lunes, 19 de enero de 2015

Zero Waste, bendita moda.

Lauren Singer y Verónica Kuchinow tienen en común que son mujeres jóvenes, que viven en grandes ciudades, Nueva York y Barcelona, y que tienen preocupaciones semejantes. Ambas practican una filosofía que aspira a la reducción radical de la basura para contribuir a un desarrollo más sostenible. Su meta última: reducir a cero los deshechos que se envían a los vertederos, rellenos sanitarios e incineradores. En la práctica, se resignan a limitarlos a la mínima expresión para lograr un objetivo ético y económico, eficiente y visionario, consistente en imitar los ciclos naturales sostenibles, en los que subproductos y residuos se convierten en recursos para otros. Una filosofía que resume una marca: Zero Waste que es el nombre que se ha dado a esta forma de entender la vida (http://www.zerowasteeurope.eu/).

Uno no puede evitar preguntarse cómo se puede vivir en el centro de Nueva York sin cubo de basura y sin apenas producir residuos. Lauren Singer (23 años) dice que ella lo lleva haciendo dos años. Empezó prescindiendo de los envases de plástico y comprando alimentos en tiendas que venden a granel. Asegura que su ropa es de segunda mano y que cuando está muy “pasadita” la lleva a un lugar donde la reciclan. Dice que elabora sus productos de limpieza y sus cosméticos y que se deshace de la basura orgánica llevándola una vez a la semana a un lugar donde la transforman en compost. Confiesa que compra en mercados de granjeros que no envasan sus productos, que no tiene coche y que se desplaza andando o utilizando el transporte público. Parece increíble, pero es real y, además, lo cuenta con tal naturalidad que parece sencillo.

Verónica Kuchinow es ingeniera y fundadora de Zicla, una empresa catalana que hace años que investiga las posibilidades de los residuos porque en ella tienen claro que son un problema que debe convertirse en una oportunidad. La empresa da valor a lo que se tira, creando nuevos productos y mercados, porque parte del supuesto de que aprovechar los recursos es una cuestión que tiene relación directa con encontrar un mercado para ellos. Verónica lo ha hecho fabricando, por ejemplo, los separadores del carril bici que hay por toda Barcelona, así como en otras nueve ciudades españolas, y también en Londres, Washington, San José (California), Santiago de Chile o Estambul. Con su bagaje de más de una década como especialista en el uso eficiente de los recursos promociona el ecodiseño, una tendencia que piensa los productos para una economía circular, que prevé el ciclo de vida completo de los objetos (también su final), evitando que acaben amontonados en los vertederos.

Y es que tenemos asumido un cliché trapacero que da por supuesto que los amantes de lo orgánico rehúyen las grandes urbes y emigran al campo a vivir su vida como ‘frikis’, hippies o ‘forestarillos’, porque son incompatible con aquellas. Lauren prueba cada día la falsedad de esa presunción, demostrando que se puede generar muy poco impacto ambiental viviendo en el epicentro del consumismo y de la cultura de usar y tirar. Según confesó a una periodista que la entrevistó para el diario El País, lo que le resulta más complicado no es prescindir de determinados productos, sino buscar alternativas orgánicas a todo lo que se usa diariamente. Aunque la verdad es que asegura que ha encontrado recetas para casi todo: detergente para la lavadora, pasta de dientes, loción para la piel… En su blog Trash is for tossers, esta neoyorquina ofrece sus ideas, su forma de vida y su compañía comercial, The Simply Co., que vende productos 100% naturales y libres de sustancias químicas, que ella misma elabora (cucharas de barro, camisetas de algodón orgánico, jabón en polvo…) Afirma que aumenta día a día la gente interesada en vivir más simple y saludablemente, y que decidirse por esta opción es una decisión que tiene que partir de uno mismo, pero que exige infraestructuras que deben proveer los gobiernos desarrollando políticas activas de reciclado e infraestructuras que lo permitan. Asegura que ahorra, que se alimenta saludablemente y que su salud es mejor. Verónica Kuchinow coincide con ella, manifestando que nuestro país todavía está muy atrasado en normativas que premien a las empresas más respetuosas con el medio ambiente, demandando mucho más apoyo de los gobiernos para modificar las reglas del juego.

Como Verónica, algunos profesionales concienciados de los graves problemas que generan los residuos han llevado los desechos a sus talleres y los han convertido en materia prima mediante el upcycling, nombre con que se conoce el proceso de convertir un producto rechazado en otro de mayor calidad, que en ciudades como Berlín o Londres es una tendencia. En el sector de la moda, Fiona Capdevila y su marca Del Través han lanzado este invierno la primera colección hecha enteramente a partir de ropa descartada, cosa que nadie diría visualizando sus propuestas. Unas piezas que han sido clasificadas meticulosamente eligiendo los tejidos más naturales y de más alta calidad gracias a un acuerdo con entidades de recogida selectiva como Migajas o la Fundación Formación y Trabajo.

En fin, la consigna del Zero Waste se expande poco a poco. Empiezan a multiplicarse las tiendas que prescinden del packaging (empaquetado y envoltorios), una de las formas más absurdas e inútiles de generar basura. Cada vez más clientes acuden a los comercios con sus bolsas o sus recipientes. Proliferan los envases de papel, de fécula de patata, de PLA (bioplástico) o las bolsas de tela de algodón orgánico. La cosa está tan al día que en alguna ciudad europea han surgido iniciativas de crowdfunding para promocionar iniciativas como aquella que sugiere que “el consumo sostenible debe ser algo sexy”. Incluso han aparecido restaurantes “cero desechos” cuya exitosa fórmula responde a la llamada práctica de las cinco "R": reducir, reutilizar, reciclar, rechazar y resistir.

¡Cáspita!, como lo que hacíamos en el pueblo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario