viernes, 14 de junio de 2013

El bocadillo mágico: pan con pan.

Hace unos días un diario nacional ofrecía un reportaje sobre el hambre infantil que existe actualmente en España. Su título encabeza esta entrada. Remeda el diálogo entre una maestra de Girona y uno de sus alumnos: “Profesora, hoy para desayunar traigo el bocadillo mágico: pan con pan. Y yo decido qué lleva dentro”. La escena no deja de ser ocurrente, más allá de la dramática realidad social que evidencia. La respuesta de otro niño también la desenmascara con contundencia. A éste lo encontraron rebuscando entre la basura y, cuando le explicaron que lo que hacía estaba mal, contestó: “Es lo que hace mi mamá”.

Son miles las situaciones similares que se producen cada día en nuestros pueblos y ciudades. Como son centenares las denuncias que se suceden cada vez con mayor frecuencia sobre niños y jóvenes que se marean en clase por no haber desayunado o cenado la noche anterior. ONGs, APAS, Sindicatos de profesores… reclaman a las Administraciones actuaciones urgentes. Mientras, el Gobierno de la Nación se defiende arguyendo que son competencias atribuidas a las Comunidades Autónomas y éstas replican diciendo y haciendo de todo, menos lo que debieran. Es verdad que algunas arriman algo el hombro (Canarias, Andalucía). Otras, en cambio, miran para otro lado o deciden subvencionar con “pastizales” obscenos (90 millones de euros) la compra de uniformes escolares en las escuelas concertadas, como la Comunidad de Madrid. Pero si esto es un despropósito, todavía puede mejorarse: Cataluña dedica casi 30 millones de euros a concertar escuelas de élite.

El enquistamiento de la crisis y los recortes están aumentando no sólo la deuda pública (hoy representa el 88,2% del PIB, casi  un billón de euros. Por primera vez, más que la media europea), sino también las necesidades sociales. El incremento del desempleo y de familias enteras en paro, sumado al descenso de las becas, está creando una situación desastrosa para mucha gente. Al inicio del curso actual, CEAPA y CONCAPA advertían de que la brutalidad de los recortes que se anunciaban en las becas de comedor (entre el 30 y el 50 %, según CC.AA) tendrían consecuencias dramáticas para miles de familias. Para terminar de “arreglar” la situación, el Gobierno de la Nación recortó además 65% el presupuesto en la Red Básica de Servicios Sociales. Lo que está produciéndose es una consecuencia lógica de estas políticas, que tienen intenciones definidas y responsables concretos. Como le gusta decir a una conocida responsable política del partido gubernamental, “que cada palo aguante su vela”. 

Si en las escuelas se producen situaciones espeluznantes, que soliviantan hasta a los más tibios, no es menos lacerante la realidad de los adolescentes que cursan ESO. Éstos, en general, no son usuarios de los comedores. Así que, cuando llegan a casa, como mucho se calientan lo que hay en la nevera, si es que hay algo. Y si no hay nada, no comen. Así que las parroquias, los centros sociales, las ONGs… han empezado a dispensar miles de meriendas y, en algunos casos, a ofrecer refuerzo y apoyo escolar a muchachos que no tienen otra alternativa. Y por lo que parece, esto es sólo el principio de lo que se avecina.

¿Cuánto queda para que empecemos a conocer, impertérritos, los datos de la mendicidad o del trabajo infantil?. ¿Cuánto tardará en aparecer entre nosotros un nuevo Dickens que nos relate en folletones por capítulos –eso sí, a través del iPhone- la humillación y el abandono que acompañan su vida miserable desde que se reconoce?. ¿Se reinventarán nuevos Oliver Twist o David Copperfield, ahora disfrazados de héroes manga, para echarnos en cara las miserables condiciones en que viven tantos niños y ciudadanos?.

Las transformaciones enormes y aceleradas que se han producido en las sociedades occidentales en los últimos 25 años  parece que apenas han servido para combatir las grandes lacras sociales: injusticias, miseria, marginación, explotación… Por ver alguna vertiente positiva a tan deplorable coyuntura, tal vez esta circunstancia tan crítica sea una buena oportunidad para que despierten, por fin, las ideologías y los movimientos intelectuales y sociales.… En su tiempo, Balzac, Zola o Víctor Hugo describieron la miseria, el abuso y la exclusión que existía en Francia, como Carrol, Wilde y Dickens retrataron y censuraron los abusos de la Inglaterra victoriana. En nuestro mundo, apenas tenemos voces discordantes y autorizadas que resuenen con contundencia. Solamente algunos filósofos, aisladamente, enhebran discursos alternativos al “corrientón” dominante. Entre ellos, quiero recordar brevemente a Bauman. Hace pocos días, en una entrevista que le hizo Pilar Álvarez (El País) en la Universidad Europea de Madrid, donde presentó su último libro (Sobre la educación en un mundo líquido), decía  que “la búsqueda de una vida mejor es lo que nos ha sacado de las cuevas, un instinto natural y perfectamente comprensible, pero en el último medio siglo se ha llegado a pensar que es equivalente al aumento del consumo y eso es muy peligroso”. Y añadía “Hemos olvidado el amor, la amistad, los sentimientos, el trabajo bien hecho”. Lo que se consume, lo que se compra “son solo sedantes morales que tranquilizan los escrúpulos éticos”. Describía un círculo vicioso familiar a propósito de la asociación de felicidad y consumo. El padre o la madre dedican parte del sueldo a comprar la consola al hijo, porque se sienten culpables al no dedicarle el tiempo que requiere. Le hacen el regalo, pero el modelo queda obsoleto pronto y se comprometen a facilitarle el siguiente. “Para pagarlo necesitarán más éxito profesional, estar más disponibles para el jefe, usar un tiempo que quitarás a tu familia...”.

Bauman no tiene teléfono móvil ni perfil en las redes sociales. Estudia profesionalmente estos fenómenos, aunque los abomina porque considera que invaden todos los espacios y diluyen las relaciones humanas. Dice que “El viejo límite sagrado entre el horario laboral y el tiempo personal ha desaparecido. Estamos permanentemente disponibles, siempre en el puesto de trabajo”. Ni le gusta el papel que juegan en la vida laboral, ni que el de suplantadores de la autenticidad en las relaciones personales. Subraya al respecto que Mark Zuckerberg ideó la red Facebook para ser un chico popular y dice. “Claramente ha encontrado una mina de oro, pero el oro que él buscaba era otro: quería tener amigos”. Y concluye, “todo es más fácil en la vida virtual, pero hemos perdido el arte de las relaciones sociales y la amistad”. Las pandillas de amigos o las comunidades de vecinos “no te aceptan porque sí, pero ser miembro de un grupo en Facebook es facilísimo. Puedes tener más de 500 contactos sin moverte de casa, le das a un botón y ya”.

¿Seremos capaces de inventar cómo darle a un botón y que el iphone o la PS7 ofrezcan gratis a sus usuarios, niños o jóvenes, la posibilidad de decidir qué tipo de bocadillo, hamburguesa o perrito… debe dispensarles en tiempo real a través de la pantalla?

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