sábado, 7 de diciembre de 2013

Simplicidad y sofisticación.

La simplicidad es la mayor sofisticación (Leonardo da Vinci)

Los arquitectos son profesionales que siempre me han llamado la atención. A la mayoría los he conocido a través de referencias textuales o visuales que han ido conformando mi idea de la arquitectura como arte y ciencia, resultado del esfuerzo de gente sesuda e imaginativa que a lo largo de la historia ha ideado y construido obras públicas trascendentales, viviendas singulares y monumentos y espacios únicos, que han resistido el paso del tiempo por encima de modas, tendencias y hasta tragedias. Es la “gran arquitectura”, la obra de los maestros insignes que se estudia en los libros y que se goza visitando las ciudades o los museos. Pero también otros profesionales, tal vez menos sesudos, han aplicado sus conocimientos e imaginación a desarrollar proyectos más efímeros, sin vocación de perdurabilidad, que resumen ideas de lo que puede ser el tiempo, el espacio o las necesidades de las personas. Y no son menos interesantes.

Pienso que la arquitectura refleja de alguna manera el devenir del mundo, de ahí que el arquitecto sea una buena metáfora para explicar la historia. El progreso humano está sembrado de artistas y obras excepcionales. Senenmut, Calícrates, Vitrubio, Alberti, Brunelleschi, Rusking, Viollet-le-Duc, Le Corbusier, Loos, Lloyd Wright, Mies van der Rohe, Niemeyer… son creadores que dejaron su impronta en paisajes y ciudades, con obras que transcienden los siglos y que señalan hitos referenciales para la humanidad. Sus extraordinarios trabajos han convivido y lo siguen haciendo con otros pequeños proyectos de andar por casa, elaborados por otros profesionales, que resuelven situaciones particulares y perentorias y que no son menos importantes para la sociedad global. Representan un concepto “distinto” de la arquitectura, sustentado en el trabajo cotidiano y en la cercanía, despojado del halo de genialidad e inaccesibilidad que envuelve a los grandes maestros.

Hace unos días conversaba con un amigo acerca de la encrucijada en la que se debate la humanidad en esta fase exacerbada del capitalismo que se ha llamado globalización. Nos preguntábamos por la sostenibilidad del actual modus vivendi y de su compatibilidad con la conservación del planeta. Especulábamos sobre si la agudísima crisis que sufre el sistema capitalista nos obligará a replantearnos la vida para asegurar la supervivencia de la especie humana y del propio planeta. La verdad es que apenas progresamos en nuestro ‘argumentario’, más allá de la elemental y mutua convicción de que no es posible salir adelante con el enfoque vital de las últimas décadas y del deseo de que la resolución de la crisis consiga reorientarlo para que se puedan atender las necesidades básicas de todas las personas, los problemas ambientales y el desarrollo sostenible del género humano.

Le decía a mi amigo que pienso que los arquitectos nos siguen ofreciendo soluciones como lo han hecho en las épocas pretéritas. Algunos, como Calatrava, Foster, Tom Wright, Zaha Hadid, etc. nos ofrecen propuestas radicalmente innovadoras, proyectos faraónicos, especulativos, etc. Otros profesionales menos fatuos y con menor proyección internacional también nos brindan fórmulas interesantes. Hace pocas semanas conocí el proyecto fin de carrera de un joven arquitecto alicantino, que ha sido premiado en un concurso internacional. Su nombre es Coral Systems 2.0 y concreta su visión de la casa del futuro. El proyectista plantea una vivienda que se asemeja a una planta de coral abierta, sin puertas y con forma esférica, porque según él es la fórmula que mejor minimiza los intercambios energéticos con el exterior. Su cubierta es una especie de “piel reactiva” que responde a los estímulos externos, adaptándose a las inclemencias atmosféricas, creando espacios para la ventilación, cambiando de color..., en definitiva, buscando el confort de las personas que la habitan.

Este joven arquitecto pone en entredicho los tres métodos de producción que se utilizan actualmente en la construcción: el artesanal, el industrial y el digital. Considera que su proyecto en lugar de generar un prototipo, es decir, una elección preconcebida de acuerdo con uno de estos modelos, combina los tres sistemas. Pretende que la casa que propone responda a las necesidades del lugar en que se construye y de las personas que la encargan, a la vez que permite que cada vivienda sea diferente a las demás y que se adapte al tipo de cultura y al territorio en que se inserta. Así pues, combate frontalmente la homogeneidad de la producción industrial que caracteriza a los modelos únicos y combina los tres sistemas de producción. Utiliza el sistema digital mediante los robots con los que crea la estructura del edificio. Aplica el modelo industrial para diseñar y construir la cubierta y la fachada.Y usa el modelo artesanal para diseñar el mobiliario interior, que ofrece la belleza de lo irregular y las diversas posibilidades de la autoconstrucción.

Las propuestas de este profesional me suscitan algunas reflexiones acerca de si podemos seguir exprimiendo más los modelos de producción unidireccionales basados en el despilfarro energético, la depredación de los recursos y la eficiencia sin límite del capitalismo actual. Acaso sea hora de aventurarnos con decisión en la exploración de sistemas alternativos de supervivencia, que combinen diferentes modos de regular la utilización de los recursos naturales y de garantizar la vida de las generaciones futuras. Quiero pensar, en suma,  que está en nuestra mano elegir el camino. Que no es tarde y que no transitamos ya por una senda con un único destino. Propuestas no faltarán, al menos por parte de los arquitectos.

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