Delante de la injusticia, la impunidad y la barbarie,
necesitamos de una pedagogía de
la indignación.
Paulo Freire
“En todo el planeta, la nueva
derecha está lanzando una ofensiva cultural que representa uno de los mayores
retos con que la izquierda y otras fuerzas progresistas se han enfrentado desde
la emergencia del fascismo en Europa durante los años 30. Las dimensiones
culturales del ‘nuevo orden mundial’ que está siendo creado por la nueva
derecha desborda las fronteras, trasciende los paisajes tradicionales de la
nación estado y reordena las relaciones entre tiempo, espacio e identidad. Las
viejas divisiones y límites que definían rígidamente las disciplinas, las
actividades culturales y el trabajo de los profesionales están siendo cruzados,
reescritos y reconstruidos dentro de una nueva economía global…"
Podría
ser una cita extraída de una entrevista realizada a cualquier intelectual esta
misma semana, pero no lo es. Se trata del primer párrafo de la introducción al
libro Igualdad educativa y diferencia
cultural, que publicaron en 1992 Henry A. Giroux y Ramón Flecha. Tras haber
trabajado en distintas universidades norteamericanas, Giroux es actualmente investigador
en la McMaster University de Ontario. Un autor relevante que ya en 2002 fue
considerado uno de los cincuenta pensadores que más han contribuido al debate
educativo en el siglo XX. Recientemente visitó Barcelona para presentar su
libro La
guerra del neoliberalismo contra la educación superior (Herder), en el
que asegura que las universidades están siendo atacadas con recortes continuos
en su financiación, especialmente los departamentos de humanidades, para que
dejen de ser centros de pensamiento.
Henry A. Giroux |
Con
motivo de su visita realizó algunas entrevistas en las que los periodistas le
interpelaron sobre una de sus principales obsesiones, la pedagogía crítica, que
considera la auténtica alternativa que posibilita construir la escuela que
queremos. Porque sostiene sin ambages que la educación es siempre política y el
tipo de pedagogía que se utiliza tiene mucho que ver con la cultura, la
autoridad y el poder. La historia que contamos o el futuro que imaginamos se
refleja en los contenidos que enseñamos. Por eso asegura que la pedagogía convencional
agrede en lugar de educar, puesto que representa un sistema opresivo, basado en
el castigo y en la memorización, que no persigue otra cosa que el conformismo. En
consecuencia, deben desarrollarse otras metodologías que formen alumnos capaces
de desafiar las prácticas antidemocráticas en el futuro. Y por eso Giroux,
como hicieron Freire o McLaren, reclama
una reforma del sistema educativo para que el pensamiento crítico impregne
todas las asignaturas. Porque la pedagogía no se relaciona únicamente con las
prácticas de enseñanza sino que implica también un reconocimiento de las
políticas culturales que sustentan dichas prácticas.
La pedagogía crítica también se concibe como
parte de un proyecto ético y político, en el que la acción educativa se propone
como relación con el otro (alteridad) y se basa en la responsabilidad y en el acogimiento
de los demás (hospitalidad). Requiere asegurar la comprensión de los otros desde
las prácticas reflexivas, hermenéuticas y de compromiso. Como ha dicho Bárcena,
la pedagogía introduce el cuidado formativo del otro. En definitiva, consiste
en una práctica de formación y aprendizaje ético y político, que incide en las
formas de producción de subjetividades, en los procesos de construcción y difusión
de valores y también en la socialización. Las orientaciones que ofrece permiten
promover el desarrollo de la autonomía, la participación, el reconocimiento y
el respeto por la alteridad, la generación de espacios para la comprensión y la
resolución de los conflictos y la creación de ambientes sociales y comunitarios
para reconocernos en propósitos colectivos.
Es
posible que los pensamientos que preceden les puedan parecer enrevesados a
quienes no están familiarizados con el mundo educativo. Incluso algunos
docentes expertos pueden considerarlos antiguallas obsoletas. Sin embargo, estoy
convencido de que no lo son; bien al contrario, cada día que pasa tienen mayor
razón de ser. Y es que los planteamientos educativos de base son
imprescindibles. Es falaz enfocar la educación desde la mera razón instrumental,
desde la mera tecnologización de los procesos de aprendizaje a través de los
enfoques plurilingües, el b-learning, el gamming o cualesquiera otras técnicas
de aprendizaje e innovación docente. La educación auténticamente transformadora
responde a un marco conceptual mucho más amplio que engloba diferentes
prácticas y metodologías, que tienen como fin último conseguir que las personas
analicen la realidad que les rodea, la sitúen en un contexto global, tomen
conciencia de las diferencias y desigualdades que existen y decidan actuar para
incidir positivamente en esa realidad y transformarla. Podemos expresarlo de
otro modo: educar significa formar a las personas en el plano emocional para
que sean capaces de quererse a sí mismas, empatizar con los demás y ponerse en
acción para mejorar el contexto en el que viven. Paulo Freire lo explica muy
bien cuando asegura que “la educación no puede cambiar el mundo, pero puede
cambiar a las personas que pueden cambiar el mundo”.
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