Ayer
fue 28 de enero, festividad de Santo Tomás de Aquino. El llamado doctor Angélico es universalmente reconocido
como autoridad intelectual. Su aportación al pensamiento occidental supuso una vía para conciliar la
revalorización del mundo material que se vivía en Occidente en su época –años
centrales del siglo XIII– con los dogmas del cristianismo, utilizando una inteligente
y bien trabada interpretación de Aristóteles. Un pensamiento proclive a un
realismo moderado, a medio camino entre el espiritualismo agustiniano y el
naturalismo averroísta.
Ayer
fue, por añadidura, la festividad del patrón de las universidades. En la
nuestra, la de Alicante, como obliga la tradición, hubo un acto académico
importante. El Rector entregó un centenar largo de premios extraordinarios de
grado y de doctorado a otros tantos destacados estudiantes y presidió la
investidura de dos nuevos doctores honoris
causa: una especialista en lenguaje natural y un ex rector de la
Universidad de Padua.
El
evento supuso una nueva oportunidad para destacar la importancia que tiene la
investigación en tanto que motor del progreso de las sociedades contemporáneas.
De hecho, la Directora General de Universidades aludió en su discurso a esa
relevancia, subrayando el compromiso del nuevo Gobierno Valenciano para aumentar
los recursos destinados a ese fin. El profesor que hizo la laudatio de la profesora Verdejo subrayó el carácter pionero de la investigadora
en el campo del lenguaje natural, en un momento en el que investigar en el
procesamiento de la lengua castellana era realmente casi una quimera. En la laudatio del doctor Giuseppe Zaccharia se destacó
el ejemplo de internacionalización de su Universidad, una institución
caracterizada por su elevado grado de integración en la comunidad universitaria
mundial. Sus académicos participan en proyectos de investigación en materias
punteras como la exploración espacial, pero también dedican parte de sus
esfuerzos a colaborar con centros de países en desarrollo en una meritoria y
solidaria labor. La conmemoración académica por antonomasia tuvo un excelente remate
con la actuación de la tuna femenina de Derecho, que cerró con sus
interpretaciones un acto del máximo nivel.
Sin
duda, cuanto antecede es extremadamente importante aunque, a fuer de sincero y pese
a mi condición de profesor universitario jubilado, tengo asociado el día 28 de
enero a algo mucho más prosaico, aunque no menos transcendental, al menos para
mí. Algo particularmente más primordial que la investigación, la ciencia o la
transferencia tecnológica. Porque tal día como ese, hace 45 años, le confesé
mi amor a una jovencita que entonces apenas contaba 17 agostos. Saqué las fuerzas y
las palabras necesarias de donde pude para trasladarle torpe, deslucida y tal
vez impropiamente mis sentimientos más
profundos. Pese a la impericia, surtieron su efecto y logré mi propósito: que
supiese de mis pasiones y que aceptase mi proposición. Desde entonces estamos
juntos. Ninguna de cuántas decisiones he tomado posteriormente en mi vida me ha
reportado tanto beneficio, tanta satisfacción ni tanta felicidad. Es más, tengo
el pleno convencimiento de que ninguna de las resoluciones que pueda tomar en
el futuro me reportará algo que pueda equiparársele.
De
modo que, por encima del significado que tiene o tenga un día como el 28 de
enero para el mundo académico, que también ha sido el mío, siempre lo asociaré a la epifanía del gran amor de mi vida.
Eso es lo que recuerdo y celebro cada año en esa fecha.
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