Esta
tarde se celebra la primera reunión entre las cuatro formaciones de izquierda
para intentar buscar un acuerdo que permita gobernar este país de una manera
diferente a como se ha hecho en los últimos cuarenta años. La cita es en la sala
Sert del Congreso de los Diputados y se
desarrollará en torno a una amplia mesa que dará cabida a unas veinticinco
personas, los denominados negociadores del PSOE, Podemos, Compromís e Izquierda
Unida. La delegación del partido de Pablo Iglesias es con mucho la más numerosa.
En todo caso una reunión que a priori parece poco operativa a juzgar por lo que
suelen dar de sí cónclaves de estas dimensiones. Ello no sería especialmente relevante
si finalmente la reunión arribase a buen puerto, cosa harto complicado.
Lamentablemente, tengo la plena convicción de que no será así porque lo único
que persigue cada cual es obtener su particular rédito.
Sala Sert. Congreso de los Diputados. |
El
PSOE acallará, siquiera provisionalmente, el soniquete machacón que Podemos
repite desde hace semanas, otra cantinela que añadir a la retahíla que tanto
rédito les ha reportado en su corta e inconsecuente existencia pública. En este
caso, se trata de una monserga con pretensiones: “Un vicepresidente debe hablar
con su presidente porque a cualquier vicepresidente que se precie, como yo, le
corresponde nombrar y decidir si el presidente habla o debe callar porque, ¿acaso
que sea presidente es otra cosa que una sonrisa del destino que me tendrá que
agradecer?”. ¡Oh, mon petit Napoléon,
quelle image tellement adorable !
Alberto
Garzón, de quien parte la iniciativa del encuentro, me parece el mejor
intencionado. A lo mejor es porque es quien menos tiene que perder. Ha planteado
que la cita tenga una formulación amplia, que sea flexible y que haga posible
que los invitados acudan al encuentro para hablar de acuerdos programáticos y/o
de posibilidades de Gobierno en coalición, sin excluir de antemano ninguna
opción, en función de las propuestas de cada organización. La cándida
pretensión del dirigente de IU es que esta tarde todos pongan las cartas sobre
la mesa y expresen de forma honesta cuál es su propósito. ¡Vana ilusión!
Ciudadanos,
ni si ni no, sino todo lo contrario. Igual se suma a un pacto general, si se
produce y le encaja, que se desmarca de una dinámica en la que participa, que
ni le va ni le viene si no le conviene.
Podemos
saldrá de la reunión asegurando que el PSOE se está olvidando del pueblo y de sus votantes. Que Sánchez tiene decidido
pactar su investidura con lo que denominan las derechas o, directamente, que ha
optado porque se celebren unas nuevas elecciones. Asegurará que el PSOE es un
partido entreguista, como lo fue el SPD al darle apoyo a Angela Merkel para formar
gobierno en Alemania, perdiendo una ocasión de oro para convertirse en el
referente de la socialdemocracia europea. Iglesias concluirá su discurso
asegurando que Podemos es la referencia inequívoca de la izquierda, convencido de que, si hay nuevas elecciones, en el peor de los casos se quedará como está: tercero en el ranking. Por tanto, en tal escenario únicamente se arriesga a ganar.
El PSOE también se encuentra cómodo en un hipotético marco de repetición de las elecciones, por varias razones. De un lado, Pedro Sánchez tiene controlados e inmovilizados de momento a los barones territoriales, tras sorprenderles y maniatarles simbólicamente en el Comité Federal en el que anunció que someterá a referéndum de los afiliados los acuerdos a los que pueda llegar con otros partidos. De otro, se ha envuelto en la aureola que otorga el rol de hombre de Estado, que acepta la responsabilidad que le han encomendado de formar gobierno, aún a riesgo de fracasar. Por último, ni él ni el equipo de personas que tiene negociando con las demás fuerzas políticas han metido la pata estrepitosamente hasta la fecha. Tres argumentos, entre otros, que juegan a favor de la imagen que puede ofrecer el líder del PSOE en una nueva confrontación electoral.
El PSOE también se encuentra cómodo en un hipotético marco de repetición de las elecciones, por varias razones. De un lado, Pedro Sánchez tiene controlados e inmovilizados de momento a los barones territoriales, tras sorprenderles y maniatarles simbólicamente en el Comité Federal en el que anunció que someterá a referéndum de los afiliados los acuerdos a los que pueda llegar con otros partidos. De otro, se ha envuelto en la aureola que otorga el rol de hombre de Estado, que acepta la responsabilidad que le han encomendado de formar gobierno, aún a riesgo de fracasar. Por último, ni él ni el equipo de personas que tiene negociando con las demás fuerzas políticas han metido la pata estrepitosamente hasta la fecha. Tres argumentos, entre otros, que juegan a favor de la imagen que puede ofrecer el líder del PSOE en una nueva confrontación electoral.
Los partidos reunidos –con el tácito y pasivo apoyo del PP, que sigue con su celebérrima táctica marianista de verlas venir– no tienen otra intención que dejar
pasar el tiempo y llevarnos a otras elecciones. Están convencidos de que
ganarán entonces más de lo que hoy poseen. Los únicos perdedores, como casi siempre,
seremos los ciudadanos, porque ese callado acuerdo nos costará tiempo, oportunidades
y dinero. No sólo los más de 130 millones de euros que cuesta repetir las
elecciones sino muchísimos más. Tiempo al tiempo. Y, de verdad, no pueden imaginarse lo que me gustaría equivocarme.
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