En
1992 vio la luz la vigesimoprimera edición del diccionario de la Real Academia,
que presentaba la marca Informática 50 veces, en 41 palabras (en
Lexicografía, ‘marca’ se refiere a todo aquello que se separa del lenguaje
normal o común). La vigesimosegunda edición, en 2001, admitió un conjunto más
amplio de términos relacionados con las que entonces se denominaban tecnologías
de la información y la comunicación (TIC), aunque obvió centenares de ellas que
formaban parte del léxico específico de las nuevas tecnologías. Así, por
ejemplo, recogía "procesador" pero no "servidor";
"hipertexto", pero no "enlace"; "arroba" y
"correo electrónico", pero ni "email" ni
"mensaje"; "emoticono", pero no "chat";
"página web", pero no "sitio" ni "dominio";
"cargar un programa" y "colgarse un ordenador", pero no
"bajar un archivo", etc. Por último, en 2014, la vigesimotercera
edición incorporó numerosos términos
asociados a la tecnología, como "tableta",
"gigabyte", "hacker", "hipervínculo",
"dron", "Intranet" o "wifi", y otros asociados a
las redes sociales, como "tuit", "tuitear" o
"bloguero". De modo que no puede acusarse a la Real Academia de ser
insensible con el léxico de las NN.TT y de las RR.SS., aunque personalmente echo
a faltar en el DRAE un término que está muy en boga en los últimos tiempos:
“fake news”.
Existe
un cierto consenso en considerar este neologismo como sinónimo de información falsa, que se difunde por los
medios tradicionales o por las redes sociales con la finalidad de engañar o
manipular a la gente para lograr determinados objetivos. Puede asimilarse con
el concepto de desinformación, que significa presentar y difundir información
deliberadamente falsa, incompleta y errónea, a menudo combinada con elementos
verdaderos, con el fin de engañar y manipular a colectivos concretos, o al
público en general, y lograr determinados objetivos. Lo que se pretende con las
fake news es transmitir un discurso
creíble, capaz de captar la atención del público, basándose en estereotipos y
prejuicios y suscitando emociones para movilizar e inducir opiniones,
decisiones y acciones.
Nada
nuevo bajo el sol. La difusión de falsedades para distorsionar la visión de la
realidad e intentar influir y modificar la
conducta de la gente ha existido siempre, aunque jamás al nivel que se consigue
en la era de la globalización. Tan es así que hasta el Papa Francisco ha
llegado a afirmar que fue la serpiente la artífice de la primera fake
news, al engañar a Eva, mezclando verdad y mentira con un objetivo claro. Así
pues, la historia está plagada de relatos que aluden a las falsedades, desde
las descripciones que hacen Aristóteles o Virgilio de las realidades en que
vivieron hasta los consejos que ofrece Sun Tzu en su celebérrimo Arte de la
Guerra, una práctica que él mismo asegura que se basa fundamentalmente en
el engaño.
Las fake news han sido utilizadas a lo largo
de la historia para lograr el respaldo popular a medidas difíciles o para movilizar
a la gente para que secundase determinados intereses. Sucedió en España con los
judíos a finales del siglo XVI antes de decretar su expulsión, como ocurrió con
María Antonieta en el XVIII. Si a los primeros les difamaron tachándolos de
herejes, usureros o idólatras, a la segunda los revolucionarios le allanaron el
camino hacia la guillotina atribuyéndole frases y actos atroces, que ni dijo ni
protagonizó. Por otro lado, las guerras son los mejores caldos de cultivo para difundir
falsedades. Siguiendo las enseñanzas de Sun Tzu, las partes en conflicto utilizan múltiples
estrategias para introducir noticias falsas entre el enemigo, filtrando
propaganda y escritos derrotistas, mezclados con noticias reales, con el
objetivo de quebrar la resistencia del enemigo.
