sábado, 1 de junio de 2019

Por una pedagogía de la indignación

Delante de la injusticia, la impunidad y la barbarie,
 necesitamos de una pedagogía de la indignación.
Paulo Freire


“En todo el planeta, la nueva derecha está lanzando una ofensiva cultural que representa uno de los mayores retos con que la izquierda y otras fuerzas progresistas se han enfrentado desde la emergencia del fascismo en Europa durante los años 30. Las dimensiones culturales del ‘nuevo orden mundial’ que está siendo creado por la nueva derecha desborda las fronteras, trasciende los paisajes tradicionales de la nación estado y reordena las relaciones entre tiempo, espacio e identidad. Las viejas divisiones y límites que definían rígidamente las disciplinas, las actividades culturales y el trabajo de los profesionales están siendo cruzados, reescritos y reconstruidos dentro de una nueva economía global…"

Podría ser una cita extraída de una entrevista realizada a cualquier intelectual esta misma semana, pero no lo es. Se trata del primer párrafo de la introducción al libro Igualdad educativa y diferencia cultural, que publicaron en 1992 Henry A. Giroux y Ramón Flecha. Tras haber trabajado en distintas universidades norteamericanas, Giroux es actualmente investigador en la McMaster University de Ontario. Un autor relevante que ya en 2002 fue considerado uno de los cincuenta pensadores que más han contribuido al debate educativo en el siglo XX. Recientemente visitó Barcelona para presentar su libro La guerra del neoliberalismo contra la educación superior (Herder), en el que asegura que las universidades están siendo atacadas con recortes continuos en su financiación, especialmente los departamentos de humanidades, para que dejen de ser centros de pensamiento.

Henry A. Giroux
Con motivo de su visita realizó algunas entrevistas en las que los periodistas le interpelaron sobre una de sus principales obsesiones, la pedagogía crítica, que considera la auténtica alternativa que posibilita construir la escuela que queremos. Porque sostiene sin ambages que la educación es siempre política y el tipo de pedagogía que se utiliza tiene mucho que ver con la cultura, la autoridad y el poder. La historia que contamos o el futuro que imaginamos se refleja en los contenidos que enseñamos. Por eso asegura que la pedagogía convencional agrede en lugar de educar, puesto que representa un sistema opresivo, basado en el castigo y en la memorización, que no persigue otra cosa que el conformismo. En consecuencia, deben desarrollarse otras metodologías que formen alumnos capaces de desafiar las prácticas antidemocráticas en el futuro. Y por eso Giroux, como hicieron Freire o McLaren, reclama una reforma del sistema educativo para que el pensamiento crítico impregne todas las asignaturas. Porque la pedagogía no se relaciona únicamente con las prácticas de enseñanza sino que implica también un reconocimiento de las políticas culturales que sustentan dichas prácticas.

La pedagogía crítica también se concibe como parte de un proyecto ético y político, en el que la acción educativa se propone como relación con el otro (alteridad) y se basa en la responsabilidad y en el acogimiento de los demás (hospitalidad). Requiere asegurar la comprensión de los otros desde las prácticas reflexivas, hermenéuticas y de compromiso. Como ha dicho Bárcena, la pedagogía introduce el cuidado formativo del otro. En definitiva, consiste en una práctica de formación y aprendizaje ético y político, que incide en las formas de producción de subjetividades, en los procesos de construcción y difusión de valores y también en la socialización. Las orientaciones que ofrece permiten promover el desarrollo de la autonomía, la participación, el reconocimiento y el respeto por la alteridad, la generación de espacios para la comprensión y la resolución de los conflictos y la creación de ambientes sociales y comunitarios para reconocernos en propósitos colectivos.

Es posible que los pensamientos que preceden les puedan parecer enrevesados a quienes no están familiarizados con el mundo educativo. Incluso algunos docentes expertos pueden considerarlos antiguallas obsoletas. Sin embargo, estoy convencido de que no lo son; bien al contrario, cada día que pasa tienen mayor razón de ser. Y es que los planteamientos educativos de base son imprescindibles. Es falaz enfocar la educación desde la mera razón instrumental, desde la mera tecnologización de los procesos de aprendizaje a través de los enfoques plurilingües, el b-learning, el gamming o cualesquiera otras técnicas de aprendizaje e innovación docente. La educación auténticamente transformadora responde a un marco conceptual mucho más amplio que engloba diferentes prácticas y metodologías, que tienen como fin último conseguir que las personas analicen la realidad que les rodea, la sitúen en un contexto global, tomen conciencia de las diferencias y desigualdades que existen y decidan actuar para incidir positivamente en esa realidad y transformarla. Podemos expresarlo de otro modo: educar significa formar a las personas en el plano emocional para que sean capaces de quererse a sí mismas, empatizar con los demás y ponerse en acción para mejorar el contexto en el que viven. Paulo Freire lo explica muy bien cuando asegura que “la educación no puede cambiar el mundo, pero puede cambiar a las personas que pueden cambiar el mundo”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario