martes, 8 de julio de 2014

Amunt la 'Turia'.

Este año se conmemora el cincuentenario de la Cartelera Turia, un proyecto cultural que impulsaron inicialmente jóvenes universitarios de la Universitat, que en plena Dictadura idearon una solución original y eficaz para tratar de influenciar culturalmente la sociedad valenciana: la cartelera de espectáculos. Curiosamente, un instrumento tradicionalmente despreciado por los popes de la cultura. A lo largo de su dilatada trayectoria, la revista ha tenido que lidiar con muchas cosas, muy especialmente con dos: la censura y las dificultades económicas de la era digital. La Turia y la ‘cultureta valenciana’ son indisociables, porque sin la primera difícilmente se entiende la segunda. Pero no es solo referencia ineludible de la vida cultural y social valenciana, hace años que tiene un lugar propio y merecido entre la prensa crítica española.

Cincuenta años es una cifra redonda y bien merece una celebración acorde. Por lo que voy siguiendo en los medios y en las redes digitales, así está sucediendo. Artistas, cineastas, músicos, creadores, críticos, ciudadanos de a pie, instituciones… se han sumado a una efeméride que, como ha sucedido a lo largo de su vida, la mayoría aplaude y algunos detestan. Y no es para menos porque, como dijo Vázquez Montalbán “los de Cartelera Turia constituyen una extraña y reducida secta de exterminadores, cultos, polícromos, rojos, verdes, colorados… que cada semana nos envía la botella de náufrago con sus críticas de espectáculos que rompen los moldes de los mensajes obvios”.

Aunque en Alicante no solemos ojearla, muchos la hemos disfrutado cuando hemos recalado en el ‘cap i casal’. Una revista de bolsillo, con portadas espléndidas, artículos de opinión y críticas sugerentes, y omnipresentes anuncios acompañando la programación de cines y teatros… Todo ello convenientemente sazonado con gotas (a veces algo más) de humor crítico y desenfado. Un pequeño (o gran, según se mire) aliviadero cultural en tiempos de la dictadura y también durante la democracia. Una publicación que jamás se ha limitado a ser el escaparate en el que consultar los espectáculos que ofrece la ciudad, sino que ha incorporado reseñas tan eruditas como frecuentemente sesgadas que, con el paso de los años, han contribuido a acrecentar la cultura cinematográfica de los valencianos, muy especialmente en aspectos cinéfilo-sentimentales y críticos, ayudándoles a entender y a gozar del cine, del teatro y de otras formas de expresión cultural.

Sabemos lo dados que son al fasto y al oropel los ciudadanos del ‘cap i casal’,  pero en este caso hay sobradas razones para justificar el homenaje que tributan. Solamente las portadas de la Cartelera (uno de sus elementos característicos) lo justificarían. Los sucesivos editores las han encargado casi siempre a pintores, ilustradores y artistas gráficos valencianos. Gentes jóvenes e inconformistas, contrarios a la cultura y a los cánones de la oficialidad y estéticamente sensibles a las corrientes foráneas, que han contribuido a la modernización de la sociedad valenciana con su aportación creativa y desde su compromiso con las libertades y con el cambio social y político. Más allá de todo ello, en la Cartelera se ha conjugado armónicamente, aunque con altibajos, el trabajo de periodistas y artistas plásticos y gráficos, que han generado un patrimonio artístico y literario de gran valor e interés, que merece el reconocimiento que se le otorga.

Pero también se ha dicho que hay otras razones que explican que la Cartelera se conozca en toda España, que enraízan con el furor valenciano, con la coentor y la irreverencia que lo caracterizan, con el adobo del sarcasmo que a todos alcanza: ignorantes, sabios e insignes. Ciertamente no les falta razón a quienes así piensan. La fijación que han tenido en ocasiones con algunos personajes evidencia una patología genuinamente valenciana, que va del cachondeo hasta el escarnio.

Todo esto y mucho más es la Turia. Una propuesta con la que se puede coincidir o discrepar, o ambas cosas según qué momentos. Un espacio grato, donde se puede aprender mucho, que puede trocarse desagradable por su estridente mordacidad. En definitiva, una guía imprescindible para la discrepancia, que no puede faltar. Al menos, en los próximos 50 años. ¡Felicidades!

No hay comentarios:

Publicar un comentario