miércoles, 6 de diciembre de 2017

Crónicas de la amistad: Santa Pola (21)

Según cuenta la tradición, en cierta ocasión, Sócrates (no el hijo de Antonio García, sino el filósofo) se encontró con un conciudadano que le dijo:
-    ¿Sabes lo que he oído decir de tu amigo?
-    Espera un minuto le replicó, antes de que me digas nada, respóndeme a tres preguntas. No te preocupes, son sencillas y sabrás contestarlas. Yo le llamo el examen del triple filtro.
-    ¿Triple filtro?, preguntó sorprendido.
-    Correcto continuó Sócrates. Lo he ensayado en otras ocasiones y me ha dado resultado. De manera que, si te parece, antes de que me cuentes esas cosas sobre mi amigo, filtraremos tres veces lo que me vas a decir, ¿de acuerdo?
-    Conforme, respondió aquel.
-    ¿Estás absolutamente seguro de que lo que vas a decirme es cierto? le preguntó Sócrates.
-    No dijo el hombre, solo te voy a contar lo que he escuchado.
-    Está bien replicó el filósofo. De manera que no sabes si realmente es cierto, o no.
-    ¿Es algo bueno lo que vas a contar de mi amigo? inquirió a continuación–.
-    No, al contrario…
-    Entonces, deseas decirme algo malo sobre mi amigo, pero no estás seguro de que sea cierto. Y finalmente, añadió:
-    ¿Me servirá de algo saber lo que vas a contarme?
-    No, la verdad es que no, le respondió aquel.
-    Bien concluyó Sócrates si lo que deseas decirme no sabes si es cierto, no es bueno y tampoco es útil, ¿para qué necesito saberlo?

Hoy es 5 de diciembre, el día acordado para celebrar el vigésimo primer encuentro de esta nueva era, en Santa Pola. Nos congrega otra vez la amistad, esa relación interpersonal que nos amalgama, sin dependencias ni episodios, y en la que, sin embargo, cabe con toda sencillez la vida. Un sentimiento que requiere la alteridad y que nos impide hablar de nuestros amigos, hacer de ellos un tema de conversación, porque nos obliga a hablarles, sin más. De certezas y utilidades, y también de incertidumbres y quebrantos. Todo tiene cabida en la vida amistosa porque los amigos son esa familia que elegimos para recorrer el camino de la existencia. Definitivamente, la amistad es muchas cosas: es un sentimiento inabarcable, como es un concepto enorme y maravilloso.

Eran las once y media cuando aparcábamos en el tramo medio de la avenida de Granada, lugar en que Pascual nos había emplazado. Allí, junto al Club Náutico, estábamos Sofo, Alfonso, Tomás y yo. Casi simultáneamente llegaba Pascual. Pocos minutos después aparecían Antonio Antón y Elías. Tras los habituales y fogosos saludos, sintiendo todos el frío que a esa hora de la mañana todavía se dejaba notar, nos hemos dirigido a ‘voramar’ buscando el confort de un sol que lucía radiante, escudriñando el panorama e intentando localizar al amigo que nos faltaba, Antonio García Botella, que, inmediatamente, como si hubiese oído nuestra llamada, ha aparecido frente a nosotros justo delante del Boulevard del Puerto, una reputada cervecería de esta zona lúdica de la fachada marítima de Santa Pola, regentada por un exalumno de Pascual (¿quiénes no serán exalumnos de Pascual en este lugar?). Faltaba Luis que, una vez más, se ausentaba por imponderables sobrevenidos. Así que, tras el breve paréntesis de las primeras conversaciones, nos hemos encaminado hacia el Museo de la Sal, ubicado en las instalaciones de un antiguo molino del Parque Natural de la Salinas de Santa Pola. Una amabilísima guía, a la que olvidé preguntar su nombre (vayan por delante mis disculpas), nos ha explicado detalladamente la historia del parque y el proceso de extracción de la sal y su historia. Nos ha invitado a realizar algunos itinerarios para observar flamencos, cercetas pardillas, tarros blancos, garcetas comunes, gaviotas patiamarillas, cigüeñuelas, etc. Ofrecimiento que hemos agradecido, prometiéndole volver otro día para completarlo. Entre tanto, Domingo Moro, con la impagable ayuda del whatsupp, seguía nuestro recorrido desde Ibiza, acompañándonos y animándonos a disfrutarlo.

