jueves, 18 de abril de 2019

¡Ay de la clase media!

Ahora que estamos en campaña, y aún cuando no se esté en ella, no hay debate público en el que no se suscite alguna problemática relativa a un colectivo tan extenso y difuso como el de la clase media; un grupo social al que todos queremos pertenecer, nos corresponda o no, y al que la práctica totalidad de los políticos quieren representar pese a su presunta decrepitud, que es consecuencia de una “salud” que parece que ha ido empeorando en las últimas décadas, como se argumenta en el reciente informe de la OCDE titulado Under Pressure: The Squeezed Middle Class (Bajo Presión: la clase media exprimida).

En él se asegura que la gente que engrosamos este segmento social cuestionamos sin paliativos los hipotéticos beneficios de la globalización, a la vez que nos sentimos abandonados por las clases gobernantes. Y ello no parece ser asunto de carácter emocional o perceptivo, sino más bien, al contrario, es el resultado de que durante estos años, en muchos países de la OCDE, los ingresos han crecido menos que el promedio o han permanecido estancados. Por otro lado, las tecnologías han automatizado muchas ocupaciones cualificadas, centrifugando hacia la periferia del mercado laboral a los trabajadores de clase media que precedentemente las desempeñaban. Además, los costes de algunos bienes y servicios que caracterizan su peculiar estilo de vida, como la vivienda o la educación de los hijos, han aumentado mucho más rápido que sus ganancias y que la inflación. En conjunto, todo ello ha mermado su capacidad de ahorro, cuando no ha generado, directamente, su endeudamiento.

De modo que el referido informe intenta –supongo que interesadamente, porque cuanto hace o propone la OCDE no suele ser ni aséptico ni bienintencionado– arrojar luz sobre los múltiples apremios que se han extendido sobre la clase media, a base de analizar indicadores concernientes a dimensiones como la ocupación laboral, el consumo, la riqueza y la deuda, o las percepciones y actitudes sociales que tiene la ciudadanía sobre su propia situación socioeconómica. El informe también incluye algunas propuestas políticas que ofrecen hipotéticas respuestas a las preocupaciones de este relevante estrato social, que se orientan a proteger sus estándares de vida y a garantizar su seguridad financiera.

Más allá de lo precedente, no conozco ni un solo economista que cuestione el viejo axioma de la ingeniería social que se resume en que la prosperidad de un país es directamente proporcional a la amplitud y estabilidad de su clase media. A lo largo de muchas generaciones, la han integrado ciudadanos que podían vivir en una casa cómoda, con un estilo de vida gratificante, desempeñando ocupaciones estables que les brindaban oportunidades para progresar y consolidar su carrera profesional. Este estado de cosas representaba para las familias una plataforma básica sobre la que asentaban sus aspiraciones, básicamente construir su bienestar y asegurar un futuro prometedor para sus hijos. Pues bien, conforme pasan los años esa clase social tiene dificultades crecientes para materializar los presupuestos básicos que constituyen su razón de ser. Y en buena medida, apostillo, como consecuencia de las políticas económicas propiciadas y apoyadas por la OCDE.

En el texto referido, la institución integrada por los países más desarrollados del mundo recurre a una definición más empírica para delimitar qué es exactamente la clase media. De hecho, allí se dice que incluye a los ciudadanos cuyos ingresos están entre el 75% y el 200% de la renta media nacional. Por otro lado, el consenso académico-institucional establece que en España la integran quienes no forman parte del 40% que menos gana ni del 30% que gana más. En términos generales, se acepta una horquilla de ingresos que oscila desde los 20.000 a los 60.000 euros anuales, intervalo que se explica considerando la profusa variedad de realidades sociales. Es evidente que el estándar para abordar estos cálculos no puede ser la persona, sino lo que llamamos hogar familiar. No es lo mismo 25.000 euros para una pareja sin hijos que los mismos ingresos para otra con dos hijos a cargo. Y huelga decir si adicionalmente deben atenderse las necesidades de una o varias personas mayores dependientes. La OCDE alerta de que cada vez hay menos ciudadanos englobados en esa horquilla y pide a los Gobiernos que hagan más esfuerzos para invertir la tendencia al progresivo encogimiento de la clase media. Constata que en las últimas décadas se ha estancado o ha disminuido su nivel de vida, mientras los grupos con rentas más altas han acentuando la patrimonialización de la riqueza. De  hecho, el 10% de las rentas superiores acumulan casi la mitad de los recursos, mientras que el 40% de las rentas más bajas acopian solo el 3%.

Es evidente que el empeoramiento de las perspectivas de la clase media no es ajena a la emergencia de los populismos y de otros fenómenos políticos y sociales, como los chalecos amarillos en Francia, o los jubilados de Euskadi. Promover políticas de apoyo a la clase media ayuda a impulsar el crecimiento económico y a crear un tejido social más cohesionado y estable. Hoy por hoy, muchos de quienes la engrosamos percibimos que el sistema económico actual es profundamente injusto y que el crecimiento general de las economías occidentales no nos reporta beneficios equiparables a lo que representa nuestra contribución, sino que redunda en beneficio de pocos, que cada vez son menos. De ahí que nos resulte inasumible el aumento del coste de la vida, como nos enoja la reducción de la movilidad social por las inciertas perspectivas del mercado laboral. Pese a todo, resulta difícil cuestionar que, durante el largo proceso de deterioro general iniciado con la gran crisis de 2008, ha sido la clase trabajadora la que más ha perdido. Ahora bien, desde una perspectiva estructural, saltan las alarmas cuando es la clase media la que sufre, en tanto que es factor de estabilización del sistema.

Sin embargo, por otro lado, algunos datos niegan el grave deterioro de la clase media en España al que aludimos. Ellos demuestran que los que más han sufrido con la crisis han sido los empleados no cualificados o con escasa cualificación, en tanto que la clase media es la que más se ha podido beneficiar de las prestaciones y ayudas habilitadas institucionalmente para compensar el descalabro. Realmente, lo que parece innegable es que la crisis ha producido una fractura en toda la franja media de la población, abriendo una grieta muy importante entre los grandes patrimonios y los medianos y bajos, generando muy distintas realidades dentro de la clase media, que ahora se ofrece más fragmentada que nunca. Tan es así que una de sus rasgos característicos, la aspiración a la promoción social, ahora se ha convertido en el anhelo por no verse afectados por los procesos de ‘desclasización’ y, por tanto, por evitar perder el estatus.

Creo que la crisis significó una profunda traición del sistema a las clases medias, a las que históricamente venía enviando un mensaje inequívoco: “estudien, trabajen, no se metan en líos y gozarán de unas condiciones de vida dignas”. No tengo la menor duda que la quiebra de esa confianza ha contribuido decisivamente al alza de los nuevos movimientos y organizaciones sociales y políticos que en los últimos años han ido ocupando amplios segmentos del espacio público. Y algo habría que hacer para frenar los populismos y radicalismos de uno y otro signo, si es que todavía seguimos considerando el centro político y social como el espacio predilecto de quienes ansían situarse en lo que podría llamarse “normalidad”. Por otro lado, los políticos tampoco debieran olvidar que les conviene ensanchar los límites de la clase media, porque al fin y al cabo es el caladero de votos en el que se decantan los resultados electorales, además de constituir por sí misma una herramienta de estabilidad social y política, tanto en España como en el conjunto del mundo occidental. De hecho, ¿acaso existe alguna duda de que buena parte de los valores que se han ido transmitiendo de generación en generación como definitorios del éxito y la solvencia socio-profesional han estado ligados a ella? 

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