lunes, 23 de mayo de 2016

Crónicas de la amistad: Alacant (14)

Escribo las primeras líneas de esta decimocuarta crónica de la amistad interrogándome acerca de si, más allá del anecdotario específico de otra magnífica velada que justifica y aporta per se más que suficiente contenido para este particular dietario que empezamos hace unos tres años, puedo añadir alguna reflexión novedosa sobre la amistad. Pronto se disipan mis dudas porque deduzco que una relación afectiva fundacional, un vínculo consustancial a la condición humana, tiene tanto arraigo y tanta historia que será prácticamente imposible agotar el repertorio de las innumerables percepciones, vertientes, aristas, enfoques, reflexiones, sentimientos o vivencias que ha originado a lo largo y ancho de la historia de la Humanidad. De hecho, tanto la amistad como los amigos han sido temas bienqueridos y versados por los clásicos antiguos y modernos, desde Platón o Aristóteles a Epicuro, pasando por Cicerón, San Agustín, Montaigne o Voltaire, hasta los más recientes y cercanos Laín Entralgo o Julián Marías.

Vaya por delante el anecdotario, que es elemento insoslayable en toda crónica que se precie. Alicante, noche del sábado, 21 de mayo, reservado en la Barra de César Anca. Estrella invitada: Domingo Moro, venido ex profeso desde Ibiza. Diecisiete amigas y amigos sentados a una mesa rectangular magnífica, con buena comida, buenos caldos y un ambiente grato a ojos de todos. El chef nos obsequió hoy con un menú tapeo que incluyó tiradito de atún con rúcula y parmesano, alcachofa rellena de chipirones, crêpe de langostinos, pulpo con all-i-oli, canelón de rabo de buey, merluza confitada y tarta de manzana, que fueron trufados con algunos “postizos” que no desmerecieron, aportados generosamente por Domingo. Para empezar despachamos un aperitivo Palo, mezclado con unas gotitas de ginebra y limón y un toque de agua de seltz, que supo a gloria. Y para acompañar el postre de la casa, espléndida la clásica ensaimada e inimitables “els flaons”, dignísimos remates que tuvieron su guinda en las trufas vileras de Marcos Tonda, que trajeron Rosana y Tomás, y que algunos acompañamos de una copita de Frígola, el destilado de tomillo ibicenco que nuestro colega isleño popularizó en Alicante hace casi cinco décadas. 

Barra de César Anca, mayo de 2016
Hoy quiero aprovechar la crónica para compartir sucintamente una de las vertientes de la amistad, la que acoge la filosofía popular. Tal vez os pueda interesar conocer, recordar o reinterpretar algunos detalles sobre la manera en que se aborda tan preciada relación en la particular cosmología que encierran los adagios.

Debo empezar diciendo que los refranes apenas tratan de la amistad como concepto abstracto, refiriéndose mucho más a los amigos que a aquella. No debe extrañar porque, en general, la sabiduría popular atiende bastante más a lo concreto que a lo abstracto o a lo sofisticado. Sin embargo, ello no significa que los dichos populares tengan menor enjundia o profundidad que las elucubraciones de ensayistas y filósofos, a los que a menudo parafrasean. De modo que iré de unos a otros para intentar demostrar lo que digo.

No he encontrado ningún refrán que defina la amistad como lo hizo, por ejemplo, Cicerón cuando puso en boca del cónsul Cayo Laelio aquella sentencia que la define como “un sentimiento de afecto y benevolencia, un acuerdo perfecto en lo divino y lo humano, lo mejor que, a excepción de la sabiduría, se ha concedido a las personas”. Pese a lo dicho, a poco que meditemos, comprobaremos que esta espléndida valoración de la amistad la refrenda ampliamente el refranero, que incluye pronunciamientos contundentes al respecto: “Quien tiene un amigo, tiene un tesoro”, o “Pobre que tiene amigos, llámese rico”. Y, si optamos por descender al territorio de lo concreto, hallaremos refranes en los que la definición de lo que es un amigo difiere muy poco de las expresiones acuñadas por la filosofía clásica, tales como alter ego o alter ídem. Recordemos si no los que indican, por ejemplo, que: “El buen amigo es otro yo” o “El buen amigo, espejo es en que me miro”.

Por otro lado, como sabemos, la amistad es una forma de amor entre las  personas, que se diferencia de otros sentimientos también recíprocos. Así, el refranero distingue los amigos de los parientes, avalando la primacía de los primeros. ¿No os parece que es así cuando se dice: “Más vale buen amigo que pariente ni primo” o “Lo que ni tu hermano hará contigo, lo hará un amigo”? Sin embargo, como sucede con otras cosas, otro refrán da pábulo a un significado contrario; es aquel que reza: “Más vale gota de sangre que cuarto de amistad”. Evidentemente, son puntos de vista encontrados, no hay más que añadir.

