miércoles, 22 de mayo de 2013

Jacarandas.

El próximo domingo cumpliré 11 años. Esta mañana he abierto la ventana de mi habitación y el despuntar del día me ha mostrado el leve color azulado que ya reviste los huesudos leños de las jacarandas que tengo enfrente de mi casa. Año tras año, esa es la señal inequívoca de que se acerca mi aniversario. Siempre recordaré las jacarandas.
Precisamente, las jacarandas, ¡quién me lo iba a decir!. Un muchacho aguerrido y montaraz, nacido y crecido entre jaras y romeros, entre algarrobos  y olivos, entre enebros y lentiscos, enamorado de un ‘árbol subtropical de la familia de las bignoniáceas, oriundo de Sudamérica y ampliamente implantado en las avenidas y jardines de las ciudades por sus vistosas y duraderas flores de color lila’ (Wikipedia dixit). Y es que la cosa tiene su historia.
Un domingo, 26 de mayo, me dio un ‘jamacuco’ tremendo. En este caso, no fue una indisposición leve y transitoria (sic).  Angina de Prinzmetal, le llamaron los médicos. Salimos cortando hacia el hospital que nos correspondía (Clínica Vistahermosa), pero la cosa no tenía mucha espera y decidimos acortar el camino, ingresando en la Residencia de la Seguridad Social. Cuando tras bastantes horas de plena inconsciencia salí de mi singular frenesí, encontré a un galeno de apellido tocayo, el doctor Carrasco (¡qué casualidades nos depara la vida!), al que ni conocía ni me une parentesco alguno, pero que me hizo el mayor regalo que me han hecho desde que me parió mi madre: devolverme la vida. Y lo mejor del caso es que ni lo había visto antes, ni he vuelto a verlo. Pero da igual, él y cuantos me acogieron (médicos, enfermeras, auxiliares…), quiénes me cuidaron y me ‘revivieron’, dejaron una marca indeleble en mi corazón, por derecho propio, y nunca mejor dicho. Recordaré muchos años, seguramente toda la vida, la salida del mayor túnel que he recorrido, que visualizo desde entonces en ese espléndido color lila que aquél final de mayo y todos los que le han seguido viste tan elegantemente a las jacarandas y que me anuncia puntual que pronto llegará mi cumpleaños.

Y en este 2013, pese a la alegría que tengo por seguir vivo y sano, maldigo y reniego de los políticos sin entrañas que están cargándose la sanidad pública, sin fundamento ni razón y con el exclusivo fin de lucrarse, ellos y/o quienes consideran sus amigos. Cuando hace once años llegué inopinadamente al hospital de la Seguridad Social, y no al que por derecho me correspondía (y al que pudieron derivarme), no me preguntaron quién era, de dónde venía o por qué estaba allí. Sencillamente, me acogieron con lo mejor que tenían (la UCI), me devolvieron la vida -nada menos- y, cuando a la semana estuvieron seguros de que todo estaba bien, me dejaron volver a casa. Gratis et amore. Por eso, abomino a los bastardos que se afanan en malbaratar, cuanto más deprisa mejor, esa joya fruto del esfuerzo de todos que es la Seguridad Social. ¡Ojalá no lo consigan!

2 comentarios:

  1. Feliz cumpleaños papá. Vaya susto nos diste, pero afortunadamente y como bien dices la sanidad pública te salvó. Espero que los mal nacidos que nos gobiernan no consigan acabar con ella. Por cierto, no olvides soplar las velas :-)
    Te quiero muchiiiiiiiiisimo!

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  2. Muchas gracias, hijo. Yo también te quiero igual

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