En el restaurante Nueva Casa del Mar
Y es que sin apercibirnos, embelesados por los detalles que nos han contado y los que hemos leído en la profusión de paneles que custodia el Museo sobre la singular explotación de la industria de la sal, disfrutando del espléndido sol que a esas horas ya reconfortaba, contemplando los flamencos en las balsas próximas…, se nos escapaba el tiempo. De modo que, tras las fotos de rigor, nos hemos apresurado a volver a la Avenida de Granada, y en concreto al Boulevard del Puerto, donde han caído las primeras cervezas, aderezadas con unos “tigres” y unas tapitas de ensaladilla estupendas. Desde allí nos hemos dirigido hacia la calle del Muelle, donde hemos dejado los vehículos. Apenas unos pasos nos separaban de Los Curros, un bar de visita obligada, donde hemos apurado el segundo tentempié antes de encarar la Nueva Casa del Mar, que era el lugar previsto para comer.

Allá estaba Rafa Bonmatí, otro exalumno de Pascual, que nos esperaba en la barra de su establecimiento con los brazos abiertos, una espléndida mesa redonda y un menú sensacional. En un salón inusualmente despejado, hemos despenado unos aperitivos a base de tacos de bonito con tomate raff, salmonetes exquisitamente fritos,  quisquillas de nasa  y un calamar a la plancha buenísimo. Todo ello constituía un preámbulo a la altura del plato principal: una caldereta de rubio, gallopedro y lubina, aderezada con unas patatas y una salsa inmejorables. Todos hemos confesado abiertamente que hacía años que no degustábamos algo similar. Un excepcional menú, regado con unas botellas de Pago de los Capellanes joven y rematado por un soufflé a la altura de las circunstancias.

La degustación de semejante menú ha dispuesto nuestros ánimos para emprender sin demora la habitual sobremesa musical. Antonio Antón ha echado mano mano de su inseparable guitarra y, tras algún escarceo por la canción popular que tanto aprecia (y en el que inusualmente tomó parte muy activa Pascual, con una aportación local y antológica, de marcado carácter marinero-escatológico), la inspiración voló a las cercanías del bolero: Si tú me dices ven, El reloj, Nosotros…, entre otros, han sido dignos broches a una sobremesa espléndida.

Casi estábamos preparando la despedida cuando alguien ha propuesto cruzar la calle y visitar la subasta del pescado que se estaba celebrando en la Lonja. En un plis plas a Pascual –que, como sabemos,  apenas tiene conocidos, ni ascendente sobre los santapoleros– le ha faltado tiempo para encontrar a un amable señor que nos ha acomodado en una tribuna desde la que hemos presenciado, anonadados, un espectáculo fastuoso. Una subasta plenamente mecanizada y puesta al día tecnológicamente y, sin embargo, con un empaque auténticamente tradicional que destila un regusto de autenticidad increíble. Hemos disfrutado de una experiencia única que nos ha proporcionado la oportunidad de admirar, vivita y coleando, una amplísima muestra de las especies que todavía atesora nuestra mar.

Puerto de Santa Pola
Parece que hoy era un día reservado para las sorpresas. Henchidos todavía de la satisfacción con que salíamos de la Lonja, nos hemos echado a la cara un crepúsculo excepcional. Las rojas tonalidades del cielo empezaban a confundirse con las sombras de la noche, el mar deslizando suavemente sus aguas oscuras, los cascos y los aparejos de las barcas recortándose entre la plateada superficie y el ardiente horizonte, las primeras luces artificiales reflejándose en la dársena, la leve brisa que impregnaba el ambiente... El edén, esos han sido postreros minutos cerca del edén, preámbulo de los últimos abrazos y la partida. Novelda nos espera en febrero. Seguro que allí estará Luis.

Como se acerca la Navidad, ahí va mi felicitación para todos, que toma la forma de un poema que se atribuye, creo que con poco fundamento, a Jorge Luis Borges. Bon Nadal per a tothom!

Poema de la Amistad

No puedo darte soluciones para todos los problemas de
la vida, ni tengo respuestas para tus dudas o temores,
pero puedo escucharte y compartirlo contigo.
No puedo cambiar tu pasado ni tu futuro.
Pero cuando me necesites estaré junto a ti.
[T]us alegrías, tus triunfos y tus éxitos no son míos.
Pero disfruto sinceramente cuando te veo feliz.
No juzgo las decisiones que tomas en la vida.
Me limito a apoyarte, a estimularte y a ayudarte si me
lo pides.
[N]o puedo evitar tus sufrimientos cuando alguna pena te
parta el corazón, pero puedo llorar contigo y recoger
los pedazos para armarlo de nuevo.
No puedo decirte quien eres ni quien deberías ser.
Solamente puedo quererte como eres y ser tu amigo.
[E]n estos días pensé en mis amigos y amigas,
entre ellos, apareciste tu.
No estabas arriba, ni abajo ni en medio.
No encabezabas ni concluías la lista.
No eras el número uno ni el número final.
Lo que se es que te destacabas por alguna cualidad que
transmitías y con la cual desde hace tiempo se
ennoblece mi vida.
Y tampoco tengo la pretensión de ser el primero, el
segundo o el tercero de tu lista.
Basta que me quieras como amigo.
[G]racias por ser mi amigo.

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