viernes, 22 de mayo de 2015

20 de mayo.

Hoy tenía materia para garabatear mi cuaderno hasta casi acabar sus hojas. Estuve meditando sobre cómo podía contar algo que, además de conmoverme, desbordó mi capacidad de metabolizar tantos recuerdos, impresiones, simpatías y afectos. Erais tantos los protagonistas, tan numerosas las anécdotas, tan incontables los recuerdos que opté por salirme por la tangente. Decidí reproducir el “discursito” que os largué mientras aguardabais pacientemente que nos sirvieran el almuerzo. Pensé que tal vez os gustaría recordarlo en algún momento y por ello aquí lo tenéis. Lo que sigue es más o menos lo que dije.

Queridas amigas y amigos.
Disculpad que interrumpa unos minutos esta animada conversación. Alguien tiene que dar la bienvenida a la gran fiesta que hemos preparado para hoy y me ha tocado a mi. Así que la comisión organizadora quiere daros las gracias por estar aquí a todas y a todos: a Cayetano, Vicenta Antón, Antonio, Tomás, Juanjo, Concha Azorín, Mª Rosa, Pedro Juan, Modest, Miguel, Carmina, MariLuz, Juan José, Elías, Eduardo, María Dolores, Trini, Antonio García, Cuti, Luis, Lola Gutiérrez, Mari Carmen Hernández, Concha Lucas, MariCarmen Llorca, José Antonio, Amada, Guillermina, Domingo, Alfonso, María, José Joaquín, Lina, Consuelo, MariCarmen Ruiz, Pascual, Joaquín, Elia, Vicenta, Pilar Tormo y Pilar Vera.

Gracias, también, a los que no están aquí, bien porque no han podido venir, bien porque no hemos logrado localizarlos. Sabéis que forman parte del grupo y queremos recordar a Mª Carmen Aracil, Antonio Blanco, José Cerdá, Mati Giner, Nieves, Andrés, José Daniel, José Hernández, Mª Carmen Hernández, Antonio Illán, Alfonso Marín, Marilé, Conchita Muñoz, Raimundo, Paco Ochando, Joaquín Pérez, Vicente Rodríguez, Amelia, José Mª Rodríguez, Antonia Rizo, Antonio Samper, Asun Verdú, Paquita Verduzco, Margarita Bru y algunos más que seguro que se nos han escapado.

Restaurante Juan XXIII. Alicante.
La comisión organizadora de este evento, un grupo compañeros que nos reunimos periódicamente desde hace un par de años, queremos felicitaros por el éxito de esta convocatoria. Lo que hemos logrado entre todas y todos es un exitazo sin paliativos. Y lo vamos a repetir.  Declaramos con solemnidad que hoy es un día de fiesta, en el que no hay lugar para la nostalgia. Hace unos meses nuestro querido Pascual me decía, con razón, que “no hay nostalgia del pasado cuando uno se trae consigo a lo largo de los años aquello que no quiere perder”. Y lo cierto es que todos y cada uno de nosotros estamos aquí, en nuestros respectivos presentes, con muchas cosas compartidas y muchos afectos incandescentes. No sé si es el azar, la casualidad, la proximidad, o un cúmulo de afortunadas circunstancias las que nos han conducido a estar aquí hoy, juntos, después de casi cuarenta y ocho años. Realmente es un lujo tenernos cerca y disfrutar de nuestra amistad. Es un gran regalo del que todos nos sentimos orgullosos. Quiera el destino que estos encuentros se reiteren y nos permitan compartir momentos de felicidad como el que vivimos ahora. También me decía Antonio Antón que se sigue emocionando cada vez que comprueba que, aunque hayamos permanecido media vida sin vernos, siempre hemos "estado" los unos con los otros y para los otros. Yo también digo con él, sin miedo a equivocarme, que esa emoción me llena el alma hasta colmarme.... A mí, como a él,  vuestra amistad me da la esperanza y la vida.

Creo que debemos evocar, reverente y emocionadamente, el recuerdo de los compañeros que hoy no pueden estar aquí, físicamente, con nosotros, aunque lo están permanentemente en nuestros corazones. Y, si no os importa, no lo haremos guardando silencio, como proponía José Daniel (disculpa la discrepancia, amigo) porque sabéis de sobra que soy hombre de palabras mucho más que de silencios; todavía no he aprendido a callar, lo siento. Así que permitidme que los recuerde tomando prestadas algunas estrofas de nuestro paisano Miguel, especialmente aquéllas que dicen:

Yo quiero ser llorando el hortelano
de la tierra que ocupáis y estercoláis,
compañeros del alma, tan temprano.
Alimentando lluvias, caracoles
y órganos mi dolor sin instrumento,
a las desalentadas amapolas
daré vuestro corazón por alimento.
Tanto dolor se agrupa en mi costado,
que por doler me duele hasta el aliento.
Un manotazo duro, un golpe helado, 
un hachazo invisible y homicida, 
un empujón brutal os ha derribado. 
No hay extensión más grande que mi herida, 
lloro mi desventura y sus conjuntos 
y siento más  vuestra muerte que mi vida. 
Siempre volvéis a mi huerto y a mi higuera:
y por los altos andamios de mis flores
pajarea vuestra alma colmenera
de angelicales ceras y labores.
A las aladas almas de las rosas...
de almendro de nata os requiero,
que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañeros del alma,  compañeros.

Como sabéis, preparar estos eventos requiere tiempo y dedicación. Por ello, la comisión organizadora hace reuniones de trabajo, que suelo glosar a posteriori. En una de esas crónicas, hace unos meses confesaba que a veces no puedo evitar preguntarme: ¿por qué estamos aquí?, ¿qué hace que concurramos tan contumazmente a estos encuentros? Y decía entonces y digo ahora que, parafraseando el poema de Kavafis, más allá de las magníficas escalas que jalonan el camino, por encima de cual sea su destino imaginado, lo que nos ha amalgamado y nos cementa es la convicción de nuestra fortuna por tener la oportunidad de recorrerlo juntos, todavía, en la plenitud de aventuras y conocimientos, sin temer a nada porque mantenemos firme y elevado nuestro pensamiento y nuestras convicciones.

Estamos persuadidos de que jamás encontraremos Lestrigones, Cíclopes ni Poseidones  porque son ajenos a nuestras almas, más dadas a desperezarse en mañanas estivales, visitando puertos recoletos y mercados repletos de sencillas mercancías y caldos voluptuosos. No ansiamos llegar a Ítaca porque deseamos disfrutar del camino, de su longitud y de su belleza. Y por eso no apuramos el viaje, y queremos hacerlo duradero. Ítaca nos dio hace muchos años la oportunidad de emprender una travesía que ha hecho de nosotros quienes somos. Cuando lleguemos a ella lo comprenderemos.

De modo que os propongo que levantéis conmigo vuestras copas para que brindemos y nos felicitemos por estar aquí. ¡Salud y felicidad, compañeros! ¡Por nosotros!

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