domingo, 5 de mayo de 2019

Y el séptimo día, no descansaron

La vida de cada cual y la Historia, que incluye la de todos, encierran paradojas y contrasentidos morrocotudos. Nací y viví la infancia en pleno nacionalcatolicismo, un tiempo de represión, miedo, silencio, consignas y misa obligatoria en todos los territorios de la “patria”, que presumiblemente era “una, grande y libre” (?), según se leía en las enciclopedias y en los lemas y divisas de los escudos oficiales. Vamos, como últimamente ansían ciertos nostálgicos, asiduos defraudadores y redoblados delincuentes, que tácitamente reconocen que tan fue entonces mentira, como lo sigue siendo ahora.

Más allá del adoctrinamiento implícito y explícito que recibíamos en la escuela por parte de los maestros –fuesen o no afectos al Régimen, porque no les quedaba otra, pues había que comer– los domingos esperaba su turno la Iglesia para tomar las riendas del canónico aprendizaje de las virtudes cristianas y de los valores patrios, a mayor gloria de Dios. Día de misa obligatoria en el que asistíamos a los santos oficios ocupando las primeras bancadas de los templos, férreamente custodiados por nuestros educadores y con el ánimo dispuesto para soportar con estoicismo el rosario de consignas que emanaban de los púlpitos: El domingo es el día del Señor, “acuérdate del día del reposo para santificarlo” (Éxodo, 20, 8-10; Deuteronomio 5, 12-15). Dios creó los cielos y la tierra en seis períodos a los que llamó días, “y acabó en el día séptimo la obra que había hecho, y reposó, y bendijo ese día y lo santificó” (Génesis 2:2–3). Semana tras semana, mes tras mes, oíamos machaconamente este mensaje complementado con el mandamiento eclesiástico de “oír misa entera todos los domingos y fiestas de guardar”. ¡Ay, Señor, como diría mi madre! ¡Cuántas multas y palos le cayeron a mi padre, justamente por no respetar, convencidamente, tal precepto!

En la tradición cristiana y católica el séptimo día es santo por ser el que Dios mandató que se descansase de las labores cotidianas y se dedicase a su adoración. Su propósito no es otro que ayudar a los fieles a centrar sus pensamientos y acciones en la divinidad. De modo que no es simplemente un día para descansar del trabajo cotidiano, bien al contrario, es un tiempo solemne que debe consagrarse a la adoración y a la reverencia porque, como dicen los textos sagrados, al descansar de las tareas y actividades diarias, la mente se libera para meditar sobre las cosas espirituales. De ahí que justo ese día los fieles deban renovar sus convenios con el Señor y alimentar su alma con las cosas del espíritu.

Pero mira por donde la realidad se impone una vez más a la ficción y las cifras son tan demoledoras como concluyentes. Si no contra su voluntad, al menos sí con su desaprobación, seis millones de personas trabajan en España dos o más sábados al mes y casi un millón adicional lo hace esporádicamente. Y si analizamos los domingos, un millón más trabaja en todos ellos y tres millones y medio lo hacen dos o más veces cada mes, pese a que el empleo todavía está lejos de alcanzar los niveles previos a la crisis de 2008. En la última década han crecido los trabajadores habituales de los sábados, que son ya más del 30%, mientras que los que acuden dos o más domingos a trabajar suponen el 20%. Este es un fenómeno que afecta fundamentalmente a los jóvenes, que lo aceptan resignadamente, como algo naturalizado. La cuarta parte de los trabajadores de entre 16 y 24 años, son mayoritariamente estudiantes y trabajan al menos dos domingos al mes. Y es que, como sabemos, son ellos, precisamente, los más afectados por la crisis del mercado laboral, contándose entre sus principales damnificados. Por decirlo de otro modo, integran el grupo de empleados cuya ocupación está en el límite de lo que podría calificarse de trabajo digno.

El comercio y el sector hotelero son las actividades económicas en las que más abunda este tipo de jornada. En el comercio, la tendencia aumentó significativamente a partir de 2012, año en el que el gobierno de Rajoy aprobó un decreto que, entre otras medidas, obligaba a varias ciudades españolas con importante afluencia turística a designar zonas en las que estuviera permitido abrir los domingos y con jornadas más amplias. La Comunidad que llevo más lejos esta medida fue la de Madrid, con Esperanza Aguirre a la cabeza, que fue pionera en instaurar la liberalización total de los horarios comerciales. Desde entonces, la cosa ha llegado a tal dislate que existen comunidades autónomas en las que formalmente se permite abrir ocho domingos al año para poder responder a supuestas circunstancias especiales, aunque realmente se abre todos los domingos sin control alguno y con absoluto desprecio a los derechos profesionales, a la conciliación laboral y a cualquier otro derecho de los trabajadores.

Otra vertiente nada desdeñable de los llamados empleos basura y las estafas laborales está representada por el trabajo nocturno, que es cada día más habitual. El pasado año, casi millón y medio de ciudadanos hizo su prestación laboral en jornada nocturna, es decir, entre las diez de la noche y las seis de la mañana. También en este caso se trata mayoritariamente de jóvenes, trabajadores en tiendas que abren las veinticuatro horas y en la industria hotelera, pese a que es evidente que no son sectores básicos que requieran estar abiertos todo el día, como exige la sanidad, la seguridad o el mantenimiento de los servicios fundamentales.

Existen numerosos estudios que demuestran que el consumo seguirá estancado mientras no se cree suficiente empleo y se sigan incrementando los impuestos, especialmente el IVA. Por otra parte, esta demostrado que la desregulación lo que realmente ha provocado es la destrucción del empleo dado que los autónomos y pequeños comerciantes han sucumbido frente a la posición dominante de las grandes superficies. Más allá del comercio, nuestros pueblos y ciudades gozan de un sinfín de atractivos turísticos y, además, los diferentes formatos comerciales permiten realizar compras, especialmente de alimentos, todos los días del año. Es falaz, por otro lado, que la receta 24/7 sea la clave del futuro porque la plena libertad de horarios daría al traste con la conciliación de la vida profesional y familiar. En suma, solo favorece a los grandes distribuidores, que son los únicos que la demandan. Y lo que es más, las instituciones europeas todavía no se han pronunciado sobre los horarios comerciales.

De modo que, a poco que atendamos a las regulaciones y prácticas laborales, constataremos que ni respetan las leyes de Dios y de la Iglesia, ni sirven al interés general. Así que quienes las invocan y ejercitan (léase la derecha, en todos sus formatos; porque a nadie benefician más que a quienes se encuadran en ella) que apechen con las consecuencias. Recordémoslo, domingo, 26 de mayo. ¡Todos a votar, como hicimos el 28 de abril!

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