jueves, 9 de octubre de 2014

El (des)gobierno que no merezco.

Hay una frase lapidaria, atribuida a Maquiavelo, que reza literalmente: “Cada pueblo tiene el gobierno que se merece”. Realmente, su autor fue Joseph de Maistre (1753-1821), un filósofo, diplomático, abogado, teólogo y político saboyano, conservador y activo combatiente de los fundamentos ideológicos de la Revolución Francesa y de la Ilustración. En sus obras defiende enconadamente la monarquía, proponiendo un orden político autoritario y teocrático, basado en una escala institucional jerárquica en cuya cima sitúa al Papa. La frase en cuestión forma parte de una carta que escribió en San Petersburgo, dirigida a un caballero anónimo. Posteriormente, ya entrado el siglo XX, André Malraux la enmendó, asegurando que no es que “Los pueblos tengan los gobiernos que se merecen, sino que la gente tiene los gobernantes que se le parecen”. Suena mejor, pero resulta igualmente injusta y trágica.

Así que es una sentencia que provoca rechazos muy airados, que hay que reconocer que son más viscerales que racionales, particularmente evidentes entre quienes todavía practicamos algo la reflexión y habitamos países, regiones y localidades en los que las cosas hace tiempo que van de mal en peor. Hoy, por ejemplo, el detonante de mi cabreo ha sido la lectura de un titular, atribuido hace unos días al Presidente del Gobierno que, a la vista de los indicadores socioeconómicos del momento, aseguraba con una desfachatez exasperante que "podemos ver el futuro de una manera diferente". 

Ciertamente, tengo una tendencia natural a negar crédito a la frase a que aludo, que considero una estulticia sin motivación pese a la contundencia de los cientos de evidencias que parecen avalarla. Tal vez porque me resisto a ser incluido en la interminable nómina de los involuntarios destinatarios de las sandeces de nuestros gobernantes. Basta con escudriñar un poco las hemerotecas para descubrir centenares de ellas que, más allá de las deformaciones interesadas que incluyen a veces los titulares de los medios de comunicación, retratan a sus autores con meridiana claridad.
Forges (Diario El País)

Recordemos, si no, algunas de las perlas que en los últimos meses han salido de la boca del 'pizpireto' Sr. Rajoy. En noviembre de 2012, durante la cumbre para negociar los presupuestos de la UE para el periodo 2014-2020, mantuvo una reunión bilateral y distendida con el Sr. Cameron en la que le espetó aquello de "It's very difficult todo esto", exhibiendo para sorpresa de todos y con una naturalidad que le es impropia su dominio del spanglish. En febrero de 2013, en plena cumbre Rajoy-Merkel, en Berlín, se destapó el caso Bárcenas. Sus primeras declaraciones fueron para asegurar a los periodistas, sin que se le torciese el gesto, que: “Todo lo que se refiere a mí y a mis compañeros de partido no es cierto salvo alguna cosa”. Pero hay más, en junio de 2012, en una sesión de control al Gobierno en el Congreso, dijo con relación al rescate bancario: “No es un rescate. Es un crédito en condiciones ventajosas, que va a pagar la banca”. En fin, por no fatigar, añadiré solo algunas perlas más: “A veces la mejor decisión es no tomar ninguna decisión, y eso es también una decisión” (febrero de 2013. Reunión plenaria del Grupo Popular del Congreso, previa a la petición del rescate). “Las decisiones se toman en el momento de tomarse” (Lisboa, mayo de 2012, ante la inminente nacionalización de Bankia). “Me gustan los catalanes porque hacen cosas” (2012, vídeos promocionales del PP catalán).

En fin, como olvidar aquello de: “Siempre estaré detrás de ti, o delante, o a un lado” (requiebro dedicado al President  Francisco Camps, en 2009, durante el mítin de cierre de campaña de las elecciones europeas). O, "Cuanto más sepáis de todo, mejor. Por saber muchísimo no os va a pasar nada malo, luego ya veremos. Si uno es ingeniero o futbolista, se le abren todas las puertas del mundo" (junio de 2013. Acto del PP en Peñíscola, comentando las cifras de desempleo juvenil). Tampoco son mancas aquellas de “España tiene, sobre todo, españoles” (julio 2012, clausura del XIII Congreso del Partido Popular de Andalucía) o "Estoy peleando duro para estudiar inglés. Le dedico tres horas a la semana y luego voy por ahí practicando en coches y aviones" (abril de 2011). Sin olvidar su encomiable confesión, cuando con actitud contrita aseguró “No he cumplido con mis promesas electorales, pero al menos tengo la sensación de haber cumplido con mi deber" (seminario organizado por el semanario británico The Economist, en febrero de 2013). Creo que no hay mejor mención para dar cierre a esta pequeña glosa que aquella en que aseguraba que “Al final, los seres humanos somos sobre todo personas con alma y sentimientos y esto es muy bonito”, rematada con una alusión devota a su famosa “niña”, en la campaña de las elecciones generales de 2008.

Hay docenas de referencias, innecesarias para argumentar lo que han dejado palmariamente claro las precedentes: ni mis conciudadanos ni yo merecemos ni nos parecemos a este señor, ni a los que con él van, que a menudo lo mejoran. De modo que contrariaré a los señores Maistre y Malraux negando de plano sus argumentos y especialmente la jerarquizada visión sociopolítica del primero, sin acritud ni enojo, pero con determinación y sobradas razones. Como ha dicho Pérez Reverte, los políticos se han construido un país sólo para ellos en el que medran y se acuchillan, aunque luego se van a comer (o a lo que se tercie, añado) juntos, tras el espectáculo parlamentario. Y ello es indignante e intolerable. Hace tiempo que los ciudadanos debimos recuperar la dignidad poniendo fin a una farsa tan vanamente edificante. 

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