El próximo domingo
cumpliré 11 años. Esta mañana he abierto la ventana de mi habitación y el
despuntar del día me ha mostrado el leve color azulado que ya reviste los
huesudos leños de las jacarandas que tengo enfrente de mi casa. Año tras año, esa
es la señal inequívoca de que se acerca mi aniversario. Siempre recordaré las
jacarandas.
Precisamente, las
jacarandas, ¡quién me lo iba a decir!. Un muchacho aguerrido y montaraz, nacido
y crecido entre jaras y romeros, entre algarrobos y olivos, entre enebros y lentiscos,
enamorado de un ‘árbol subtropical de la familia de las bignoniáceas, oriundo
de Sudamérica y ampliamente implantado en las avenidas y jardines de las
ciudades por sus vistosas y duraderas flores de color lila’ (Wikipedia dixit). Y
es que la cosa tiene su historia.
Un domingo, 26 de mayo, me
dio un ‘jamacuco’ tremendo. En este caso, no fue una indisposición leve y
transitoria (sic). Angina de Prinzmetal,
le llamaron los médicos. Salimos cortando hacia el hospital que nos correspondía
(Clínica Vistahermosa), pero la cosa no tenía mucha espera y decidimos acortar
el camino, ingresando en la Residencia de la Seguridad Social. Cuando tras
bastantes horas de plena inconsciencia salí de mi singular frenesí, encontré a
un galeno de apellido tocayo, el doctor Carrasco (¡qué casualidades nos depara
la vida!), al que ni conocía ni me une parentesco alguno, pero que me hizo el
mayor regalo que me han hecho desde que me parió mi madre: devolverme la vida.
Y lo mejor del caso es que ni lo había visto antes, ni he vuelto a verlo. Pero
da igual, él y cuantos me acogieron (médicos, enfermeras, auxiliares…), quiénes
me cuidaron y me ‘revivieron’, dejaron una marca indeleble en mi corazón, por
derecho propio, y nunca mejor dicho. Recordaré muchos años, seguramente toda la
vida, la salida del mayor túnel que he recorrido, que visualizo desde entonces
en ese espléndido color lila que aquél final de mayo y todos los que le han
seguido viste tan elegantemente a las jacarandas y que me anuncia puntual que pronto
llegará mi cumpleaños.
Y en este 2013, pese a la
alegría que tengo por seguir vivo y sano, maldigo y reniego de los políticos
sin entrañas que están cargándose la sanidad pública, sin fundamento ni razón y
con el exclusivo fin de lucrarse, ellos y/o quienes consideran sus amigos.
Cuando hace once años llegué inopinadamente al hospital de la Seguridad Social,
y no al que por derecho me correspondía (y al que pudieron derivarme), no me
preguntaron quién era, de dónde venía o por qué estaba allí. Sencillamente, me acogieron
con lo mejor que tenían (la UCI), me devolvieron la vida -nada menos- y, cuando
a la semana estuvieron seguros de que todo estaba bien, me dejaron volver a
casa. Gratis et amore. Por eso, abomino
a los bastardos que se afanan en malbaratar, cuanto más deprisa mejor, esa joya
fruto del esfuerzo de todos que es la Seguridad Social. ¡Ojalá no lo consigan!
Feliz cumpleaños papá. Vaya susto nos diste, pero afortunadamente y como bien dices la sanidad pública te salvó. Espero que los mal nacidos que nos gobiernan no consigan acabar con ella. Por cierto, no olvides soplar las velas :-)
ResponderEliminarTe quiero muchiiiiiiiiisimo!
Muchas gracias, hijo. Yo también te quiero igual
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