miércoles, 18 de junio de 2014

‘Wértigos’.

Las becas Erasmus fueron la gota que colmó el vaso. Paradójicamente, una nimiedad -si se compara con otras barbaridades que ha promovido- hizo que, por fin, el ministro Wert se quedase solo en el Parlamento. Después de utilizar a los arribistas como kleenex, por enésima vez, los genuinos resortes del poder -el establishment- obligaron a este singular kamikaze a rectificar, a bajarse del pedestal al que nunca debió subir y a desnudarse en público. En resumen, "hecha la faena, ya no nos sirves". Creí entonces que era su fin, pero ya hace de ello medio año, está acabando el curso académico y ahí sigue, dando que hacer. Y por lo que se aprecia, hasta parece recuperado y bien posicionado, cercano a Arriola, a Mariano y hasta al abdicante Rey.

En aras de la verdad, hay que reconocer que es difícil hacer mejor la faena que se le encomendó, con eficiencia y diligencia tan probadas. En dos años le ha sobrado tiempo para desmontar cuatro o cinco lustros de trabajo sistemático, duro, creativo y a destajo, desplegado por las administraciones educativas precedentes. En ese brevísimo periodo, ha acabado con casi todo el sistema de apoyo a la educación diferencial y compensatoria de este país y ha laminado la estructura institucional del sistema educativo, desmontándola y auspiciando como alternativa algo que no es tal. Y lo sabe, como lo saben quienes le han jaleado en su inaudita carrera. El objetivo está más que logrado: deshacer lo hecho, sin que haya otra opción razonable. Es más que suficiente para que las cosas vuelvan a su sitio, al cauce del que no debieron apartarse nunca: la Iglesia y sus designios.

Además, en esos dos años ha deshecho el sistema de ciencia y tecnología del país. Nos ha hecho bajar no sé cuantos peldaños en los rankings de la investigación, desmontando toda su estructura básica y el prestigio internacional logrado por los investigadores y las universidades en los escenarios globales. Él, sus amigos y colaboradores nos han sumido en el más absoluto de los silencios, en una nueva oscuridad. Nos han sacado de la modernidad y nos han devuelto a la caverna, retrotrayendo treinta años la educación, la ciencia y la cultura del país.

Y lo han hecho con una sonrisa cínica y permanente, despreciando a tirios y troyanos, incluso yendo más allá de lo que sus propias bancadas parlamentarias y congéneres ideológicos les pedían. Los mediocres han tenido su ‘minuto de oro’ (dos largos años, en este caso) que han explotado hasta el límite. Como hacen los majaderos y los beneficiados. Estoy seguro que les prepararán una salida fulgurante porque han hecho méritos de sobra.

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