Ciertamente,
cuando en otras ocasiones he abordado el asunto de las falsedades me ha
parecido que eran más producto de la especulación interesada que de la
auténtica realidad. Sin embargo, últimamente vengo reparando en detalles que me
convencen de lo contrario. Por ejemplo, acabo de saber que a partir del próximo
uno de enero las grandes plataformas de Internet tendrán que informar
mensualmente a Bruselas del resultado de su combate contra las fake news, y en particular sobre las
cuentas falsas clausuradas, el rastreo de bots
(mensajes propagados de manera automática sin interacción humana) y sobre cómo
colaboran con verificadores externos de datos y contenidos. Facebook, Google,
YouTube y Twitter son, entre otras, las compañías obligadas a rendir esos
informes porque hace pocos meses suscribieron voluntariamente con la UE un
código de conducta, comprometiéndose a redoblar los esfuerzos para combatir las
noticias falsas. Esta estrategia forma parte del plan de actuaciones contra la desinformación
que ha aprobado recientemente la Comisión Europea cuyo objetivo prioritario es
blindar las más de cincuenta elecciones previstas para los próximos meses en
los países de la Unión. El plan de la Comisión considera que las campañas de
desinformación contra las instituciones comunitarias aumentarán en la recta
final de las elecciones de mayo de 2019, dando por descontado que el objetivo
de los atacantes no es otro que desacreditar a las instituciones y a sus
representantes, y socavar el proyecto europeo. El documento describe las fake news como una de las armas de la
guerra híbrida en la que se han embarcado algunas potencias extranjeras,
particularmente Rusia, a la que se señala como uno de los principales
agresores. De hecho se dice que la desinformación forma parte de su doctrina
militar y que su estrategia no es otra que debilitar y dividir a Occidente.
De manera que la cuestión de los infundios no parece cosa baladí porque hace
ya un lustro que, a raíz del conflicto de Rusia con Ucrania, la Comisión Europea
creó una unidad de comunicación estratégica para detectar y contrarrestar las campañas
de desinformación. Por lo que he averiguado parece que esa unidad ha dispuesto
de escasos recursos, aunque ha identificado más de 4500 ejemplos de falsedades
propagadas desde Rusia. Lo que ahora se pretende es incrementar los efectivos
personales y los caudales para lograr objetivos más ambiciosos.
En
este punto y hora, tal vez resulta pertinente recordar a Larra cuando aseguraba
que “el corazón del hombre necesita creer algo, y cree mentiras cuando no
encuentra verdades que creer; sin duda por esa razón creen los amantes, los
casados y los pueblos a sus ídolos, a sus consortes y a sus gobiernos”. Por
otro lado, Nietzsche añade una vuelta de tuerca al pensamiento de Larra asegurando
que “el hombre tiene una invencible inclinación a dejarse engañar y está como
hechizado por la felicidad cuando el rapsoda le narra cuentos épicos como si
fuesen verdades”. Tal vez esa es la principal baza que ha hecho triunfar las fake
news a lo largo de la historia. Atentos, pues, porque las unidades de
comunicación estratégica, sean europeas, nacionales o universales, no lograran
vacunar por completo nuestros entornos vitales. Para eludir los nefastos
efectos de la proliferación de las falsedades en estos tiempos de posverdad se
precisa una ciudadanía atenta, activa y estimulada para filtrar y combatir la
desinformación interesada y empujar la vida social a la dirección que demanda
el interés general, que no es otra cosa que la universalización del interés particular. No conviene olvidar
lo que dijo Václav Havel: “La primera pequeña mentira que se contó en nombre de
la verdad, la primera pequeña injusticia que se cometió en nombre de la
justicia, la primera minúscula inmoralidad en nombre de la moral, siempre
significarán el seguro camino del fin”.
cuanta razon tienes. a mi marido lo tienes maravillado con tus articulos.
ResponderEliminarse necesitan opiniones con fundamento y sin contaminar .un abrazo
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