No
he oído la radio esta mañana, tampoco he visto la televisión. Prácticamente, mi
información se limita a dos pantallazos de Facebook y unos correos electrónicos.
Me entero por estas fuentes de que Pedro Sánchez ha renunciado a su acta de
diputado para evitar votar la abstención que dará el gobierno a un partido
putrefacto. Ya me gustó la noche que le espetó a Rajoy lo de “usted no es
una persona decente”. Aquello fue un punto y aparte en el curso de las cosas,
fundamentalmente en lo que venía sucediendo al PSOE con relación al PP y
con los partidos políticos de la izquierda.
Apresuradamente,
sin reflexión alguna, diré que Pedro Sánchez no me acaba de convencer. No vislumbro en él a un líder capaz de conducir la
socialdemocracia española hacia un nuevo y solvente proyecto de progreso. No lo
veo encabezando una corriente rigurosa de pensamiento ni un gobierno solvente para los
próximos años. En mi opinión, después de tanta mediocridad, el país necesita estadistas. Y
Pedro Sánchez me parece que no tiene madera para ello. Espero que se alíe con
otros que la atesoran en mayor medida, al menos desde mi punto de vista.
Pese a todo, he de reconocerle algunas virtudes. La primera, su conducta de hoy que aúna la renuncia
al acta de diputado y su voluntad de volver a empezar, aunque evidentemente no
será lo mismo que la primera vez. Quiero pensar que la suya no es una
actitud aislada, individualista, sino el primer paso de un proyecto importante,
pergeñado a la sombra del impresentable aparato partidista, que pretende ir mucho
más de lo que significa la fugaz anécdota del simple golpe de efecto. Tengo
esperanza en que esa virtualidad se materialice, en que de verdad se dé un paso
adelante que desmarque por muchos años la socialdemocracia de su asimilación a
la ignominia, a la indecencia, al latrocinio, a la indignidad y al estado de
cosas que caracteriza a los partidos conservadores y a sus opciones
ultraliberales, que campan a sus anchas por toda Europa. Esta es una aspiración
irrenunciable para millones de españoles de a pie y para decenas de millones de
europeos que creemos en la justicia distributiva y en la solidaridad, que aspiramos
a vivir en una sociedad inclusiva y sensible con los problemas de los otros, no
en una entelequia imposible donde la única norma sea la exclusión radical de la
diferencia y el sálvese quien pueda. Por tanto mi reconocimiento a su actitud
de hoy, que representa un primer paso imprescindible. ¡Enhorabuena!
Por
otro lado, insisto en que quiero creer que su conducta no es un hecho aislado
sino que forma parte de una estrategia bien trazada, con pretensión de desgranarse a través de un largo
recorrido. En ese camino, sin duda, se van encontrar de frente con las fuerzas
del establishment, con el statu quo, con los privilegios y los
diezmos logrados tras décadas de navegar y vivir “en” y “de” las instituciones, “en” y “del”
partido, “en” y “de las” estructuras del poder. Sabemos de sobra que muchos de
ellos no tienen vida fuera del contexto institucional y partidario. Obviarlo es
poner en peligro la nueva aventura que se emprende. Ese estado de cosas
debe neutralizarse, para acabar con él. El rumbo del nuevo proyecto no es ajeno
al éxito de esta lamentable, desagradable e imprescindible empresa. Los que han
iniciado el envite saben perfectamente de lo que hablo.
No
me parece que lo que hoy se precisa sea dar un golpe de mano y cambiar ligeramente el rumbo de las cosas, o hacerse con el poder que otros perderán; por otro lado, asuntos todos
legítimos y saludables, tal y como están
las cosas en el PSOE. Porque no lo olvidemos, los líderes que actualmente tienen
a gala serlo en esa organización deben saber que, en la opinión mayoritaria de
sus militantes y votantes, ni son líderes, ni son nada. Es más nos avergüenzan escandalosamente
a quienes les hemos votado convocatoria tras convocatoria electoral.
Pero
no nos confundamos. Pese a todo, pese al pobre y lamentable espectáculo que nos
dan cada mañana muchos de los dirigentes del PSOE, el objetivo de la
organización no debe ser quítate tú para que me ponga yo. El objetivo debe ser rearmar el
partido, discutir una nueva estructura organizativa a la luz de los tiempos que
corren, redefinir los objetivos de la socialdemocracia, vertebrar un proyecto a
medio y largo alcance que ofrezca soluciones a los problemas actuales, que contribuya
a recuperar la esperanza de la sociedad española, a reencontrar el camino de la
socialdemocracia en el siglo XXI impulsando y armonizando un gran proyecto europeo, en
concordancia y cooperación con el resto de las fuerzas progresistas del
continente. Lo que la auténtica socialdemocracia tiene como reto es acabar con la
escalada creciente del populismo de
derechas y de izquierdas, y con el apabullante predominio de una derecha cada vez
más ultraliberal e insoportable, que nos está sumiendo en la mayor crisis económica,
política, social e ideológica que hayamos conocido.
Todos
estos y muchos más son los desafíos que tiene delante el amigo Pedro y quienes
vayan con él. No soy militante del Partido Socialista ni tengo intención de
serlo en próximos tiempos, pero soy simpatizante y votante de un partido que
hasta hoy representaba la socialdemocracia en el país. Y desde luego estoy
dispuesto a arrimar el hombro para materializar un proyecto de la naturaleza
que menciono cuando se requiera mi cooperación. Sé que a estas alturas de la
vida poco puedo aportar, pero lo que pueda lo pongo a disposición de un
proyecto imprescindible para transformar efectiva y sensatamente la realidad en
que vivimos.
Gracias, Pedro, por la decencia que resume tu actitud. Espero que tu renuncia signifique el inicio de una gran historia y que logres vivirla en plenitud conjuntamente con los millones de personas que compartimos el argumentario que fundamenta tu decisión de hoy.
Gracias, Pedro, por la decencia que resume tu actitud. Espero que tu renuncia signifique el inicio de una gran historia y que logres vivirla en plenitud conjuntamente con los millones de personas que compartimos el argumentario que fundamenta tu decisión de hoy.
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