gacetillas o prospectos, que ojeo apuntes, notas, actas, documentos, oficios, cartas, misivas o manuscritos.

Ahora bien, existe una tipología y un formato que aborrezco: los que adoptan los prospectos que acompañan a los productos farmacéuticos que, en teoría, deben ser un complemento de la comunicación oral establecida entre médico y paciente. El prospecto es un documento oficial que incorporan prescriptivamente los envases farmacéuticos y debe contener toda la información sobre el medicamento para que sea utilizado correctamente. Se recomienda su lectura antes de administrarse, por lo que debería ser plenamente legible y comprensible para el público en general. Pues bien, afirmo categóricamente que no lo es, pese a que la legislación europea y la española regulan cómo deben redactarse, tarea de la que se ocupan los fabricantes o la empresa que los comercializa, que aprueban posteriormente las autoridades nacionales, o la Agencia Europea del Medicamento. Pese a ello, la realidad es que me cuesta muchísimo, y no siempre lo consigo, entender el contenido de muchos prospectos y me mete el miedo en el cuerpo la lectura de las interminables contraindicaciones que enumeran algunos. Además, su tipografía, la escasa calidad del papel y su enorme extensión disuaden a cualquier lector medio de emprender su lectura.

Digo todo esto tan rotundamente no solo porque estoy convencido de ello, sino porque esta realidad ha sido estudiada por especialistas de diversas áreas de conocimiento (también los lingüistas), que coinciden en apreciar problemas de comprensión por parte del paciente debido a la cantidad de léxico especializado, a la inconsistencia terminológica, al uso de la voz pasiva, al estilo impersonal y a la densidad textual.

Como con el prospecto parece que se pretende informar indistintamente al paciente y al médico, a la vez que se intenta asegurar una función cautelar para la industria farmacéutica, tal vez ello explique que, desde el punto de vista lingüístico, se utilice un lenguaje médico especializado. Es posible, por otro lado, que la necesidad de que la información sea completa y que se cuenten los facultativos entre sus destinatarios expliquen el alto grado de tecnicismo característico de los prospectos, especialmente en las partes dedicadas a las interacciones, las contraindicaciones y los efectos secundarios.

En todo caso, existe acuerdo entre los expertos en apreciar la dificultad de la lectura y uso del prospecto, pese a que está contrastada la relación existente entre su legibilidad y la adherencia al tratamiento por parte de los pacientes. Es evidente que el lenguaje farmacéutico es variado y complejo, pero ello no justifica que se regateen los esfuerzos para lograr mayor claridad comunicativa en ellos. Se sabe que el prospecto ideal probablemente no existe, pero debe cumplir su misión de estar redactado en términos claros y comprensibles para el conjunto de los ciudadanos que pertenecen a estratos culturales y niveles sociales muy diferentes. Está acreditado, por ejemplo, que más del 80 % de los usuarios que lee el prospecto de medicamentos que utiliza por primera vez, no lo entiende. Y ello no es de recibo.

De ahí que uno de los temas que ha sido analizado con relación a los prospectos es su legibilidad, es decir, que el tamaño, color y tipo de letra faciliten su lectura, y que el contenido sea comprensible para cualquier persona. En el marco legal por el que se rige la elaboración de estos textos se ha recomendado, incluso, el uso de un estilo claro y conciso y la inclusión de pictogramas que coadyuven a utilizar bien el medicamento.

Se han publicado bastantes trabajos centrados en analizar la legibilidad lingüística de diversos materiales relativos al ámbito de la salud, sean documentos de consentimiento informado, textos de educación para la salud y, en menor medida, prospectos. La mayoría de los estudios, particularmente los referidos a estos últimos, demuestran que carecen de un índice de legibilidad aceptable, dado que tienden a emplear construcciones sintácticas complejas, con palabras y frases excesivamente largas que exigen habilidades lectoras superiores a las de un ciudadano medio, que generalmente es una persona con nivel cultural y con herramientas de compresión dispares, cuyo denominador común radica en la necesidad de obtener información sobre el fármaco. De ahí que sea crucial la implicación de los profesionales de la salud en la información y resolución de dudas al usuario, que hoy por hoy, resulta imprescindible para un correcto tratamiento, dada la opacidad de las indicaciones, contraindicaciones y los posibles efectos adversos de los medicamentos.

El pasado año, el mercado farmacéutico en España alcanzó los 25 248 millones de euros, lo que representa un incremento de mil millones respecto a 2023. De ellos 13 000 millones se dispensaron a través de la receta oficial, siendo el gasto medio por envase de 13,5 €. Son datos que hablan por sí solos respecto a lo que venimos comentando. Solamente con detraer de cada dispensación el 0,1 % de su importe se obtendría un montante de 25 000 000 de euros, suficientes para rediseñar por completo el mundo de los prospectos y coadyuvar definitivamente a que todos los entendamos. Es nuestro derecho como pacientes y ciudadanos, y debieran tener la obligación de asegurarlo quienes elaboran los productos y quienes supervisan su producción y dispensa. Pero eso es harina de otro costal porque con la todopoderosa industria farmacéutica hemos topado.



4 comentarios:

  1. Siempre leo los prospectos ,incluso cuando me operaron de cataratas , y estoy completamente de acuerdo contigo porque cuando tomo algún medicamento para leer el prospecto se necesita más de una hora .

    ResponderEliminar
  2. Lamentablemente, así es.

    ResponderEliminar
  3. Algunos prospectos han mejorado en contenido y tamaño de letra.
    Esperemos que la industria farmacéutica no los suprima y utilice el código QR en su lugar

    ResponderEliminar