En el refranero se distinguen los amigos de los conocidos. Se afirma al respecto que “Los más de los amigos, no son sino conocidos”, a la vez que se resalta la dificultad de hacer amigos frente a la relativa facilidad con que se acopian los conocidos. “Muchos son los conocidos y pocos los amigos”, sentencia un dicho, que también tiene su versión contradictoria que advierte de que debemos “Esperar más del conocido que del amigo”.

Todos coincidimos en que los buenos amigos se prestan ayuda mutua en cualquier circunstancia: “El buen amigo, en bien y en mal está contigo”, aunque, de la misma manera que las buenas fuentes manan incluso en las épocas de sequía, el refranero informa de que la piedra de toque de la amistad es también la adversidad cuando asegura que: “El amigo leal, más que en el bien, te acompaña en el mal”, o en aquel otro proverbio que reza “En los males se conoce a los amigos leales; que en los bienes, muchos amigos tienes”.

Evidentemente, la amistad hay que cultivarla en todas las etapas de la vida, pero existe un momento privilegiado para que surja: “Las firmes amistades se hacen en las mocedades”. Por otro lado, aunque los amigos sean para cuando se necesitan (“Los amigos y los doblones son para las ocasiones”) conviene no echar mano de ellos exclusivamente en tales circunstancias porque probablemente suceda que “Quien no buscó amigos en la alegría, en la desgracia no los pida”. Por otro lado, el refranero aborda otra dimensión importante de la amistad. Es rotundo cuando dictamina que se debe dar entre iguales: “La amistad entre iguales es la que más vale”, o “Amigo y compadre, búscalo entre tus iguales”. Y también cuando advierte de que no deben obnubilarnos los espejismos de la amistad que se sustenta en la desigualdad: “Entre amigos desiguales no hay franca correspondencia, sino mando y dependencia”, o “ Entre desiguales, no hay verdaderas amistades”.

Algunos aforismos abundan en las diferencias existentes entre amistad y fraternidad, asegurando que ésta no se elige, sino que se acepta sin más. En cambio, los amigos se escogen: “El amigo escogido, el hermano como es venido”. No faltan las advertencias sobre las cautelas que deben observarse en esa elección: “Toma amigo fiel y secreto, si eres discreto”. Por otra parte, se dicen otras muchas cosas de la amistad. Por ejemplo, se considera que está por encima de los años (“La amistad no tiene edad”), que supera las distancias (“Del amigo ausente como si fuera presente”), que exige respeto y franqueza (“Al amigo y al caballo, no apretallo”), que se fundamenta en la lealtad y en la confianza mutuas (“Ni yerba en el trigo, ni sospecha en el amigo”) y que no precisa de un trato especial (“Entre amigos y soldados, cumplimientos son excusados). Y por si fuera poco se asegura que la verdadera amistad exige liberalidad (“La bolsa y la puerta, para los amigos abierta”), demanda imaginación y camaradería (“En el gran aprieto, se conoce el amigo neto”, “En luengos caminos, se conocen los amigos”) y también correspondencia (“No es amistad la que siempre pide y nunca da”).

Podéis imaginar que cuanto antecede apenas significa una somera aproximación a una perspectiva tan poco novedosa como interesante sobre la que tal vez vuelva otro día. Concluiré con una referencia a Ortega, que creo que pone un buen colofón a esta larga digresión; él decía que la triple regla de oro de la relación amistosa: benevolencia, beneficencia y confidencia, hace de la amistad la cima del universo. Tal vez la cosa no sea para tanto, pero debe estar cerca. Y para muestra un botón. Releamos algunos de los guasaps que ayer y hoy inundan nuestro “Botellamen de Dios” y tendremos una excelente piedra de toque para contrastar con verosimilitud los párrafos anteriores: “Fue una noche mágica”, “Magnífica velada”, “Mirad qué contentos estamos”, “Fue una velada excelente, tanto el menú como vuestra compañía, que al final es lo que importa”, “Espero que nunca decaiga el ánimo”, “Una estupenda trobada”, “Tantas horas que estuvimos juntos pasaron en pocos minutos”, “Es un privilegio compartir con vosotros”, “Estamos resacosos de tanto cariño y alcohol”, “Lo del dissabte són vitamines per a l’ànim, quin goig”…

Cierro el capítulo de hoy evocando las viejas canciones y el nuevo himno que todas y todos “interpretamos”, dirigidos magistralmente, como siempre, por Antonio Antón. Quiero hacer una mención especial a las rosas que Domingo obsequió a nuestras compañeras, que esta vez asistieron al encuentro. Una delicia compartir tanto sentido y tanta coral sensatez y simpatía, aunadas y representadas imaginariamente por ese pequeño y atento detalle, que sirvió para despedir la noche enredados en la delicada fragancia de las emociones sentidas por quiénes compartimos el tiempo y la quietud de la memoria y del afecto.

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